¿Qué está pasando en Bélgica?

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Desde los atentados de Bruselas del 22 de marzo soy testigo directo de la instalación de un autoritarismo estatal cuyas razones y motivos no puedo entender.

El domingo 27 de marzo, cuando estaba a punto de abandonar el espacio acondicionado para conmemorar a las víctimas de los atentados en la Plaza de la Bolsa, varios cientos de fascistas, vándalos denominados "hooligans", cayeron como una manada de paquidermos, encapuchados, con bombas de humo en la mano, profiriendo consignas racistas y nacionalistas y, para algunos, haciendo el saludo nazi. Sembraron el caos, pisotearon las flores, golpearon a los ciudadanos que solamente habían venido a conmemorar a las víctimas, todo ello con la policía presente y a la que tomó casi una hora evacuar el sitio.

Un episodio tan insultante para las víctimas y sus allegados como triste para la imagen del país, ya empañada por las revelaciones en cascada sobre los repetidos errores y la ineficacia de la actuación policial y los servicios de inteligencia belgas.

A esta vergüenza nacional se añade la flagrante falta de coraje político de las autoridades belgas, que ganó notoriedad particularmente a través de las palabras del alcalde de Bruselas, que al buscar desesperadamente esquivar su responsabilidad señaló como culpables a otras autoridades, sin hablar de la pantomima de las pseudodimisiones de los ministros de Interior y Justicia.

Este sábado, 2 de abril se organizó una manifestación contra el racismo y el fascismo en respuesta a la intervención de los fascistas y a la convocatoria europea del grupo de extrema derecha Génération Identitaire de manifestarse en Molenbeek contra el islam.

Al llegar al lugar me encontré con un amigo e inmediatamente me interpeló el jefe de la policía, el tristemente célebre comisario Pierre Vandersmissen, que nos pidió los documentos de identidad y luego que nos marcháramos. Le expliqué que soy periodista y que no tenía la intención de irme inmediatamente. Saqué mi cámara para filmar la secuencia de los acontecimientos.

Unos minutos más tarde, el mismo comisario Vandersmissen abordó al presidente de la Liga de Derechos Humanos, Alexis Deswaef, que llegó solo y también se negó a marcharse, lo que es su estricto derecho como ciudadano. Fue detenido inmediatamente.

“Nos preocupa la regresión de las libertades públicas y de los derechos de los ciudadanos de circular en este momento muy especial. El contraste con lo que ocurrió una semana antes, donde esas personas [los fascistas] fueron escoltados y el comisario Vandersmissen los trató casi amistosamente es sobrecogedor”, afirmó Deswaef al día siguiente en el plató de la cadena belga RTBF.

A estos acontecimientos han seguido decenas de detenciones arbitrarias y violentas. Al ser contactado por teléfono acerca de estos incidentes, el portavoz de la policía de Bruselas, Christian De Coninck no ha querido hacer “ningún comentario”.

‪La organización de derechos humanos Fédération internationale des droits de l’homme (FIDH) también se pronunció pidiendo una investigación completa a propósito de "las violaciones de derechos humanos cometidas por la policía".‬‬

Seguí filmando al comisario Vandersmissen en acción cuando me ordenó que me marchara. Me pidió entonces que dejara de filmar, lo que me negué a hacer. Me pidió mi tarjeta de prensa y le respondí que no tenía necesidad de tarjeta para hacer mi trabajo y que podía demostrarle que soy periodista.

En ese momento un policía me atrapó por el cuello y estrangulándome me arrastró hasta su vehiculo.

Afortunadamente pude pasar mi cámara a alguien que estaba cerca de mí antes de que me embarcaran con violencia.

De este episodio cabe mencionar como detalles las esposas de plástico demasiado apretadas, el hecho de que nos dejaron en una celda durante más de seis horas, tres de ellas sin poder ir al baño...

Para todo abogado, periodista o ciudadano no violento que venga a Bruselas a defender la diversidad, lo que pasó es extremadamente grave y revela una evolución inquietante de la represión y de los dispositivos adoptados para garantizar nuestra ‘seguridad’.

En un momento en que Bélgica se recobra paulatinamente tras uno de los episodios más tristes de su historia, es imperativo mantener la vigilancia para asegurarse que las medidas adoptadas para hacer frente a la amenaza terrorista no se tomen a costa de las libertades civiles y públicas, y que los reflejos xenófobos y racistas de algunos no prevalezcan sobre la defensa de una sociedad abierta y multicultural.

 

This article has been translated from French.