Reconstruir la confianza tras el terremoto de Albania

Reconstruir la confianza tras el terremoto de Albania

Photo of a temporary camp in Durrës set up after the disaster in November 2019, which left 50 people dead. Three months later, more than 10,000 people are still living in emergency tents.

(Louis Seiller)
News

"Inch’Allah, van a convertir Thumanë en algo hermoso, en algo jamás visto... Porque nosotros, nos sentimos abandonados con nuestros traumas". Como cada día, Devi y sus amigos, todos veinteañeros, tratan de apaciguar su angustia paseando por el devastado centro de la ciudad. Detrás de los niños que salen de la escuela, se extiende un descampado de ruinas, por el que hay esparcido ropa, juguetes, flores... Devi vio morir aquí a uno de sus amigos, atrapado bajo los escombros de su edificio. El terremoto del 26 de noviembre de 2019 sacudió de lleno a la pequeña ciudad de Thumanë, a 35 kilómetros de la capital, Tirana: 24 personas fallecieron sepultadas al derrumbarse sus casas (de un total de 51 víctimas).

Tres meses después del seísmo, nada ha cambiado en esta campiña albanesa en estado ruinoso, olvidada ya desde la caída de la dictadura estalinista en 1991. Los edificios materializan la interminable "transición" hacia la economía de mercado: acumulan defectos de construcción (se levantaron con artimañas facilitadas por la corrupción y la no intervención de las autoridades). Algunos no soportaron los 6,4 grados de magnitud del terremoto, cuyo epicentro se encontraba a sólo 20 kilómetros de distancia.

Los techos de las tiendas distribuidas por la Agencia Turca de Gestión de Desastres y Emergencias (TEDMA) se elevan por encima de los muretes de toda la pequeña ciudad. "La gente tiene demasiado miedo de entrar en sus casas", explica Devi, con los ojos rojos. "Incluso si los expertos han considerado su casa habitable, prefieren permanecer en las tiendas de campaña". A mediados de febrero, el Ministerio de Reconstrucción estimó que de las 17.000 personas que perdieron su hogar por el desastre, más de 10.000 continúan durmiendo en tiendas.

Imer no recibió una tienda de campaña. Este campesino, de unos cincuenta años, se resguarda junto a su esposa del frío de las noches de invierno en un invernadero en medio de su huerto. "Nos echamos las mantas a la espalda e intentamos dormir", dice amargamente, encendiendo un cigarrillo. "No pedí ser realojado porque aquí tengo mi tierra y mi campo, no puedo marcharme...". A pocos metros de su improvisado refugio, su destartalada casa de tejas naranjas y ladrillos blancos está marcada con una cruz amarilla. "La cruz amarilla significa que debe ser reparada", explica Devi. "Pero, por lo que he oído, la van a echar abajo y no sabemos exactamente lo que han decidido para la reconstrucción". En Thumanë, como en otras ciudades vecinas, la gente está ansiosa por saber cómo se materializará el renacimiento prometido por las autoridades.

Un balance agravado por la corrupción y el desenfreno urbanístico

A unos cincuenta kilómetros al sur, Durrës, la segunda ciudad del país y principal puerto de Albania, es una ciudad "mártir", que aún muestra las cicatrices del cataclismo: edificios por doquier destrozados, agrietados, sobre todo a lo largo de la playa o en el distrito del "antiguo pantano"; montones de ladrillos rotos yacen en el pavimento. Al pie de un enorme bloque de doce pisos, con las paredes interiores derrumbadas, un hombre de unos cuarenta años coloca un televisor en su coche. Vuelve a entrar por la puerta rota: el perímetro no está asegurado.

"Estuvimos alojados en un hotel durante dos meses y ahora nos han trasladado a un apartamento alquilado. Nos prometieron una ayuda para la vivienda, pero todavía no hemos recibido nada", se queja Lule, su madre, que lleva en brazos a su nieto de tres años. "El apartamento al que nos acabamos de mudar está vacío. No tenemos más remedio que entrar a recoger nuestras cosas, a subir estas escaleras en ruinas jugándonos la vida. ¿Qué otra cosa podemos hacer? No tenemos dinero para comprar muebles nuevos".

Muchos de los edificios, con cinco o 50 años de antigüedad, han destapado sus deficiencias en una región aquejada por una actividad sísmica particularmente alta. Más de 80.000 edificios han sufrido daños y sus desperfectos ascienden a más de 900 millones de euros, según un informe presentado por el Gobierno albanés. Mientras el país se abre al turismo de masas y construye residencias de lujo en la capital y en la costa, a un ritmo frenético, la catástrofe ha puesto de manifiesto las grandes privaciones que padecen la mayoría de los albaneses. La tasa de pobreza sigue siendo del 34%, según el Banco Mundial. El terremoto y su impacto en la actividad económica sumirá a 26.000 personas más en la pobreza, según datos gubernamentales.

La catástrofe fue un fenómeno natural, es cierto, pero la magnitud del costo humano y material que ha tenido se explica también por la urbanización desenfrenada de los últimos 30 años y la negligencia de las autoridades, que no elaboraron planes de desarrollo adecuados, ni mantuvieron el dinero lejos de las redes delictivas. El escritor y polemista albanés Fatos Lubonja, en una entrevista con Equal Times, no duda en describir este desarrollo urbanístico como "una manifestación extrema del sistema neoliberal donde los políticos son los gestores de los intereses delictivos". En Albania, son comunes los edificios de diez pisos, a pesar de que la legislación sólo permite cuatro o cinco...

"Debido a estos conflictos de interés, al Estado no le interesa que las ciudades tengan planes urbanísticos que determinen, por ejemplo, la altura de los edificios en función de las zonas sísmicas y geológicas. Este Estado ha eludido las instituciones públicas que controlan los procesos de construcción, dejando la edificación en manos corruptas y criminales", acusa Lubonja.

La reconstrucción anunciada costará más de 1.000 millones de euros. Los trabajos comenzarán en primavera, pero las autoridades tendrán también el reto de reconstruir la maltrecha confianza de la población. Los albaneses todavía tienen en mente las primeras imágenes de la catástrofe, en las que los habitantes y las fuerzas policiales locales sólo tenían sus manos y palas para intentar salvar vidas. Pasaron muchas horas hasta que llegó la ayuda, especialmente los efectivos del extranjero, suficientemente equipados y organizados. "Con esta experiencia, es comprensible la desconfianza de los albaneses en una reconstrucción rápida y honesta", afirma Lubonja.

Desde 2017, Albania ha caído 23 puestos en el Índice de Percepción de la Corrupción que publica la ONG Transparencia Internacional. El primer ministro, Edi Rama, lleva casi siete años al frente del país, que hoy ocupa el puesto 106º del índice, de un total de 180. Sin embargo, el gobierno quiere estar a la altura de las circunstancias y ha anunciado su intención de imponer en el sector de la construcción normas más estricta y modernas. Las autoridades también han iniciado procedimientos penales contra los responsables de los abusos en la construcción. Desde diciembre, han sido arrestadas docenas de personas, desde ingenieros a arquitectos o funcionarios.

En Thumanë, Imer nos muestra los árboles frutales y el campo que ahora es su única riqueza. Aunque dice confiar en que el gobierno devuelva la vida a su pueblo, sigue preocupado. Como casi la mitad de la población albanesa, carece de título de propiedad de su terreno. "Quien tiene dinero, puede conseguir documentos legales. Para los demás, no es lo mismo", resopla mientras contempla los escombros. "Si me quitan mis tierras sería como una segunda muerte para mí después del terremoto...".

This article has been translated from French.