Quitarnos el derecho de huelga nos convertiría a todos en esclavos

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El derecho de huelga es uno de los derechos más preciados y fundamentales que existe.

Es un último recurso esencial, cuando un empleador se niega a negociar salarios y condiciones de trabajo decentes, o cuando los trabajadores/as se enfrentan a riesgos de lesiones, enfermedades o muertes en el trabajo.

Y las huelgas han apuntalado también tantas revoluciones que echaron abajo dictaduras abriendo la vía a la democracia.

Prácticamente todos los países del mundo reconocen que los trabajadores tienen derecho a hacer huelga. Unos 90 países lo han consagrado en su constitución nacional.

La Encuesta Global de la Confederación Sindical Internacional (CSI) I muestra que el apoyo de la opinión pública hacia el derecho de huelga es tan fuerte que prácticamente resulta fuera de serie.

Existen restricciones inaceptables en muchos países, pero el derecho básico está ampliamente aceptado en todo el mundo, tanto en la ley como en la práctica.

Apenas hay un puñado de países donde los trabajadores/as no tienen en absoluto derecho a hacer huelga – la hermética dictadura de Corea del Norte por supuesto, y los cada vez más tristemente célebres países donde se aplica la “kafala” en el Golfo Pérsico, como los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Arabia Saudita

El sistema de la kafala otorga al empleador completo control sobre sus trabajadores.
Millones de trabajadores y trabajadoras migrantes, en su mayoría procedentes de países pobres, están atrapados en este sistema. No pueden cambiar de empleo a menos que su empleador se lo permita, no pueden abandonar el país a menos que su patrón les firme un visado de salida, y los sindicatos y la huelga les están totalmente prohibidos.

Esto deja al trabajador completamente indefenso y a merced de la más brutal explotación.

Salarios de miseria, espantosos niveles de muertes y lesiones en el trabajo y un trato abusivo por parte de los supervisores y gerentes constituyen la realidad cotidiana para un gran número de trabajadores; los obreros empleados para construir las infraestructuras para la Copa del Mundo 2022 en Qatar, las trabajadoras del hogar, y todos esos otros empleos que generan la enorme riqueza que poseen unas pocas familias dominantes.

La vida sin derecho de huelga, la vida sin un sindicato, es para ellos una vida de desesperación.

Esto se aleja mucho de la realidad para la mayor parte de los trabajadores del mundo, aunque en muchos otros lugares los derechos básicos de los trabajadores y trabajadoras distan mucho de ser respetados.

Muchos son los empleadores que respetan los derechos de sus empleados a la sindicalización y a detener sus labores como forma de protesta.

El Director Gerente de Lufthansa, Carsten Spohr, por ejemplo, defendió el derecho de sus empleadores a emprender una acción industrial cuando el patrón de Qatar Airways, Akhbar Al-baker se burló de él durante una reciente huelga de pilotos.

 

De una posición marginal al centro

Pero también hay otros que quieren [http://www.equaltimes.org/la-controversia-de-los-empleadores?lang=es#.VHyBCsmCODc] como un elemento fundamental del marco legal internacional.

Lo que solía ser un grupo marginal de ideología radical de derechas en los círculos patronales ha pasado hoy en día a ocupar una posición destacada y central.

Pese a décadas de reconocimiento en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) por parte del panel de expertos juristas, de que el derecho de huelga está firmemente enraizado en la legislación internacional, la Organización Internacional de Empleadores (OIE) pretende ahora cambiar las reglas, cuestionando principios legales de larga data y bloqueando el buen funcionamiento de la Comisión de Aplicación de Normas tripartita en la Conferencia anual de la OIT.

Para la mayoría de las personas, la labor interna de la OIT podría parecer muy alejada de sus preocupaciones cotidianas – rara vez constituye un tema de conversación en la mesa de la cocina.

Pero la OIT no se está limitando a jugar con la ley. Su verdadera intención es debilitar la OIT, y echar por tierra conquistas duramente logradas por los trabajadores, poquito a poco, situando al mundo del trabajo en una vía que conduce a un destino profundamente desapacible.

Al final de esa vía está la kafala para todos. Cuando se despoja a las personas de su derecho a suspender sus labores, terminarán siendo poco más que esclavos, totalmente dependientes de lo que decida su patrón y sin medios de presión.
En noviembre, gobiernos, empleadores y trabajadores tomarán una decisión importantísima en la OIT: si deberá recurrirse a la Corte Internacional de Justicia para que aporte una opinión definitiva respecto al derecho de huelga en la legislación internacional.

Nosotros, en tanto que trabajadores, queremos que la cuestión se resuelva recurriendo al asesoramiento de la Corte, y contamos con que los Gobiernos nos apoyarán para hacer frente a la militancia de los empleadores y se sumen a nosotros en la lucha por la justicia.

En mi país, Suecia, los ciudadanos escogieron poner fin a su aventura con la doctrina conservadora y confían en un futuro progresivo con un nuevo Gobierno.
Un Gobierno que se preocupe por la gente y sus derechos y que aspire a un mundo más justo y equitativo.

Suecia no debe quedar sola en este camino, y esperamos que otros se nos unan en la vía hacia un futuro más equitativo y justo. Un futuro donde nadie se vea obligado a trabajar contra su voluntad.

 

Este artículo fue traducido del Inglés.

Este artículo ha sido traducido del inglés.