Sin hogar en Silicon Valley, o cómo pasar de centro de la tecnología mundial a epicentro de la crisis inmobiliaria

Si California fuera un país, tendría el sexto mayor PIB del mundo, justo por detrás de Reino Unido y un poco por encima de Francia. Sin embargo, a medida que ha ido creciendo la economía, también lo ha hecho la desigualdad salarial. Según el último Informe anual de evaluación de las personas sin hogar del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos, California alberga a casi la mitad de todas las personas sin hogar del país.

Para Amie Fishman, directora ejecutiva de la organización Non-Profit Housing Association of Northern California (NPH), se trata de la “zona cero” de la crisis inmobiliaria en Estados Unidos. En ningún otro lugar es más evidente que en la zona de la bahía de San Francisco, donde están ubicadas el área del Silicon Valley y algunas de las empresas más ricas del mundo. Asimismo, esta zona alberga a una población de trabajadores del sector servicios a la que apenas le alcanza para cubrir sus gastos básicos de vida.

“Nos enfrentamos a la peor crisis de la historia reciente en materia de desigualdad e imposibilidad económica de conseguir una vivienda”, asegura Fishman. “Estamos inmersos en un nuevo período en el que la vivienda se ha convertido en una mercancía, en un producto de consumo privado que compran y venden los inversores institucionales”, se lamenta.

En las últimas décadas, el Silicon Valley se ha convertido en la sede de algunas de las mayores empresas de tecnología del mundo, incluidas Facebook y Apple, lo que ha provocado una afluencia de talentos de todo el mundo atraídos no solo por las oportunidades, sino también por los elevados salarios y las opciones de compra de acciones. Según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, la renta media por hogar en este país asciende a 59.000 dólares USD al año (unos 50.500 euros), mientras que los trabajadores de nivel medio empleados en empresas de tecnología en el Silicon Valley pueden llegar a ganar una media de 150.000 USD (unos 128.000 euros).

Sin embargo, la vivienda en la zona de la bahía se ha encarecido tanto que los trabajadores del nivel más bajo de la escala salarial ya no se pueden permitir los alquileres allí. Según Trulia, una página web estadounidense sobre el mercado inmobiliario, el alquiler medio en San José (la mayor ciudad de la zona de la bahía) asciende a 3.500 USD (unos 3.000 euros).

Esto ha provocado que un número creciente de trabajadores solteros y familias vivan en lugares como garajes y casetas de jardín, mientras que miles de personas tienen que apañárselas en autocaravanas.

 
Aunque no existen cifras oficiales sobre el número de personas que viven en autocaravanas en la zona de la bahía, se pueden ver largas hileras de estos vehículos en las carreteras secundarias de toda la región, así como en las calles principales con acceso a servicios comunitarios como parques y baños públicos. El espacio en estos vehículos es reducido y no cuentan con calefacción, agua corriente, baños ni intimidad. Y aunque muchas de las personas que se ven obligadas a vivir en autocaravanas no se consideran a sí mismas personas sin hogar, a veces se les incluye en las estadísticas como tales porque estos vehículos no cumplen con los requisitos básicos de una vivienda adecuada establecidos por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Expulsado de su hogar por la subida del alquiler

Víctor Escobar llegó a Estados Unidos desde El Salvador hace 48 años y ha vivido en Mountain View desde entonces. La ciudad, en pleno centro del Silicon Valley, es la sede de importantes empresas de tecnología, incluida Google. Hace tres años, Escobar fue expulsado de su apartamento de una habitación donde llevaba 20 años viviendo cuando le aumentaron el alquiler de 1.700 a 2.500 USD (1.450 a 2.140 euros) al mes.
 
“Me alojé con un amigo durante varios meses y luego decidí comprar una autocaravana”, explica este propietario de una empresa de jardinería jubilado de 86 años. Escobar nos cuenta que durante toda su vida laboral envió la mayor parte de sus ingresos a El Salvador, un país centroamericano que lleva varias décadas sufriendo un ciclo interminable de violencia, para ayudar a su familia. Por tanto, no pudo adquirir una vivienda en Estados Unidos, aunque sí consiguió comprar dos en El Salvador para miembros de su familia.

María Marroquín es la directora ejecutiva del Day Worker Center of Mountain View, una ONG que conecta a trabajadores con empleadores para realizar trabajos temporales o a tiempo parcial, especialmente de jardinería o limpieza del hogar. Muchas de las personas que buscan trabajo en este centro viven en autocaravanas y Marroquín cada vez tiene que involucrarse más en los problemas de la comunidad local que vive en estos vehículos.

Las ciudades de la zona de la bahía están intentando reducir el número de autocaravanas aparcadas en las calles mediante medidas arbitrarias. En Mountain View, por ejemplo, hay que mover los vehículos cada 72 horas para evitar las citaciones judiciales y las multas. Cuando este medio se reunió con Marroquín, la encontramos ocupada trabajando con abogados para ayudar a una familia a impugnar una citación judicial injusta. Según Marroquín, la familia tiene pruebas de que sí movieron su vehículo.

“El acoso de las autoridades es peor de lo que pensaba”, denuncia Marroquín. Asimismo, nos explica que cada vez más familias se ven obligadas a vivir en autocaravanas, mientras que antes las utilizaban principalmente hombres solteros.

 
En la oficina de Marroquín nos presentan a Delmi, que está acunando a su bebé de un mes entre los brazos. Delmi nos pidió que no utilizáramos su apellido. Lleva 16 años viviendo en Mountain View. Sus otros tres hijos, de 19, nueve y cuatro años, estaban en la escuela cuando a media mañana descubrió que el dueño de su autocaravana (que se la había alquilado ilegalmente) se la había llevado.

Como en el caso de Escobar, el alquiler del apartamento de Delmi aumentó de 2.000 a 3.000 USD (1.700 a 2.600 euros), por lo que su familia se vio obligada a alquilar una autocaravana por 800 USD al mes (680 euros). “El alquiler ya era muy elevado, pero lo aumentaron más. No pudimos encontrar ningún otro alojamiento razonable”, nos cuenta Delmi, cuyo marido es jardinero y sigue trabajando para la comunidad.

Los activistas locales aseguran que los funcionarios municipales de Mountain View se llenan la boca con palabras de tolerancia mientras acosan a los que tienen que vivir en las autocaravanas. En una junta municipal a la que asistió esta reportera de Equal Times en febrero de este año, los agentes de policía de Mountain View hablaron largo y tendido sobre las labores de asistencia que lleva a cabo este cuerpo y anunciaron a bombo y platillo que se había designado a un agente para reunirse frecuentemente con los habitantes de las autocaravanas.

“Ni siquiera habla español”, denuncia Marroquín tras hacer hincapié en el hecho de que muchos de los que viven en estos vehículos son latinoamericanos.
 

Dos mundos paralelos en Palo Alto

La zona de la bahía alberga una población de aproximadamente 7,68 millones de personas y dos grandes ciudades: San Francisco y San José. Sin embargo, el boom tecnológico por el que es famoso el Silicon Valley se concentra en localidades más pequeñas, como Mountain View, Palo Alto, Sunnyvale y Menlo Park, poblaciones a pocos kilómetros de distancia las unas de las otras y que se han beneficiado enormemente de los dólares procedentes de los impuestos derivados de dicho boom.
 
Sin embargo, existen excepciones. A menos de 20 kilómetros de Mountain View se encuentra la ciudad de East Palo Alto. Casi la mitad de sus habitantes eran afroamericanos a principios del siglo XX a causa de las políticas racistas de discriminación en la vivienda. Debido a los altos niveles de pobreza, a pricipios de la década de 1990 se la conocía como la ‘capital de los asesinatos’ de Estados Unidos. Hoy en día, la ciudad alberga una población mayoritariamente latina y constituye una de las localidades más asequibles de la zona de la bahía; pero incluso aquí, muchos trabajadores de bajos ingresos se ven obligados a vivir en autocaravanas. 

East Palo Alto está separada por un arroyo seco de la próspera Palo Alto, sede de la Universidad de Stanford de fama mundial y residencia de líderes del ámbito tecnológico como Mark Zuckerberg y Larry Page (uno de los cofundadores de Google).

A finales del año pasado, una comunidad formada por familias en autocaravanas fue desalojada de la calle que habían ocupado durante varios años. ¿El motivo? La construcción de una escuela privada para niños de familias de bajos ingresos, financiada por la organización filantrópica de Zuckerberg: la Zuckerberg Chan Initiative.

Muchos jóvenes de clase trabajadora que crecieron en la zona de la bahía ya no pueden permitirse vivir allí y la crisis inmobiliaria les ha tomado desprevenidos.

“Cuando mis padres llegaron de México hace 25 años, vivíamos en una gran casa con un patio trasero”, recuerda Vivian Yvette Romero, de 22 años. Hoy en día, Yvette, su marido, su hija, su hijastro y sus padres viven todos juntos en una casita en Sunnyvale, sede de Yahoo y LinkedIn. “Si la gente está pagando hasta 4.000 USD (3.400 euros) por un alquiler, entonces ¿qué comen?”, se pregunta incrédula esta cuidadora infantil a tiempo parcial.
 

El origen de la crisis

“En California ha habido mucho crecimiento, con puestos de trabajo muy bien remunerados en el sector de la tecnología. Sin embargo, no ha habido un incremento en la vivienda para respaldar dicho crecimiento. Esto supone más presión en general”, afirma Josh Leopold, uno de los principales investigadores asociados del Centro Metropolitano de Políticas Comunitarias y de Vivienda del Urban Institute, un laboratorio de ideas con sede en Washington DC.

Según nos explicó, la crisis se agravó por varios factores, entre los que se encuentran la abolición de las agencias de reurbanización (que utilizaban fondos públicos para asociarse con empresas privadas y reurbanizar zonas deterioradas) y el elevado costo de la tierra y la construcción en California (San Francisco tiene los segundos costos de construcción más elevados del mundo).

“Cuando se inaugura un nuevo edificio de unos 50 ó 70 apartamentos, las organizaciones se ven desbordadas por las solicitudes”, asegura Fishman. “Unos 10.000 candidatos que demuestran una necesidad extrema para 50 unidades habitacionales”.

Asimismo, las ciudades del Silicon Valley están intentando beneficiarse de la creciente demanda de proyectos inmobiliarios más ‘rentables’, como edificios de oficinas y viviendas de lujo. Recientemente, San José se negó a cumplir la Ley de parcelas sobrantes (una ley estatal que exige que en las parcelas sobrantes se priorice la construcción de viviendas asequibles) alegando su condición de ciudad bajo estatuto o “ciudad chárter” (una urbe en la que su propio estatuto de normas a veces puede reemplazar a la legislación federal o estatal).

“Creemos que no han interpretado correctamente la ley”, advierte Lisa Newstrom, una abogada de Bay Area Legal Aid, una organización que ofrece servicios jurídicos gratuitos en el ámbito de lo civil a ciudadanos de bajos ingresos. “Esto afectará a una variedad más amplia de políticas públicas, pues según nuestros cálculos casi la mitad de los californianos vive en ciudades bajo estatuto”.

Lo que está claro es que se necesitan urgentemente viviendas más asequibles para evitar la explotación de los inquilinos de bajos ingresos, así como un nuevo aumento de los alquileres precarios y las personas sin hogar. “Debido a los elevados alquileres y a la creciente demanda, ya no existe una relación equitativa entre arrendadores y arrendatarios”.