Qué espera a los trabajadores de Zimbabue en la era posMugabe

Tras 37 años en el poder en Zimbabue, Robert Gabriel Mugabe abandonó su cargo de presidente el mes pasado, presentando su dimisión el 21 de noviembre.

A pesar de negarse inicialmente a abandonar la presidencia de su régimen autoritario después de que el ejército tomara el control del país el 15 de noviembre, ocho días de protestas de la población, el proceso de destitución inminente y la creciente presión de Zanu-PF, su partido en el Gobierno, finalmente convencieron al dirigente de 93 años de dejar su cargo.

Mugabe ha sido reemplazado por su antiguo diputado y aliado, Emmerson Mnangagwa, el cual había sido expulsado tanto del partido dirigente como del Gobierno hace tres semanas, lo que desencadenó la crisis. Mnangagwa, un antiguo ministro de justicia y defensa que había luchado junto a Mugabe durante la larga y amarga guerra de liberación del dominio de la minoría blanca en el país (1964 a 1979), se vio atrapado en una batalla por la sucesión con la esposa de Mugabe, Grace.

Pese a ser temido por coordinar diferentes actos de violencia incitados por el Estado, como las tristemente famosas masacres de Gukurahundi a principios de la década de los ochenta, Mnangagwa fue finalmente investido como presidente en el estadio nacional el 24 de noviembre.

Sin embargo, después de la celebración inicial de los zimbabuenses de a pie, la pregunta que se hace todo el mundo es cómo será Zimbabue después de Mugabe. Esta pregunta es especialmente pertinente para los trabajadores, al haber sufrido de primera mano las consecuencias de una prolongada crisis económica en su país.

El ajuste estructural, un programa de reforma territorial caótico y la hiperinflación casi llevaron a que la economía de Zimbabue se derrumbara completamente a finales de la primera década del siglo XXI. Actualmente, los zimbabuenses todavía experimentan una de las tasas de desempleo más elevadas del mundo, pobreza generalizada y una deuda internacional importante. Según un informe publicado en 2015 por Solidarity Center, el 94,5% de la población activa trabaja en la economía informal.

Por lo tanto, ¿qué posibles cambios se introducirán en las próximas semanas y meses? Durante su ceremonia de investidura, Mnangagwa prometió mejorar la situación de los ciudadanos zimbabuenses corrientes. “Queremos que nuestra economía crezca, queremos paz, queremos trabajo, trabajo y trabajo”, dijo a la multitud. Sin embargo, Japhet Moyo, secretario general del Zimbabwe Congress of Trade Unions (ZCTU), no está convencido. “En general, no anticipamos demasiados cambios porque Mugabe era la cabeza de un sistema que probablemente continuará”, dice a Equal Times.

“Todos aquellos que apoyaban firmemente las políticas de Mugabe siguen estando muy presente en esta transición, como Mike Bimha [ministro de Industria y Comercio en el último gabinete de Mugabe], Patrick Chinamasa [antiguo ministro de Finanzas] y Paul Mangwana [antiguo ministro de Trabajo]”.

Según Moyo, la presencia de Mangwana es particularmente preocupante para los sindicatos, ya que fue personalmente responsable de la modificación de la Ley del trabajo en 2005 sin consultar a los interlocutores sociales del Gobierno. Esta medida suprimió el derecho de negociación colectiva de los trabajadores del sector público (solo el 5% de los trabajadores de Zimbabue está cubierto por convenios colectivos), quienes, como consecuencia, han experimentado salarios bajos, despidos masivos e incluso impago de salarios en los últimos años.

Wellington Chibebe, antiguo secretario general del ZCTU y actual secretario general adjunto de la Confederación Sindical Internacional (CSI) hasta que asuma el puesto de director de la oficina externa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para Tanzania, Burundi, Kenia, Ruanda y Uganda en enero, señala que aunque Mnangagwa ha hablado de creación de empleo, no ha dicho nada acerca del trabajo decente.

“Mis temores crecen con la importancia que se ha otorgado a las zonas económicas especiales (ZEE), sin mencionar los derechos de los trabajadores. En la mayoría de los países en los que se han puesto en marcha ZEE, la esclavitud y los salarios de miseria están a la orden del día”, dice.

Moyo dice que se deber adoptar una serie de reformas y de políticas favorables a los pobres para dar impulso a la tambaleante economía de Zimbabue y garantizar la creación de más trabajos de calidad. “Las reformas legislativas para eliminar la imposición excesiva, la revocación de las leyes de indigenización para que se adapten a nuestra situación y leyes que aborden los derechos de propiedad son los cambios más urgentes”, dice.

Sin embargo, hizo hincapié en que el ZCTU se opone “al discurso neoliberal porque se basa en la opresión de los trabajadores a través de conceptos peligrosos e impuestos, como la flexibilidad del mercado de trabajo, la austeridad y los programas de ajuste estructural económico mal fundamentados y el enriquecimiento de unos pocos individuos y empresas a expensas de los trabajadores”.

Una limpieza completa de “ladrones y matones”

Tras el anuncio de la dimisión de Mugabe, el ZCTU hizo una declaración en la que celebraba su “dimisión, la cual era necesaria desde hacía mucho tiempo” y pedía “al nuevo presidente que instaure inmediatamente un mecanismo de transición que incluya a todos los zimbabuenses”.

Asimismo, pedía que se limpiara completamente el Gobierno de “ladrones y matones”.

“También suplicamos a la nueva administración que introduzca nuevas caras en el Gobierno, en lugar de reciclar a las mismas personas que han fracasado a lo largo de los años”.

Moyo dice que tras décadas de régimen autoritario es necesario instaurar un sentimiento de pertenencia entre los ciudadanos, y esto solo se puede conseguir si se les permite elegir a sus propios dirigentes.

“Una autoridad de transición con un plazo definido debería preparar al país para celebrar elecciones libres y justas”, dice, en referencia a las elecciones generales que ya se han programado para septiembre de 2018 o antes”.

Esta solicitud también la apoya Takavafira Zhou, sindicalista y analista político zimbabuense: “Se deberían celebrar elecciones libres y justas en 2018 y los que los que salgan victoriosos deben ser magnánimos en la victoria y construir un Gobierno creíble caracterizado por la gobernanza institucional, la transparencia, la rendición de cuentas, la eficiencia y la equidad”.

El ZCTU también pide que se restauren derechos socioeconómicos básicos, como la educación y la salud para todos, transportes públicos fiables y asequibles, vivienda decente, trabajo decente, salarios dignos, una reforma del código de trabajo actual, el establecimiento de una comisión de paz y reconciliación, así como la reforma de las instituciones estatales (como la policía) que se han utilizado hasta ahora para reprimir a los ciudadanos. En su lugar, el ZCTU pide que se establezcan canales de gobierno que respondan a las necesidades de la población, abiertos y responsables que trabajen por el bien del pueblo.

Con respecto a la cuestión de si la salida de Mugabe puede ayudar a revitalizar el diezmado movimiento sindical de Zimbabue (el ZCTU ha perdido tres cuartos de sus afiliados desde la década de los noventa), Moyo dice que es demasiado pronto para saberlo. Según un informe elaborado por la Confederación danesa de sindicatos, las cuotas de afiliación de muchos trabajadores todavía se deducen de sus salarios, “pero los empleadores no las transfieren a los sindicatos”, lo cual afecta gravemente a las finanzas de los sindicatos.

Además, añade Moyo, “los sindicatos solo podrán revitalizarse si crece nuestra afiliación y se refuerza nuestro poder de negociación. Todavía tenemos el antiguo sistema, con un historial de políticas en contra de los trabajadores. La clase de gente en los escalafones más altos son empresarios, que podrían resultar ser peores que Mugabe”.

Gideon Shoko, secretario de trabajo del partido principal en la oposición, Movement for Democratic Change-Tsvangirai (MDC-T), dice a Equal Times que es “muy difícil y demasiado pronto para predecir lo que la nueva administración hará por los trabajadores”. Sin embargo, indica que los sindicatos solo pueden cobrar un nuevo impulso si se convence a los inversores extranjeros de que regresen al país.
“Si los inversores no vuelven, la afiliación sindical disminuirá, lo cual debilitará a los sindicatos y los hará menos atractivos para las personas que trabajan a tiempo completo”.

No obstante, Moyo señala que el movimiento sindical continuará interactuando con el Gobierno correspondiente mientras intenta aumentar el poder de los trabajadores involucrando a todos los sectores de la comunidad, en particular los estudiantes, los campesinos y los trabajadores de la economía informal.

“Una vez se ha empoderado a todo el mundo, es más fácil que tomen decisiones fundamentadas y de calidad con respecto a la elección de candidatos para cargos públicos”, dice.

Demasiado pronto para celebraciones

Diferentes analistas consultados en entrevistas separadas señalaron que, aunque la salida del presidente Mugabe era necesaria desde hacía tiempo, la forma en que fue destituido plantea preguntas acerca de si el resultado que se desea es mejorar las vidas de los zimbabuenses corrientes o garantizar el poder y la continuidad para Zanu-PF.

Mashupye Herbert Maserumule, profesor de Asuntos Públicos en la universidad surafricana Tshwane University of Technology en Sudáfrica, muestra cautela en cuanto a la posibilidad de un cambio real en Zimbabue.

“Para mí, Mugabe es un microcosmo del problema más grande en Zimbabue, que está institucionalizado en Zanu-PF. El problema tiene que ver con el patrimonio. Mnangagwa ha sido parte de él. Así que traerlo de vuelta como presidente no cambiará necesariamente nada de lo que representaba Mugabe, ya que están cortados por el mismo patrón”, apunta el académico.

Sin embargo, Chibebe confía en que, con los dirigentes adecuados y una buena gobernanza, Zimbabue puede ser de nuevo una de las economías más fuertes de África. “El país necesita una dirección inteligente para sacar a Zimbabue del desastre en el que se encuentra actualmente. Necesita a un capitán que pueda sacar el barco de las aguas turbias, rehúya de la retórica política y dirija el plan de transformación democrática, el cual deber estar orientado hacia los resultados y basarse en un cronograma. Si se consigue esto, Zimbabue no tardará más de cinco años en volver a ocupar su lugar prominente dentro de África”, dice.

Una cuestión totalmente diferente es si esto se podrá conseguir en el próximo ciclo electoral o no. “Mi visión global de la situación actual es que la polarización política actual no propiciará un resultado electoral libre y justo”, dice Chibebe.

Pase lo que pase, los trabajadores zimbabuenses en la diáspora serán cruciales para el futuro del país. Las dificultades económicas de la última década provocaron que unos 4 millones de zimbabuenses –un tercio de su población– abandonaran el país para vivir y trabajar en países como Suráfrica, Botsuana, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Australia.

En lo que se refiere al poder económico y los recursos humanos, su impacto en la economía zimbabuense podría ser enorme. Sin embargo, Chibebe dice que no se convencerá fácilmente a los zimbabuenses en la diáspora de volver a casa o invertir en el país sin que se observen señales concretas de cambio.

“Mi consejo para mis compañeros tanto en casa como en el extranjero es que no celebremos el potencial, sino que aprendamos a celebrar los resultados. Ahora bien, si el Gobierno de Zimbabue va en serio en cuanto a la adopción de políticas, tal y como ha indicado en sus discursos, esto atraerá definitivamente a la diáspora”, concluye.

Este artículo ha sido traducido del inglés.