Se busca: sabidurías antiguas para sanar nuestro planeta

 

Existe un dicho indígena de América del Norte según el cual solamente cuando todos los ríos estén contaminados y la tierra destruida, la gente descubrirá que el dinero no puede comerse. Esperemos no llegar a ese extremo.

“Deben enseñar a sus hijos que el suelo que está bajo sus pies son las cenizas de sus abuelos y abuelas. Enseñen a sus hijos a respetar la tierra. Está enriquecida con las vidas de sus antepasados. Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá también a los hijos e hijas de la tierra. Si los hombres escupen a la tierra, se están escupiendo a sí mismos.”

Este es el sabio consejo de los Ancianos de las Primeras Naciones.

Así comienza el Día Internacional de Mandela en Sudáfrica.

Estoy sentado en medio del ritual del sudor de la tribu dakota dirigida por su Anciano Keith Pashe. Es el símbolo de la matriz de la Abuela tierra.

Las piedras calientes de lava volcánica, una reencarnación de su nacimiento de fuego, se colocan en círculo. Se quema el núcleo de la fuerza de la vida de la Abuela tierra. La entrada está cerrada. La oscuridad invade el recinto.

El agua vertida sobre las piedras se vaporiza en el aire. Se percibe una humedad intensa, mezclada con miedo, nace un sentimiento claustrofóbico. Corren por mi cara y cuello gotas de sudor que acaban por hundirse en el suelo como un río. Los cantos son cada vez más intensos.

Oigo los latidos de mi corazón. Apago mi sed en el cuenco de agua compartido. Supero la ansiedad, la culpa.

Ofrecemos nuestras plegarias y compartimos la ofrenda de la pipa de la paz. Canciones antiguas evocan los espíritus ancestrales. Me uno a los extranjeros acurrucados entre ellos. Encuentro la claridad. No siento miedo.

Es el regalo del Día de Mandela que me ofrece Ovide Mercredi, mi amigo especial y hermano del alma.

Es un líder del pueblo Cree y antiguo jefe nacional de la Asamblea de las Primeras Naciones de Canadá. Al igual que muchas de las comunidades indígenas de todo el mundo, cumplió el sueño de toda la vida de visitar la tierra de Nelson Mandela.

Tras haber padecido una deshumanizante aniquilación en tantos lugares de América del Norte, existe una fuerte identificación con el sufrimiento humano generado por el apartheid. Estuvo conmigo una semana en Sudáfrica.

Entiendo el respeto que muchos pueblos marginados sienten por Mandela. Él es el símbolo de nuestro triunfo contra viento y marea. Él representa el sueño imposible de la libertad absoluta y la dignidad humana; la aspiración de muchos de un mundo mejor y de líderes realmente preocupados por su pueblo.

Yo estoy aquí para cumplir la promesa de compartir el pan con él en las tierras tradicionales de la nación Cree, Misipawistik (que significa “impetuosos rápidos”) en la ciudad de Grandes Rápidos, en el norte de Manitoba. Están situadas en la desembocadura del río Saskatchewan en el lago Winnipeg, el undécimo lago de agua dulce más grande del mundo.

Ovide evoca que “’Misipawistik’ es el término de la nación Cree para denominar los ‘impetuosos rápidos’.

"Lo escuché cuando era niño. Al igual que mi padre y su padre antes que él. Pero la presa hidroeléctrica de Manitoba a finales de la década de los años 1950 imprimió una profunda herida nuestro paraíso, la que fue nuestra tierra durante milenios. Estranguló el río. Ahogó los sonidos de los rápidos. No hubo una verdadera consulta. Nuestras tierras fueron invadidas y nuestra comunidad devastada en nombre de la civilización y el progreso. Ahora nuestro río habla solamente cuando se abren las compuertas”.

Ovide se hace eco de la tristeza de tantos pueblos de las Primeras Naciones: “Somos gente sin hogar en nuestra patria. Queremos el reconocimiento de nuestra condición específica, con el derecho a la autonomía, de modo que los aborígenes puedan resolver sus problemas de acuerdo con sus leyes y valores tradicionales. Ahora estamos gobernados por una ley federal indígena extranjera. El Gobierno dicta nuestra condición. Es paternalista. Y nos priva de nuestra dignidad y de los derechos para decidir la forma en que queremos desarrollar nuestras tierras tradicionales.”

Escuchando al jefe dakota David Pashe, lo comprendo. “Se nos ha dado dinero para la seguridad social. Pero no tenemos los recursos para el desarrollo económico, lo que significa que siempre dependemos de limosnas. Nuestros jóvenes necesitan educación, cualificaciones, oportunidades y empleos.”

Me doy cuenta del impacto que han tenido generaciones de abusos, de desmoralización, de embarazos adolescentes así como la explosión de la obesidad y las enfermedades propias del estilo de vida que la acompañan, tales como la diabetes. Hubo una época en que estas civilizaciones antiguas fueron los orgullosos guardianes de nuestro planeta.

“Cuando los misioneros llegaron al oeste, trataron de convertir las Primeras Naciones al cristianismo. No lo consiguieron debido a que los pueblos de las Primeras Naciones tenían sus propias creencias espirituales, que eran fuertes y poderosas, y no tenían ninguna razón para cambiarlas”, afirma Mercredi. “Así que los cristianos hicieron presión en el Parlamento. Se dirigieron a los políticos en la Cámara de los Comunes y trataron de conseguir una ley que prohibiera a las Primeras Naciones mantener sus creencias espirituales, sus costumbres, tradiciones y ceremonias. Fue un acto de intolerancia religiosa.”

Las “escuelas residenciales” desplazaron por la fuerza a más de 150.000 niños y niñas de las comunidades tradicionales en lo que hoy se describe como un genocidio cultural: “matar al indio en cada niño”.

Su objetivo era privar a los niños de sus lenguas ancestrales y creencias culturales y expusieron a muchos a todo tipo de abusos físicos y sexuales. Hay nuevas pruebas que revelan experimentos de hambruna forzada en ciertos lugares. Hoy día estos abusos son examinados por una Comisión de Verdad y Reconciliación.

Sin embargo, la destrucción de las creencias culturales ejerce un profundo impacto en los ecosistemas mundiales. Los pueblos indígenas son los custodios más fiables de la salud de nuestro planeta.

Aquí, en este microcosmos, veo cómo la codicia humana ha empezado a aniquilar el futuro de nuestras generaciones futuras. El lago Winnipeg es una bandera roja, afirma Vicki Burns, coordinadora de difusión de la Fundación Lago Winnipeg. Este ha obtenido un inquietante nuevo título atribuido por el Global Nature Fund (GNF) como el “Lago Amenazado” de 2013.

“Las algas verdiazules están creciendo tanto que pueden ser vistos desde... el espacio sideral por los satélites. Estamos envenenando nuestro lago. Para restaurarlo es preciso limpiar el agua de contaminantes, especialmente los niveles de fósforo. Puede llevar décadas conseguirlo, pero el costo de no hacer nada podría ser más devastador: un lago muerto.”

En una comunidad que depende de la pesca como medio de vida y fuente de alimentación, es otro golpe mortal para ella. Ciertamente dudo que nuestros líderes tengan la voluntad política de hacer frente a los contaminadores, quienes representan poderosos intereses corporativos.

Ovide, dirigiéndose a una audiencia canadiense en 1999, en la presentación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), preguntó: “¿Qué pueden los canadienses aprender del terrible camino que nos ha tocado recorrer, el de pasar de ser un pueblo libre a la dependencia en menos de un siglo?”

“En primer lugar, cuando pierde su tierra y sus recursos, un pueblo pierde su habilidad y su capacidad para mantener su sustento o su forma de vida. Canadá es ahora la colonia más nueva de los intereses corporativos.

“Cuando se pierde la economía y la capacidad de controlar su futuro económico, uno se ve reducido a la pobreza, a depender para siempre de la caridad de los que controlan la economía y llevan las riendas del poder. Se pierde la soberanía de su pueblo y de sus tierras y territorios. Los nuevos amos de su destino nunca renunciaran a su control voluntariamente. Por último, renunciar a su patrimonio como nación significa la muerte.”

Reflexiono sobre la sabiduría que se desprende de sus palabras y siento que es más importante que nunca en la historia de la humanidad. Todos los días nos asaltan noticias sobre la miseria y el sufrimiento humanos.

Ayer fue una embarcación con 170 solicitantes de asilo que se hundió en un agitado mar frente a las costas de Indonesia, o los 94 supuestamente inmigrantes ilegales detenidos en México, hacinados y asfixiados en la parte trasera de un camión en dirección a la frontera de EE.UU. ¿Qué noticia nos llegará hoy?

Me acuerdo de las palabras de un anciano aborigen de América del Norte: “Cuando todos los árboles hayan sido talados, cuando todos los animales hayan sido cazados, cuando todas las aguas estén contaminadas, cuando todo el aire sea irrespirable, solamente entonces descubrirán que el dinero no puede comerse.”

Es una urgencia mundial. El tiempo se agota. Tenemos que asimilar los valores humanos que son el legado mundial de Mandela y fertilizar estas antiguas sabidurías indígenas para generar un nuevo optimismo de un mundo en armonía consigo mismo, con sus pueblos y su medio ambiente.

No hay fronteras y nosotros, los principales interesados, los ciudadanos de a pie, tenemos que organizarnos ahora para luchar contra la codicia humana y generar un nuevo comienzo capaz de renacer de sus cenizas como el ave fénix o el pájaro del trueno de la mitología para proteger el futuro de nuestros hijos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Daily Maverick