Sí al Kurdistán, pero no a cualquier precio

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Este lunes se celebra el referéndum [no vinculante] de autodeterminación del Kurdistán iraquí. Hace poco presencié un enfrentamiento que me dejó de piedra y que simboliza las tensiones que suscita este escrutinio, en el que la mayoría de los votantes debería expresar su apoyo a la independencia de su región respecto a Bagdad.

Desde el tranvía bruselense en el que me encontraba pude ver a un joven de unos 20 años arrancar la bandera del Kurdistán que ondeaba detrás de un coche. En tono amenazante, el joven nacionalista, que blandía el símbolo de los Lobos Grises (el movimiento ultranacionalista turco), dejó claro al conductor del vehículo que no podía circular en su barrio con esa bandera. A los pocos segundos, pasaron a las manos.

Esta escena de violencia tuvo lugar en un barrio del municipio de Schaerbeek, en Bruselas, donde vive una nutrida comunidad turca, en su gran mayoría fervientes defensores del presidente Recep Tayip Erdogan y del MHP, el partido turco de extrema derecha.

Después de presenciar esta triste escena me pregunté hasta dónde llegará el nivel de violencia en Oriente Medio si los kurdos de Irak llegan a anunciar su independencia tras referéndum.

Los kurdos son uno de los mayores grupos étnicos del mundo que carecen de Estado. Víctimas del cálculo estratégico de las grandes potencias imperialistas en los tratados de Sèvre y Lausana, quedaron divididos, reducidos a minorías y condenados a vivir en cuatro Estados (Irán, Irak, Siria y Turquía).

Sus derechos más fundamentales han sido pisoteados por el nacionalismo turco y árabe. Desde la creación de la República, Turquía intentó asimilarlos bajo el lema "un solo pueblo, un solo idioma, un solo territorio".

La suerte de los kurdos no ha sido mucho más gloriosa en Irak. La monarquía hachemita, instalada en el poder por los británicos, acalló las múltiples revueltas kurdas e intentó asimilarles a la cultura árabe. Desde hace más de un siglo vienen estallando incontables insurrecciones kurdas, que no han logrado ni un Estado independiente, ni siquiera el respeto de sus derechos fundamentales.

Además, las diferencias ideológicas entre los distintos dirigentes y partidos políticos kurdos han conducido a los kurdos hacia un impasse cuyos efectos se sienten incluso hoy.

Sin embargo, en Siria se ha puesto en marcha una auténtica revolución social. Al tiempo que combaten contra los distintos grupos jihadistas, los kurdos luchan por establecer un sistema confederal democrático que pretende ser una alternativa al capitalismo y al Estado-nación. Desde 2012 se han creado tres cantones, en Kobane, Jezire y Afrin. Se trata de los primeros pasos de una autonomía frágil en la que todos los pueblos están representados (kurdos, árabes, asirios, cristianos, caldeos, alahuitas), con un sistema de gestión que respeta la igualdad entre los hombres y las mujeres.

Los kurdos de Turquía han intentado seguir este ejemplo, pero se ha saldado con el arresto y encarcelamiento de numerosos dirigentes y diputados del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), elegidos democráticamente en las ciudades kurdas.

Lamentablemente, el referéndum de autodeterminación del Kurdistán iraquí, aunque sea legítimo, no propone al pueblo kurdo de Irak ninguna alternativa al Estado-nación.

Se puede constatar en todo el mundo que el capitalismo, el Estado-nación y el industrialismo no son alternativas viables para los pueblos. Conducen a la humanidad a la catástrofe, en el sentido económico, social y medioambiental. Por ello, este modelo no debería ser la respuesta al desamparo y la opresión del pueblo kurdo. Los kurdos de Irak no deberían jugar la carta del nacionalismo, pues corren el riesgo de inflamar la región, que se convertiría en escenario de enfrentamientos violentos entre las distintas confesiones y grupos étnicos.

Además, la historia ha demostrado en múltiples ocasiones a los kurdos que no pueden confiar en sus aliados. En el caso de que les retiraran su apoyo, los kurdos se encontrarían solos frente a sus vecinos turcos, árabes e iraquíes, opuestos todos a su independencia.

Para evitar la catástrofe de una guerra civil, los kurdos de la región deberían empezar poniéndose de acuerdo sobre una unidad nacional, para lograr unir sus fuerzas frente al nacionalismo turco y árabe. Deberían, asimismo, reflexionar juntos sobre las mejores soluciones para los kurdos, pero también para todos los pueblos oprimidos de la región.

This article has been translated from French.