Si los sindicatos no frenan el poder corporativo, ¿quién lo hará?

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El domingo 18 de mayo de 2014 dará comienzo en Berlín el 3er Congreso Mundial de la CSI. La Confederación Sindical Internacional (CSI) representa el mayor movimiento democrático del mundo. Se estima que el Congreso congregará a alrededor de 1.500 personas procedentes de 161 países y 365 centrales sindicales nacionales, en un único movimiento sindical y representando a los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.

Trágicamente para los trabajadores/as, los líderes mundiales no han defendido las políticas necesarias para garantizar unas democracias seguras e inclusivas y un planeta sostenible para el Siglo XXI.

Los líderes mundiales y las instituciones internacionales están aplicando programas económicos que han venido a crear mayor desigualdad y un desempleo devastador, coartando las democracias en todo el mundo.

Incluso la “Europa social”, donde los derechos y las protecciones tradicionalmente siempre han sido fuertes, está siendo atacada. Las políticas de ‘ajuste estructural’ de las décadas de 1980 y 90 paralizaron el desarrollo en los países más pobres, del mismo modo que hoy en día la ‘austeridad’ está deteriorando el empleo, el crecimiento y la inclusión en demasiadas naciones desarrolladas.

La economía mundial no es más estable en 2014 que hace siete años.

El sector empresarial y sus partidarios políticos han aprovechado la ‘gran recesión’ para inclinar la balanza del poder firmemente a favor de las grandes corporaciones y a expensas de la población en general. Han conseguido revertir décadas de progresos conseguidos por los sindicatos y otras fuerzas progresistas.

Decisiones económicas, como recortar la negociación colectiva, restringen los derechos de los ciudadanos y han contribuido a minar la confianza en los Gobiernos, según indica el informe Nuevos Frentes, de la CSI.

El descrédito de las instituciones es considerable, y los ciudadanos del mundo entero confían cada vez menos en los Gobiernos, que dan prioridad a los intereses comerciales por encima del bienestar de los trabajadores y trabajadoras.

Apenas el 13 por ciento de las personas entrevistadas en la Encuesta Global 2013 de la CSI piensa que su Gobierno antepone los intereses de las familias trabajadoras. La gran mayoría de las personas considera que debe ponerse freno al poder corporativo.

La mitad de la población mundial se ha visto afectada directamente o en su entorno familiar por el desempleo o la reducción de horas de trabajo. Más de la mitad tiene un trabajo vulnerable o irregular y el 40 por ciento lucha por sobrevivir en la desesperación de la economía informal.

Esto no es ni aceptable ni sostenible.

El papel central que tienen la negociación colectiva, un salario vital y la protección social constituye la clave para reducir las desigualdades y asegurar el trabajo decente.

Esto implica que el diálogo social es fundamental para la democracia, el desarrollo económico y la cohesión social. La negociación colectiva a nivel nacional y sectorial garantiza la protección de los derechos de los trabajadores/as. La capacidad de los sindicatos nacionales para negociar con los empleados e influir en las políticas de los Gobiernos es esencial para garantizar el poder de los trabajadores y trabajadoras.

 

Encabezando la lucha

En todo el mundo los sindicatos encabezan la lucha por un cambio económico y social. Reclaman justicia económica y social, con políticas basadas en una distribución justa de los ingresos, en lugar de las promesas vacías de la austeridad neoliberal.

Sabemos que los trabajadores y trabajadoras necesitan empleos de calidad, un piso de protección social y un salario mínimo vital. Lamentablemente, cientos de millones de trabajadores/as ven denegado de momento su derecho a un salario mínimo con el que puedan vivir con dignidad, mientras que más del 75 por ciento de la población no dispone de protección social o tiene una protección inadecuada.

Pese a las pruebas concluyentes de que las políticas neoliberales resultan destructivas e ineficaces, las instituciones financieras internacionales continúan presionando a los Gobiernos para que se plieguen al poder de los mercados financieros, y los Gobiernos se han dejado intimidar.

Los reguladores no predijeron ni previnieron la crisis económica y siguen fracasando a la hora de evitar la ambición y la destrucción ocasionada por el capital especulativo. Se presiona a los Gobiernos para salvaguardar el capital especulativo a través de garantías y rescates financieros, a costa de los contribuyentes actuales y las futuras generaciones. Como consecuencia de ello, nuestras sociedades se están volviendo cada vez más desiguales, y la mayoría de los pobres del mundo viven actualmente en países con renta media.

Los sindicatos insisten en que existen alternativas a esto, alternativas a las medidas de austeridad punitivas e ineficaces que han causado tanto daño. En su lugar, pedimos:

• inversión en empleo, en infraestructura, en el sector de cuidados y en la economía verde

• incrementar la participación de la mujer en el mercado laboral hasta alcanzar cifras equivalentes a la de los hombres, e incluir a la gente joven a través de garantías para la juventud

• formalizar los puestos de trabajo en el sector informal garantizando derechos, salarios mínimos vitales y protección social

• una reforma fiscal progresiva

• erradicar los paraísos fiscales y poner fin a la evasión fiscal por parte de las corporaciones a través de la erosión de la base impositiva y la transferencia de activos

• inversión a largo plazo, por ejemplo en infraestructura y protección social

• reformas financieras que pongan freno a la especulación, incluyendo una tasa sobre las transacciones financieras

Pedimos inversión en unos servicios públicos de calidad, en la economía de cuidados, donde la dignidad del trabajo decente supone también cuidados y oportunidades dignos para nuestras familias y comunidades

Y exigimos que se ponga fin a la infravaloración del trabajo de la mujer. Nos movilizamos para crear una agenda económica para la mujer, a fin de conseguir que la igualdad de género se haga realidad en todo el mundo, para formalizar los puestos de trabajo de las mujeres marginadas por el modelo económico dominante, y para realizar la igualdad de participación y de derechos para la mujer en el trabajo, incluso en nuestro propio movimiento sindical, a través de la campaña ¡Cuente con nosotras!

Reconocemos que la educación pública, una sanidad asequible, protección de la infancia, cuidados infantiles, cuidados para los ancianos, protección de la maternidad, apoyo a los discapacitados, y programas activos del mercado de trabajo, son algunos de los signos distintivos de unas sociedades dignificadas.

La incertidumbre a la que se enfrenta la población crea descontento y mata su esperanza. Exigimos un plan que aporte la garantía de un nuevo pacto social. Exigimos esperanza. Empleo, empleo y empleo – trabajo decente apoyado por un marco global de derechos.

Exigimos que los Objetivos de Desarrollo Sostenible post-2015 incluyan objetivos para el pleno empleo, trabajo decente y un piso de protección social, incluyendo educación universal, gratuita y de calidad y el acceso asequible a la asistencia sanitaria, seguridad alimentaria, agua, saneamiento y energía. Las acciones globales en relación con el VIH-SIDA deberán seguir siendo prioritarias.

Tenemos una visión respecto a un futuro positivo para los trabajadores y trabajadoras y sus familias, moldeado por un movimiento sindical mundial fuerte. Dicho movimiento puede organizar y movilizar a su inmensa membresía para alzarse unidos contra los intereses creados de los mercados y del capital sin regular.
El mundo debe cambiar, es necesario reequilibrar el poder y los sindicatos tienen previsto impulsar este cambio en tres grandes frentes.

Tenemos que poner fin a la esclavitud. Estados esclavos como Qatar, el país más rico del mundo, no pueden arrastrar a las empresas y a los Gobiernos al ser absorbidos por el vórtice del gran capital, de manera que todos ellos guarden silencio respecto a los trabajadores y trabajadoras reducidos a la esclavitud en beneficio de los más ricos.

No podemos sentarnos de brazos cruzados y ver como los trabajadores y trabajadoras en países como Camboya son tiroteados y encarcelados por orden gubernamental y con el apoyo de las autoridades locales, por el hecho de haber convocado una huelga reclamando un salario mínimo vital de apenas 160 USD al mes.

También en Bangladesh, Indonesia y otros países situados en la cadena de suministros de las grandes corporaciones que luego venden sus productos a otros trabajadores/as. Por apenas unos centavos extra en el precio de las prendas de vestir o unos dólares más en el precio de artículos de electrónica, todos los trabajadores y trabajadoras podrían ganar un salario mínimo que les permita vivir con dignidad. Aspiramos a conseguirlo.

No habrá empleos en un planeta muerto. Si nuestros Gobiernos no asumen su responsabilidad a negociando un tratado que estabilice el clima, tendremos que movilizarnos. Tenemos que lograr una transición justa, contando con la financiación necesaria para apoyar a las nacionales y las comunidades vulnerables. Se pueden crear empleos aplicando la justicia climática, empleos para nuestros hijos y nuestros nietos. Nuestro mensaje a las empresas responsables es que ya es hora de tomar medidas – porque aquellos de entre sus filas que están sacando beneficios ponen en peligro su sostenibilidad y la nuestra.

La CSI está orgullosa de nuestro movimiento global inclusivo de trabajadores y trabajadoras, y permaneceremos a su lado y al de sus familias mientras reforzamos el poder de los trabajadores y las trabajadoras para consolidar la democracia y la libertad, reivindicar derechos y negociar colectivamente para lograr un mundo socialmente justo.