Recogedores de residuos clínicos: desprotegidos, sin formación, mal pagados e infravalorados

Recogedores de residuos clínicos: desprotegidos, sin formación, mal pagados e infravalorados

Una limpiadora tira residuos médicos en un gran contenedor abierto en el Hospital Guru Nanak Dev de Amritsar (India), el 11 de junio de 2020.

(AFP/Narinder Nanu)

Fue un accidente que podría haberse evitado. Mientras un recogedor de residuos incineraba desechos infecciosos en el Hospital Connaught, el principal centro de derivaciones para adultos de Freetown, capital de Sierra Leona, una chispa que salió disparada del intenso fuego le saltó al ojo y se lo destrozó.

El trabajador no llevaba gafas de protección. El único equipo de protección que llevaba ese día era un mono de tela y unos guantes de cocina de goma. El accidente le incapacitó para seguir trabajando y, dos años después, sus antiguos compañeros notificaron al personal del hospital que el hombre había fallecido. “Dijeron que, de hecho, había perdido la vida a causa de la lesión ocular”, explica Mohamed Hashim Rogers, catedrático de Microbiología de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Sierra Leona. “No es un trabajo bien pagado, y el hombre había perdido un ojo. ¿Quién iba a cuidar de él?”.

Entre 2018 y 2019, en el marco de DiaDev, un proyecto de investigación que estudia los dispositivos de diagnóstico en la sanidad mundial, Rogers analizó los riesgos y los retos a los que se enfrentan los recogedores de residuos en las salas del Hospital de Connaught. Los resultados fueron impactantes, pero también típicos de los entornos sanitarios de los países de bajos y medianos ingresos.

Los estudios realizados en los diversos continentes sobre el aspecto más inmundo de la asistencia sanitaria –en particular un informe de 2011 de la ONG Health Care Without Harm (HCWH)– muestran que los centros sanitarios gestionan mal sus desechos. Los trabajadores que recogen esos residuos reciben escasa protección, una formación mínima, un salario mísero y ningún respeto.

La Organización Mundial de la Salud (WHO) estima que el 15% de los desechos de las actividades de atención sanitaria son peligrosos y pueden ser infecciosos, tóxicos o radioactivos. El informe de HCWH destaca que, cuando no se dispone de sistemas de eliminación, esos residuos suelen tirarse a la basura, lo que provoca la contaminación del agua, entre otros peligros para la salud y el medio ambiente, y expone a los carroñeros a residuos contaminados. Los servicios sanitarios de los países de bajos y medianos ingresos suelen quemar sus residuos, liberando en la atmósfera productos químicos tóxicos y, en muchos casos, agentes patógenos. El personal sanitario está formado para gestionar estos riesgos, pero las condiciones de trabajo de los recogedores de residuos son muy diferentes.

“Los miembros del personal que limpia el hospital y recoge los residuos corren a menudo más riesgo que el personal médico que los produce”, indica el informe de HCWH. “Suelen tener poca formación y capacitación y se presta poca atención a su bienestar y seguridad. Es raro que estén vacunados o que dispongan de equipos de protección adecuados. Los guantes de látex desechables que a veces se les proporciona son finos y ofrecen poca protección. En los climas más cálidos, la mayoría de los limpiadores solo llevan sandalias”.

“Caldo de cultivo de enfermedades”

Los residuos médicos deben clasificarse en su origen y, especialmente, los desechos punzantes (jeringuillas usadas) deben desecharse en cajas de plástico selladas. Pero los países de bajos y medianos ingresos rara vez cumplen esta norma básica. Rogers descubrió que el personal del Hospital de Connaught suele mezclar los residuos por error, a raíz de lo cual los manipuladores de desechos acaban recogiendo a mano residuos infecciosos de las bolsas.

“Sacan manualmente las bolsas de orina y sangre, las agujerean y dejan que el contenido se vierta [en un fregadero]”, explica Eva Vernooij, investigadora de la Universidad de Edimburgo y colaboradora en el proyecto DiaDev. Los trabajadores explicaron a Vernooij que no disponen de un grifo específico para lavarse las manos y que encima tienen que comprarse su propio jabón. Los trabajadores se ven además obligados a retirar los plásticos y cartones para reducir el volumen de los residuos, puesto que en la incineradora solo cabe una bolsa de residuos y el hospital genera 15 bolsas al día.

Los trabajadores amontonan fuera los desechos sobrantes para que los servicios municipales de recogida de basura los transporten a un vertedero de la ciudad. El problema es que, al estar mal clasificados, contienen residuos infecciosos. “A las tres o cuatro semanas aquello empieza a oler”, afirma Rogers. “Los perros y las ratas vienen a alimentarse de esos residuos”. Desesperados, los recogedores de residuos queman los excedentes al aire libre, y acaban inhalando el humo infeccioso y haciendo que lo respiren los pacientes y familiares del hospital cercano. “Todo ello constituye un caldo de cultivo para diversas enfermedades”, subraya Rogers.

Además de estos peligros, cada vez que un trabajador mete la mano en una bolsa de residuos se arriesga a que se le clave una aguja usada. Varios trabajadores se tuvieron que hacer la prueba del VIH tras sufrir lesiones accidentales. La OMS calcula que, de los 35 millones de trabajadores sanitarios que hay en el mundo, cerca de 3 millones se exponen cada año a patógenos de transmisión sanguínea, y más del 90% de estos casos se producen en los países de bajos y medianos ingresos. Esto significa que alrededor del 40% de las infecciones por hepatitis B y C y el 2,5% de la infecciones por VIH de los trabajadores sanitarios son atribuibles a la exposición a objetos punzantes en el ámbito profesional.

Ruth Stringer, coordinadora internacional de Ciencia y Política de HCWH, afirma que los trabajadores del sector de residuos rara vez denuncian este tipo de incidentes. “Creen que la culpa es suya, que les hace quedar mal”, afirma.

Una investigación llevada a cabo por Masum Patwary en Bangladés concluyó que los directores de las empresas de residuos no se consideran responsables de la protección del personal. Un gerente declaró: “No estamos obligados a adoptar medidas contra su destino”.

En concepto de todos los riesgos a los que se enfrentan, los trabajadores de Freetown reciben mensualmente 500.000 leones SLL (aproximadamente 48,75 dólares USD). Sin embargo, muchas veces, la empresa privada financiada por el Gobierno que contrata a los recogedores de residuos no les paga durante meses. Pero ellos siguen trabajando con la esperanza de que llegue el día de la paga.

Trato duro y estigmatización

Todos los trabajadores del sector de los residuos, no solo los que recogen los residuos médicos, reciben un trato duro y suelen estar estigmatizados, afirma Daria Cibrario, delegada de la Internacional de Servicios Públicos en el gobierno local y regional. “Nuestras sociedades no suelen valorar los residuos como un recurso. Más bien los consideran como algo sucio, a veces apestoso y contaminado”, afirma. “Nuestras sociedades prefieren no verlos”.

La estigmatización está vinculada al hecho de que los recogedores de residuos suelen ser trabajadores migrantes, marginados y racialmente discriminados, procedentes de los grupos socioeconómicos (o, en determinados países, de las castas) más pobres. En la India suelen pertenecer a la casta dalit, los “intocables”, que son los que realizan los trabajos de saneamiento. Por otra parte, los recogedores de residuos suelen tener un acceso limitado a la educación formal o a la formación profesional y, cuando proceden de países extranjeros, puede que no dominen el idioma local.

Cibrario señala que, a escala mundial, la gestión de los residuos como servicio público está “extraordinariamente mal financiada” y que eso se debe, entre otras cosas, a que los gobiernos nacionales de los países de bajos y medianos ingresos delegan muy poco poder en los gobiernos locales. Sin embargo, aunque la gestión de los residuos requiere supervisión local, en estos países únicamente el gobierno central puede asumir el elevado nivel de inversión necesario para construir unas instalaciones seguras, como, por ejemplo, vertederos e incineradoras adecuados.

Cuando un gobierno financia a las autoridades locales para que gestionen los residuos, la financiación suele ser insuficiente para conseguir una dotación amplia de personal y equipos, afirma Cibrario.

La delegada sindical pone el ejemplo de Túnez, donde, tras la revolución de 2011, el gobierno central delegó los servicios de gestión de residuos a los municipios. “No se proporcionó una financiación adecuada para el servicio”, indica. “No se mejoraron las infraestructuras para que los gobiernos locales pudieran dirigir unos sistemas eficientes de gestión de residuos”. En consecuencia, en 2019 más de 2.000 trabajadores de la gestión de residuos municipales se manifestaron para exigir unas condiciones más seguras y un reconocimiento por la función que desempeñan en el ámbito de la sanidad pública.

La afiliación sindical fue clave para que los trabajadores tunecinos del sector de residuos reclamaran el reconocimiento que merecen y unas condiciones de trabajo dignas. Cibrario afirma que, en los países donde la gestión de los residuos está organizada por los sindicatos de los servicios municipales, los trabajadores de la gestión de los residuos pueden llegar a representar algunas de las divisiones sindicales más fuertes, como sucede en Sudáfrica. No obstante, cuando los niveles de trabajo informal y precario son muy elevados, o cuando existen restricciones al derecho de organización, como sucede, por ejemplo, en la India, resulta más difícil que los trabajadores se sindicalicen.

Los recogedores de residuos se ven directamente afectados por la mala gestión de los residuos clínicos. Cuando la basura mal clasificada se desecha en vertederos abiertos, los recogedores y recicladores que se ganan la vida con los residuos se ven expuestos a heridas provocadas por jeringuillas, a agentes patógenos y a sustancias potencialmente radioactivas. Un estudio publicado por WIEGO en 2013 sobre los recogedores de residuos en un vertedero de Nakuru (Kenia) concluyó que los trabajadores se encuentran jeringuillas, sangre, compresas de algodón y medicamentos. Una investigación realizada en 2019 por la Universidad de Brasilia en el vertedero Estructural a cielo abierto de Brasil descubrió que los objetos punzantes, en particular las jeringuillas, provocan el 90% de los accidentes entre los recogedores de residuos.

Según una estimación del Grupo del Banco Mundial, como resultado de la pandemia de covid-19 la cantidad de residuos médicos ha aumentado hasta un 40%.

Las mascarillas usadas, los guantes, los kits de tests y los residuos punzantes de las vacunaciones se han sumado a los riesgos a los que se enfrentan los recogedores de residuos. Según una investigación de Women in Informal Employment: Globalizing and Organizing (WIEGO), el 61% de los trabajadores del sector de la economía informal de todo el mundo, incluidos los recogedores de residuos, han informado de un aumento de los riesgos para la salud en el trabajo.

“La pandemia exacerba lo que ya existía: ha añadido una estrato más de vulnerabilidad”, afirma Sonia Dias, especialista en residuos de WIEGO. Su organización ha estudiado el aumento de la estigmatización mundial de los recogedores de residuos como consecuencia de la pandemia. “Creen que nosotros [los recogedores de residuos] somos los que les vamos a contagiar la covid-19”, informó un recogedor de residuos de Durban (Sudáfrica).

Los recogedores de residuos han sido también a menudo los últimos en las listas de vacunación de covid-19, a pesar de estar prestando un servicio público. Hace poco, en junio de 2021, los barrenderos de São Paulo (Brasil) se declararon en huelga por no recibir las vacunas pese a haber estado trabajando durante toda la pandemia. En algunos lugares, la covid-19 ha arrojado luz sobre la situación de los recogedores de residuos y les ha valido cierto reconocimiento. Por ejemplo, en 2020, el Gobierno nacional de Colombia reconoció al colectivo de los recogedores de residuos como un servicio esencial. Sin embargo, Ana Carolina Orgando, investigadora asociada de WIEGO, afirma que probablemente esto sea a corto plazo. “Aunque se esté reconociendo la función que desempeñan los recogedores de residuos en los sistemas urbanos, no significa necesariamente que se esté traduciendo en políticas eficaces e inclusivas”, afirma.

De vuelta a Freetown, Rogers señala que para que la situación de los trabajadores del sector de los residuos hospitalarios mejore tienen que cambiar primero muchas cosas. Quiere más equipos de protección, una incineradora con mayor capacidad y salarios más altos. Pero, sobre todo, manifiesta que los trabajadores necesitan respeto. “¿Cómo podemos garantizar que dichos trabajadores se sientan valorados por lo que hacen?”, pregunta. “Deberían sentirse muy orgullosos de acudir a las salas de los hospitales, y deberían contar con el tiempo necesario para cumplir con su cometido”.

“En esta parte del mundo tenemos problemas económicos”, añade. “Pero, al fin y al cabo, si uno hace lo correcto, está contribuyendo a mejorar la sanidad”.

Este artículo ha sido traducido del inglés por Guiomar Pérez-Rendón