Retratos de mujeres que están cambiando la agricultura francesa

Retratos de mujeres que están cambiando la agricultura francesa
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Cada vez son más las agricultoras que ponen en tela de juicio las tradiciones familiares y locales en viñedos, campos o ganaderías, y trabajan en coherencia con sus valores. "Siento una gran admiración por la nueva generación de mujeres agricultoras", afirma Babeth, una agricultora que se hizo cargo y gestionó la granja familiar de Gan, cerca de Pau, en los Pirineos Atlánticos, hasta su jubilación. Para ella, no cabe duda de que las mujeres de hoy están tomando decisiones ambiciosas. Una constatación que las instituciones confirman empíricamente en sus estadísticas oficiales. En 2017, el Banco Mundial mencionaba que "las mujeres están transformando la agricultura en todo el mundo, ya sea trabajando en el campo o desde un laboratorio, para hacerla más resisliente y sustentable".

En Francia, según el Ministerio de Agricultura y Alimentación, "las mujeres son las fuerzas motrices del desarrollo de nuevas actividades". Una influencia favorable, que cobra mayor importancia si cabe en el contexto del actual cambio climático. La agricultura, responsable del 23% de los gases de efecto invernadero, según un informe del IPCC publicado en 2019, gran consumidora de productos fitosanitarios y cada vez más productivista, está en el punto de mira por su impacto medioambiental. La apuesta por el cambio es alta. Lamentablemente, sigue habiendo pocas mujeres al frente de fincas agrícolas. En Francia, sólo una cuarta parte de las explotaciones las dirigen agricultoras.

En el suroeste de Francia hay una región que no esperó al movimiento feminista para permitir que las mujeres pudieran heredar las tierras. Las mujeres de Béarn pueden heredar las tierras de su familia desde el siglo XI.

Para Equal Times, la periodista Tiana Salles y la fotoperiodista Victorine Alisse, nietas ambas de agricultores, partieron en junio de 2020 a conocer a estas mujeres que producen nuestros alimentos. A lo largo de las carreteras y caminos, conversaron con mujeres de varias generaciones, artífices de una agricultura ejemplar, y observaron su vida cotidiana.

 

Babeth poses in the kitchen of the family farm, near Pau. A peasant farmer’s daughter, she took over a farm on her own before her husband joined her. Her goal is first to continue the work of her parents, selling directly to local customers. “We were making progress as best we could. You cannot put a price on the recognition of our produce that we get from our customers and the sense of pride it gives us,” she says.

Photo: Victorine Alisse

Cuando se hizo cargo del negocio familiar, en 1980, Babeth ya tenía a sus espaldas una vida profesional como educadora y carecía de títulación en agricultura, de ahí que no fuera elegible para recibir las ayudas a jóvenes agricultores por primera instalación. Además, las actividades de su granja (ganadería, cultivo de narcisos, frutas del bosque) no entran en el ámbito de la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea, "¡Pero a quién le importa!", Babeth hizo de su singularidad una fortaleza: la de no incorporarse a un sistema que no va con ella.

Esta agricultora comprometida tampoco duda en defender su visión de la agricultura participando en un sindicato agrícola. Babeth se afilió a la Confédération Agrícola, en la que sigue militando de vez en cuando, a través de sopas solidarias o de acciones ocasionales de protesta o de sensibilización en los supermercados. Hace campaña por la preservación de determinadas prácticas agrícolas y la venta local. A nivel agrícola, "participé en la creación y el desarrollo del cultivo en asociación de frijoles y maíz de Béarn", cuenta con orgullo. Un frijol plantado junto a una antigua variedad de maíz, crea, según los principios de la permacultura, una complementariedad entre especies y evita el uso de productos fitosanitarios.

 

Nathalie chose to pose with her dog who accompanies her whatever she is doing on the farm. She took over the farm, in Rébénacq, at the foot of the Pyrenees National Park, in 2005, and has chosen to develop organic goat breeding and the sale of cheeses.

Photo: Victorine Alisse

Nathalie se hizo cargo de la granja de sus padres cuando estos llegaron a la edad de la jubilación y estaban considerando alquilar las tierras. "Ellos ni se planteaban que yo pudiera encargarme de la granja". Pero Nathalie no lo dudó ni un segundo. Su vida de empleada en una fábrica de conservas de pato no la llenaba y decidió hacerse cargo de las tierras familiares y establecerse allí. A pesar haber aprendido el oficio con sus padres, que tampoco tienen diplomatura alguna en agricultura, Nathalie no tiene derecho a percibir ninguna ayuda a jóvenes agricultores por primera instalación (DJA).

Se propuso entonces adquirir todas las cualificaciones necesarias. Una experiencia que la marcó: "Aprendes a manejar los productos químicos, a tratarlo todo. Me negué a seguir ese curso". Le resultaba imposible poner en práctica métodos que van en contra de sus convicciones. Por lo que su granja acabó obteniendo la certificación AB - Agricultura Bio. Sin embargo, Nathalie desea llevar su visión más lejos.

 

On her farm, Nathalie raises goats, a few cows and chickens. Here, Nathalie feeds her animals in the early morning. She wants to give them attention: “An animal really has a conscious mind and you can know everything about them”.

Photo: Victorine Alisse

Nathalie ha desarrollado una sensibilidad hacia los animales a lo largo de los años. "Cuando empecé no la tenía. Pero cuando eres madre, hay cosas en la cría de animales que ya no puedes hacer. Por ejemplo, separar al nacer a los cabritillos de su madre y enviarlos en camión –para engordarlos en otro lugar–. Una práctica inevitable si se quiere conseguir leche de cabra suficiente para cubrir la demanda de los consumidores –el cabrito toma demasiada leche y su carne no se vende apenas en Francia, dado que no forma parte de los hábitos de consumo del país–.

Tampoco le gusta tener que pasar mucho tiempo fuera de la granja. Nathalie vende directamente en los mercados. "La cooperativa compra nuestros quesos a precios bajos, la venta directa es más rentable y permite un contacto directo con el consumidor". Pero este sistema tiene sus límites y hay que asegurarlo todo. Además de cuidar a los animales, mantener la granja, procesar el producto, tiene que ocuparse de las tareas administrativas y de la venta. "La comercialización es un trabajo a tiempo completo. Concretamente, si estoy en un circuito de comercialización corto, me obliga a estar fuera parte del tiempo". La granja funciona, pero no podría conseguirlo sin la ayuda voluntaria de sus padres cuya edad es ya avanzada. Por eso Nathalie desea evolucionar y lleva madurando un proyecto desde hace meses.

 

Nathalie puts the fresh goat cheese in a pot where it will turn into tome. She is considering whether to reorganise her sales system, to develop the breeding of more rustic breeds of goats and to diversify production on her farm.

Photo: Victorine Alisse

Su proyecto consiste en convertir al consumidor en parte integrante de su granja, algo como los AMAP, a microescala. Le gustaría contraer un compromiso anual con las familias: estas comprarían el equivalente a una (o media) cabra. A lo largo del año, recibirían queso, leche, yogur... así como carne de cabra. Este sistema permitiría no separar a la cría de su madre al nacer. Su propósito sería dejarla vivir tres meses con la madre. "Este sistema humaniza la granja, porque permite que la gente se involucre", explica Nathalie. Lo que quiere es crear un vínculo entre la población de la ciudad y el campo y permitir a las familias ir a la granja un día a la semana.

Nathalie también espera llegar a ser independiente, no depender de las ayudas de la PAC, asegurarse unos ingresos dignos y recuperar la satisfacción del vínculo con el consumidor. Y no se detiene ahí, a largo plazo, también tiene en proyecto desarrollar la cría de razas de cabras más resistentes y diversificar la producción de su granja.

 

In addition to selling honey, Hélène makes various types of gingerbread, cookies and honey in her workshop. She then sells her produce in local markets and in grocery shops in the region. “Local, direct sales, was part of our core values, it was so obvious.”

Photo: Victorine Alisse

Esta ex trabajadora social del sistema de educación popular se recicló profesionalmente para unirse a su marido, Damián, que era pastor, antes de que dejara su rebaño de ovejas por el de abejas. Juntos establecieron un negocio en Bedous, un pequeño pueblo en el Valle de Aspe. Por el momento, Hélène desea dar prioridad a su vida familiar. Aunque a largo plazo le gustaría cuidar más de las colmenas, se dedica principalmente a la fabricación de productos derivados y a la venta, lo que le da más flexibilidad.

Al establecerse en un pequeño pueblo de montaña, han elegido una región alejada de los grandes cultivos, lo que les permite preservar sus colmenas de los efectos nocivos de los agroquímicos. Aunque las colmenas se salvan más o menos de los productos fitosanitarios, no pueden escapar a las consecuencias del cambio climático: las precipitaciones se vuelven aleatorias y las temperaturas alcanzan regularmente picos. "A las abejas les resulta muy difícil hacer miel", explica Hélène. Por lo tanto, será difícil que su producción aumente. Para poder desarrollar su actividad, planean abrir un espacio pedagógico en torno a las abejas y la miel.

 

Irène, an organic wine grower, was born on the Latapy estate, on the Gan Heights, in Béarn, which she inherited and which she continues to cultivate today.

Photo: Victorine Alisse

Irene lleva las riendas de una finca típica de la región desde hace 25 años. Mientras sus padres criaban vacas lecheras y ovejas de carne y cultivaban algunas uvas para la bodega cooperativa, Irene optó por convertirla en una finca vinícola íntegramente. Esta descendiente de "campesinos labradores", de carácter fuerte, maneja su finca a su manera. "Tengo una visión muy familiar del negocio y pido prestado muy poco". Poseer un tractor de última generación no le interesa lo más mínimo.

Esta empresaria de ideas sin fin, no duda en ampliar sus actividades. Cada año, innova para asegurar sus ingresos sin depender de nadie y poder vivir como ella lo entiende, con un espíritu de compartir. "No he hecho nada para tener este magnífico lugar. Quiero mantenerlo vivo y compartirlo con los demás". Es una casa rural, acoge a grupos y circuitos de caminatas, actividades relacionadas con el vino y, pronto, un escape room. Irene parecer no detenerse jamás. Y si encuentra a alguien que pone obstáculos en su camino, no se desanima, "A la gente que a quien no gusto ¡que les den!".

 

At the end of each day, Irene goes back down to her fields and trims the vines. The years go by, but her love of the vine remains intact. “Every year I feel like I’m giving birth. There is a close link between motherhood and a vineyard,” says Irene.

Photo: Victorine Alisse

Sus 4,7 hectáreas de vides son como sus hijos. Un vínculo que va de la mano a su respeto por el medio ambiente. La finca tiene certificación ecológica desde 2012, pero Irene lleva aplicando estos métodos desde 2003. Una filosofía que parece haberle llegado gradualmente, emulando a otros viticultores de la región. "No lograba memorizar los nombres de las moléculas químicas y los cursos sobre agricultura ecológica eran interesantes. Era nuestro deber, y punto". El primer año fue de prueba; el segundo, lo adoptaron y, a partir de ahí, jamás dieron marcha atrás. "En tres años se empiezan a ver los efectos, y después de 25 años, es simplemente maravilloso contemplar la biodiversidad que se ha desarrollado", dice. El año pasado, encontró una orquídea al pie de sus viñas. Una flor desconocida hasta ese momento en la finca. Aunque suponga perder algo de la cosecha, no quiere estropear estos "tesoros de la naturaleza".

 

At around 6 p.m., Jessica does the evening milking. She is accompanied by her apprentice and an intern, a student at an agro-development college, to whom she is giving advice on her first day.

Photo: Victorine Alisse

Jessica posee una ganadería de vacas Jersey. Esta raza rústica produce poca leche, pero de gran calidad, reconocida por su riqueza nutricional. Con ella produce queso, leche cruda y mantequilla, que vende en las mesas gastronómicas de la costa vasca, e incluso en una clínica de Burdeos, para tratamientos de la piel. Un tipo de ganadería atípica que Jessica, de 28 años de edad, estableció cuando se hizo cargo de la granja familiar, en 2012. Entonces, su padre era dueño de un rebaño de vacas prim’holstein y tenía un contrato de venta en exclusiva con una cooperativa lechera. La producción funcionó bien hasta 2008, año en el que la crisis económica llevó a un descalabro de los precios de la leche. Las deudas se acumularon y, en 2012, la granja familiar, que llevaba en funcionamiento desde hacía cinco generaciones, quedó al borde de la bancarrota.

Jessica decidió entonces poner en marcha un proyecto de transformación global: cambió la raza y la alimentación de las vacas, se pasó a la venta directa y empezó a elaborar queso. Una transformación radical que su madre apoyó desde el primer momento, pero que a su padre le resultó más difícil de aceptar, ya que se ponía en cuestión la forma en que él había trabajado toda su vida. Pero, aunque lleve tiempo, Jessica insiste en que el cambio debía hacerse en familia. "Hemos cambiado completamente el sistema. Cambiamos la granja y nosotros con ella". Hoy, la familia ha saldado sus deudas y la granja es reconocida por la calidad de su producción. El éxito de Jessica es una victoria familiar.

This article has been translated from French by Eva López Cabello