¿Es posible la paz sin la educación?

 

El sábado de la semana pasada se celebró en todo el mundo el Día Internacional de la Paz, bajo el tema Educación para la paz.

Se trata de un tema adecuado. Pocos se atreverían a discutir el hecho de que garantizar el que cada uno de nosotros pueda disfrutar de su derecho a la educación es un aspecto fundamental para garantizar un mundo en paz.

Aunque solo unos pocos se atreven a negar este hecho, lo hacen con el poder asesino de sus armas y nosotros no podemos permitirnos ignorarles.

Un informe de 2010 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) titulado La educación, víctima de la violencia armada detalló ataques a escuelas, maestros y estudiantes en todo el mundo.

Desde Afganistán, Brasil, Chad y Georgia hasta Haití, Líbano, Myanmar y Venezuela, los jóvenes y docentes arriesgan sus vidas para proporcionar o ejercer un derecho humano básico.

El informe detalla agresiones a la educación entre 2007 y 2010 entre las que se incluyeron: masacres, heridas múltiples o asesinatos ocasionados por explosiones o ataques con misiles o morteros; envenenamientos masivos; asesinatos o tentativas de asesinato;­­ violencia sexual ejercida por grupos armados, soldados o fuerzas de seguridad contra alumnos y docentes; ­­destrucción de edificios, instalaciones, recursos o material de enseñanza; y reclutamiento y empleo de niños menores de 15 años como soldados o para ser utilizados en atentados suicidas.

La mayoría de la gente habrá oído hablar de ataques a escuelas en algún país, así como de agresiones a estudiantes y docentes, en especial a mujeres y niñas.

En el nordeste de Nigeria, un grupo terrorista que se autodenomina Jama’atu Ahlis Sunna Lidda’awati wal-Jihad (en árabe: Pueblo comprometido con la propagación de las enseñanzas del Profeta y de la Yihad) lleva los últimos cuatro años luchando para implantar un Estado islámico en la región.

El grupo es más conocido por su nombre en el idioma hausa: Boko Haram, que significa ‘la educación occidental está prohibida’.

Haciendo honor a su nombre, Boko Haram ha incendiado más de 300 escuelas desde 2009, provocando cantidad de víctimas mortales entre los docentes y alumnos.

La atrocidad que perpetró más recientemente: 46 alumnos asesinados mientras dormían en un internado.

En un vídeo subido a YouTube tras el ataque, el líder del grupo ha declarado que seguirán matando a “profesores que enseñen la educación occidental” y que obligarán a todos los niños a estudiar el Corán.

Desde 2007, en Pakistán se han registrado acciones parecidas contra profesoras y escuelas para niñas.

El atentado casi mortal contra la activista Malala Yousafzai, perpetrado por terroristas talibanes, ha catapultado el asunto de la protección del derecho de las niñas a la educación a lo más alto de la agenda internacional para la defensa de la educación.

En una carta abierta a Malala, un alto dirigente de los talibanes instó a la joven alumna, que actualmente estudia en una escuela en Inglaterra tras recuperarse de sus heridas de bala, a que regresara a Pakistán para ingresar en un seminario islámico para niñas y se convirtiera en una defensora del islam.

En el Día Mundial de la Paz de 2012, las Naciones Unidas aprobaron una resolución sobre la situación en el norte de Mali, donde el 86% de los niños no tienen acceso a la educación como resultado de la insurgencia y el intento de control de la región por parte del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA).

 

La educación como un arma

Los grupos armados suelen atacar con violencia a escuelas, estudiantes y docentes como parte de su estrategia militar. Los grupos terroristas no son una excepción.

En Nigeria, Pakistán y Mali, los extremistas consideran la educación como la mayor amenaza para sus ideologías, sus planes para implantar opresivos Estados islamistas y su auténtica razón de ser.

En respuesta a las ideologías extremistas y a la violencia, los activistas pacifistas llevan mucho tiempo destacando la importancia que tiene el uso de la educación para promover la paz.

Sin embargo, aunque parezca absurdo, existe un elemento común en el modo en que ambos bandos perciben la educación: está instrumentalizada.

Tanto para los extremistas como para los pacifistas y defensores de los derechos humanos, la educación (si bien es cierto que se trata de versiones muy diferentes de la misma) es el arma más poderosa y efectiva, tanto para la paz como para la guerra.

En el prólogo de la influyente obra Pedagogía del oprimido del educador y defensor brasileño de la pedagogía crítica Paulo Freire, Richard Shaull argumentó que: “La educación puede, o bien funcionar como un instrumento que se utiliza para la facilitar la integración y conformidad de las nuevas generaciones en la lógica del sistema actual, o bien convertirse en ‘un ejercicio de la libertad’, el medio a través del cual hombres y mujeres se relacionan crítica y creativamente con la realidad y descubren cómo participar en la transformación del mundo”.

La diferencia entre considerar a la educación como un instrumento (un medio para lograr un fin) o como el ejercicio de la libertad (un fin en sí mismo) es lo que separa a los extremistas de los pacifistas y defensores de los derechos humanos.

Ahora más que nunca, los que queremos promover la paz a través de la educación no debemos perder de vista el valor intrínseco de la educación.

Si instrumentalizamos la educación y hacemos declaraciones simplistas como a la que hace alusión el título de este artículo no nos distanciamos lo suficiente de los responsables de la guerra y las atrocidades. La educación no es solo un arma para conseguir la paz o luchar contra la guerra.

El filósofo francés René Descartes dio en el clavo cuando destacó el hecho de que pensar es humano.

Siglos más tarde, en la propuesta de Freire, el pensamiento crítico, desarrollado a través de una pedagogía crítica que une cuerpo y mente, se convierte en ‘el ejercicio de la libertad’. A través de la educación podemos desarrollar nuestra capacidad para reflexionar.

Por tanto, el derecho a la educación es un derecho humano, porque abarca el derecho a ser seres humanos.

Nunca deberíamos perder de vista su valor intrínseco.