¿Qué sucederá en Gambia tras la caída del tirano?

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La sucesión de acontecimientos políticos que han tenido lugar en Gambia a lo largo de estas últimas semanas constituye uno de los episodios más dramáticos de la historia de este minúsculo país de África Occidental de menos de 2 millones de habitantes.

Gracias a la combinación de rigurosos esfuerzos realizados por una diáspora gambiana indignada, crítica y decidida, por una ejecutiva de coalición abierta y por un electorado resuelto y valiente, uno de los más arcaicos y brutales tiranos del mundo, el ya expresidente Yahya Jammeh, ha sido doblegado y forzado al exilio, utilizándose únicamente medios democráticos.

Es preciso señalar que, en el marco de esta crónica gambiana, hay muchos elementos que cualquier analista experimentado consideraría extremadamente insólitos.

Utilizar las urnas electorales como medio para derrocar a un dictador que ha gobernado el país durante 22 años intimidando a críticos y oponentes potenciales con el recurso a las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas, la tortura y la muerte, es un acto de profunda valentía.

Negarse a aceptar los resultados electorales encaja perfectamente con el modus operandi de un déspota, pero el hecho que la voluntad y la creciente determinación del pueblo –apoyado por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS), la Unión Africana (UA) y las Naciones Unidas (ONU)– condujera a la caída de Jammeh, supera con creces los sueños más descabellados que nadie hubiera podido tener.

Pero, ¿qué va a suceder ahora en Gambia?

Aunque Jammeh haya robado 11,4 millones USD de las arcas públicas en su huida a Guinea Ecuatorial, y aunque además haya dejado atrás un país marcado por la corrupción y más de dos décadas de gobierno autocrático, no hay tiempo que perder en el proceso de reconstrucción del país.

 

Prioridades urgentes

Se ha elegido democráticamente a un nuevo presidente, Adama Barrow, y ahora está a punto de nombrarse un nuevo gabinete. La máxima y principal prioridad del Gobierno debe centrarse en la seguridad nacional. Teniendo en cuenta que una serie de partidarios de Jammeh siguen estando presentes en la escena política, y que podrían seguir suponiendo una amenaza para la seguridad del nuevo presidente y también de la nación, es preciso llevar a cabo una reforma de la política de seguridad nacional con el objetivo de evitar cualquier riesgo potencial que pudiera desestabilizar el país.

La reforma económica es otra cuestión urgente. Debe llevarse a cabo mediante unas políticas nacionales, bilaterales y multilaterales que permitan generar y atraer inversiones; unas políticas que creen puestos de trabajo, promuevan el desarrollo del espíritu empresarial y fomenten la innovación brindando las herramientas, los recursos y las redes necesarios para empoderar a los jóvenes emprendedores de Gambia.

La inversión y la creación de empleo constituyen la esencia de cualquier economía. Sin unas reformas económicas progresivas que incorporen mejoras tangibles a la vida de los ciudadanos y ciudadanas gambianos, el cambio de régimen habrá sido en vano. Puede que con el derrocamiento de Jammeh hayamos logrado garantizar una paz negativa en Gambia, pero para conseguir una paz positiva tenemos que crear las condiciones adecuadas para que los gambianos puedan tener un trabajo, disfrutar de la libertad de expresión, acceder a unos servicios sanitarios y educativos de calidad, una buena gobernanza y una mejor calidad de vida.

Y aquí es donde aparecen las reformas constitucionales, electorales y demás reformas legales que deben diseñarse para recuperar los principios democráticos fundamentales secuestrados por el ex Presidente.

La garantía para todas las personas que residen en Gambia –independientemente de su origen étnico, religión, género, orientación sexual y edad– del derecho a la dignidad humana, los principios democráticos, la igualdad, el Estado de derecho y el respeto por los derechos humanos, debe formar parte del núcleo de toda reforma legal o constitucional.

La necesidad de crear en las tres ramas del Gobierno unas instituciones democráticas e independientes que estén abiertas al escrutinio y a la crítica por parte de una sociedad civil y unos medios de comunicación dinámicos y constitucionalmente capacitados, es la clave para que una nación pueda considerarse democrática. El derecho a organizarse libremente, a protestar y a expresar su oposición a las acciones y políticas del Gobierno, no puede verse limitado de ningún modo y bajo ningún concepto.

Esto explica en parte la necesidad de contar con programas gubernamentales orientados a animar a la sociedad civil por medio de actividades de liderazgo y desarrollo profesional diseñadas para empoderar a líderes jóvenes de las comunidades.

 

Verdad y reconciliación

Por último, existe una indiscutible necesidad de contar con una Comisión para la Verdad, la Reconciliación y la Justicia que tenga por único mandato investigar la verdad acerca de lo que les sucedió a los gambianos durante el gobierno de Jammeh, además de implicarse en procesos de reconciliación y reclamar igualmente justicia en nombre de las víctimas del régimen.

Tenemos que evitar la tentación de crear un duplicado de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica. Conseguir que personas acusadas de todo tipo de crímenes abominables cometidos durante el apartheid confiesen sus crímenes, para que al final queden exentas de toda culpa porque se supone que las víctimas y sus familias son capaces de perdonar y olvidar, sin que, por otra parte, se modifiquen las estructuras fundamentales de poder y se haga justicia a las víctimas de dichos crímenes, es algo extraordinariamente problemático.

Es cierto que se ha conseguido que el apartheid desaparezca como sistema de Gobierno, pero las estructuras que desfavorecían sistemáticamente a las personas de color seguirán no obstante presentes, provocando unas desigualdades económicas y sociales enormes entre los sudafricanos negros y los blancos. Por eso en Gambia debería establecerse una Comisión para la Verdad, la Reconciliación y la Justicia, que ayude a sanar y a hacer avanzar el país.

El pueblo gambiano ha confiado al nuevo Gobierno de coalición la responsabilidad de instaurar cambios democráticos en el país, de modo que tanto los ciudadanos de Gambia como el resto del mundo seguirán con gran entusiasmo cada uno de los pasos que dé la nueva Ejecutiva. Independientemente de lo que suceda a continuación, una cosa está clara: los gambianos no dudarán en utilizar su fuerza democrática para cambiar de Gobierno si fuera necesario, y éste es un hecho digno de celebración.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.