Si podemos tener salarios mínimos, ¿por qué no tener también salarios máximos?

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Me encontraba en una reunión de académicos en la que estábamos hablando de los salarios mínimos. El debate derivó a la creciente desigualdad, y a la dificultad de hacer algo para paliarla.

Pregunté; “¿por qué no tener un salario máximo?”

Decir que la idea fue recibida con incredulidad sería poco.

“¿Así que quieres que volvamos al control de precios?” fue una de las respuestas.
“¿Cómo sería posible decidir el monto de un salario máximo?”, fue otra.

Entonces, ¿por qué la asimetría? ¿Por qué la idea de fijar un salario máximo es considerada como descabellada por parte de los economistas?

El problema es muy claro. Todo demuestra, tanto en los EE.UU. como en el Reino Unido, que los ingresos del uno por ciento de la población con mayores salarios aumentan con mucho mayor rapidez que la media.

Aun cuando la proporción del ingreso del uno por ciento que más dinero gana descendió drásticamente en el Reino Unido en 2010, la demostración más reciente de los EE.UU. apunta a que esta disminución puede ser solamente un problema pasajero causado por la recesión.

El último informe de la organización independiente del Reino Unido que supervisa los altos salarios, el High Pay Centre, afirma:

“El sueldo anual característico par el director general de las empresa del índice FTSE 100 aumentó de unos 100 y 200 mil libras esterlinas a principios de la década de los años 1980 a poco más de 1 millón de libras en los albores del siglo XXI y a 4,3 millones de libras en 2012, un salto que representa aproximadamente 20 veces el sueldo del trabajador medio del Reino Unido en la década de los años 1980, 60 veces en 1998 y 160 veces en 2012 (el año más reciente del que se disponen cifras completas).”

Creo que los intentos de algunos economistas y periodistas de desviar la atención de este problema son muy reveladores.

La táctica más común consiste en hablar de formas alternativas de medir la desigualdad, cuando lo que es realmente extraordinario, y motivo de preocupación para muchas personas, es el aumento de los ingresos de los que más ganan.

La idea según la cual no hay que preocuparse por la desigualdad nacional, en la medida en que ha disminuido a nivel mundial es de lo más estrafalaria.

 

¿Desigualdad entre los que más ganan?

¿Qué hay detrás de este enorme aumento de la desigualdad entre los que más ganan?

El problema del argumento según el cual solamente representa una mayor productividad de los altos ejecutivos es que este aumento de la desigualdad es mucho más notable en el Reino Unido y Estados Unidos que en otros países, aunque no haya pruebas tangibles de que los altos ejecutivos de las empresas con sede en el Reino Unido y los Estados Unidos hayan superado sustancialmente los resultados de sus homólogos extranjeros.

Abordé este tema en una intervención que publiqué sobre un artículo de Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Stefanie Stantcheva en el que establecen un modelo de negociación donde los más altos ejecutivos pueden dedicar más o menos esfuerzos a explotar su monopolio de poder en el seno de una empresa.

Según este modelo, los altos ejecutivos del Reino Unido y los Estados Unidos han estado dedicando desde 1980 más esfuerzos empresariales que sus homólogos en el extranjero. ¿Por qué? Según el artículo de Piketty y otros, una respuesta podría ser la reducción de los altos tipos impositivos que se observó en la década de los años 1980 en ambos países, consiguiendo así que los rendimientos del esfuerzo resultaran mucho mayores.

De creer esta explicación, una solución sería, pues, volver a subir de nuevo los tipos máximos de impuesto.

Sin embargo, aun si esta explicación no satisface, es imposible no sospechar que este aumento de la desigualdad representa una determinada forma de falla del mercado.

Y hasta el primer ministro británico, David Cameron, está de acuerdo.

La solución que el Gobierno británico ha intentado aplicar es la de dar más poder a los accionistas de la empresa.

El High Pay Centre señala: “Hasta el momento, los accionistas no han utilizado su nuevo poder para votar en contra de las propuestas de salarios de los ejecutivos en ninguna empresa del FTSE 100.” Aun cuando, según señala el FT, cada vez son más comunes las “revueltas” de accionistas.

 

Simetría en los salarios

Mi colega Brian Bell y John Van Reenen, de la London School of Economics, observaron en un reciente estudio “que las empresas con una amplia base de inversores institucionales vinculan de forma simétrica la remuneración al rendimiento mientras que el accionariado con pocos inversores institucionales protege los salarios a la baja”.

Sin embargo, también señalan que “uno de los grupos de trabajadores que recibió la mayor parte de las ganancias entre los que tenían ingresos más altos en la última década [son] los del sector financiero... [y]... la crisis financiera y la Gran Recesión apenas afectaron a los banqueros”.

De modo que el aumento del poder de los accionistas solamente puede tener un reducido efecto sobre el problema.

Entonces, ¿por qué no pensar en un salario máximo? Una posibilidad es limitar los salarios más altos según un múltiplo de los salarios más bajos, como se propuso en un reciente referéndum suizo.

Este referéndum fue bastante draconiano al proponer un múltiplo de 12, sin embargo, recibió un amplio margen de apoyo de la población (el 35 por ciento a favor, 65 por ciento en contra).

Los suizos votaron para prohibir las “primas de bienvenida y los broches de oro”. Una idea interesante es vincular el salario máximo al salario mínimo, ¡lo que incentivaría a los altos ejecutivos a promover el aumento de los salarios mínimos!

Obsérvese que estas propuestas no tendrían ningún efecto desincentivador sobre el empresario autónomo.

Si acaso los economistas han examinado estas diversas posibilidades, yo no me he enterado.

Una posible razón por la que muchos economistas parecen resistirse a esta idea es que les recuerda demasiado aquellos “viejos tiempos” en que las políticas de ingresos y los gobiernos intentaron fijar “salarios justos”.

Pero esta es una reacción exagerada, ya que un salario máximo no sería más que la contrapartida del salario mínimo.

Yo estaría interesado en cualquier otra reflexión capaz de explicar por qué la idea de un salario máximo no parece poder entrar en la ventana Overton, o umbral de aceptabilidad, de los economistas.

 

Este artículo fue publicado por primera vez en Mainly Macro.