Racismo y revolución: el drama de los africanos negros en Libia

 

El pasado jueves por lo menos 350 migrantes, esencialmente procedentes de África subsahariana, perdieron la vida al intentar llegar a Italia por el mar.

Sin embargo, aun cuando el mundo sigue impactado por la onda de choque de la tragedia de Lampedusa, las miradas se dirigen a Libia, punto de partida de las embarcaciones.

Solamente este año, han llegado a Italia por vía marítima más de 30.000 migrantes y refugiados, según cifras de las Naciones Unidas, todos ellos procedentes principalmente de Libia.

¿A qué se debe esta huída?

En sus países de origen, que son principalmente Eritrea, Somalia y cada vez más, Siria, la respuesta a esta pregunta es: el conflicto, la represión y la persecución.

No obstante, Libia también ha sido un lugar de destino de “trabajadores invitados” procedentes de toda África que, atraídos por su floreciente industria del petróleo, acudieron en búsqueda de un trabajo decente.

Durante años fueron recibidos por Muammar Gaddafi, pero ahora, muchos de esos mismos migrantes están haciendo todo lo posible por huir de la inestabilidad de Libia y de la mortífera discriminación de que son víctimas.

 

Divisiones

A punto de cumplirse el segundo aniversario de la muerte de Gadafi, la paz todavía no llega a Libia.

Las milicias controlan gran parte del país, la reconstrucción de la infraestructura dañada por la guerra aún no se termina y la producción de petróleo ha disminuido de los más de 1,5 millones de barriles diarios de crudo de alta calidad a una cifra que alcanzó recientemente alrededor de los 150,000 barriles.

El jueves, el primer ministro libio Ali Zidan fue secuestrado por miembros de una milicia ligada a un rival político, para luego ser liberado una horas más tarde.

El fin de la dictadura de 42 años de Gaddafi, tras una guerra civil de ocho meses, también escindió profundamente la sociedad libia.

En particular, desveló una corriente subyacente de racismo fanático que ha resultado en la detención, tortura y asesinato de miles de libios negros y migrantes subsaharianos desde 2011.

Las denuncias de matanzas de civiles perpetradas por mercenarios negros originarios de países como Chad, Níger y Mali a la par de historias de violaciones masivas, también atribuidas esencialmente a negros africanos, en Tawergha, ha fomentado el odio racial y los malos tratos hacia las personas de color en los últimos años

Equal Times acudió al encuentro de algunos de los migrantes africanos negros que tratan de sobrevivir en Libia.

Un grupo de migrantes sudaneses, que encontramos cerca de la frontera oriental con Egipto, nos dijo que después de la revolución de febrero de 2011, hubo libios armados que iban de puerta en puerta en busca de “africanos”.

“Nos echaban de todos lados”, contó J.Kawasili, originario de Somalia. “Decían que habíamos apoyado a Gaddafi, que habíamos matado a rebeldes y violado mujeres.”

Kawasili cuenta que él y los otros migrantes se vieron obligados a salir de la ciudad y que, al tratar de escapar, una niña sudanesa de 15 años fue violada por los rebeldes.

También dice que sus documentos de identidad fueron destruidos por la milicia.

 

Condiciones terribles

No se conoce el número exacto de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes económicos de África subsahariana en Libia. Sin embargo, algunos informes lo calculan en torno a los 18.000.

Además, la guerra en Siria ha llevado a unos 110.000 refugiados a huir a Libia, muchos de ellos han pasado a Túnez, cuya mejor infraestructura ofrece más ayuda, especialmente para los discapacitados o heridos.

Oficialmente existen cuatro campamentos para personas desplazadas en Libia, situados en la frontera con Egipto, Túnez y Chad.

Solamente unos pocos afortunados consiguen quedarse en estos campamentos, que por lo general ofrecen servicios sumamente elementales. El resto se refugia donde puede.

Por ejemplo, unos 650 refugiados se alojan en el campamento de Choucha, en la frontera entre Túnez y Libia, pese a que fue cerrado oficialmente en julio.

Se han cortado los suministros de agua y electricidad para muchos residentes, pero quedarse allí es mejor que nada.

La Media Luna Roja Libia tiene un solo campo, situado en Misrata, que alberga a 800 personas de países como Gambia, Etiopía y Somalia. Sin embargo, en los últimos meses, han llegado a la ciudad unos 5.000 refugiados sirios.

Muchos buscan refugio en el campamento, pese a las terribles condiciones que allí imperan.

John, un residente originario de Darfur, señaló que los refugiados tuvieron que soportar temperaturas bajo cero en invierno y un calor sofocante durante el verano.

En el campamento, Equal Times observó edificaciones decrépitas con ventanas rotas y retretes abiertos.

Cuando se le preguntó sobre su vida antes de la caída de Gadafi, John respondió que estaba empleado en calidad de trabajador invitado en un taller en Benghazi. No obstante, no tiene ninguna esperanza de volver, sobre todo ahora que se ha extendido por doquier el prejuicio según el cual los subsaharianos suelen ser delincuentes, traficantes de droga o drogadictos.

“Incluso si pudiera volver, nadie aceptaría contratarme de nuevo”, afirma.

 

Punto de partida

Libia es el principal punto de salida para los migrantes africanos que intentan cruzar el Mediterráneo para llegar a Italia y a otras partes del sur de Europa.

Sin embargo, el Gobierno italiano, en colaboración con la agencia europea de fronteras Frontex, ha sido criticado por aplicar mano dura para tratar de detener el flujo de migrantes, en lugar de hacer lo posible por dar a los refugiados la ayuda a la que tienen derecho en virtud del derecho internacional.

Los métodos utilizados incluyen la interceptación de las pequeñas embarcaciones de pesca que los transportan, aún en el mar, obligándolas así a regresar a África del Norte.

La agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, calcula que el año pasado perdieron la vida o desaparecieron alrededor de 500 migrantes al intentar cruzar a Europa. Sin embargo, se cree que desde 1990 han sido 20.000 personas las que han muerto en el intento de travesía.

Aquellos a los que se obliga a regresar a Libia, o que no pueden salir del país, se ven atrapados en un limbo jurídico, ya que Libia carece de una política nacional de asilo.

Son muy pocas las vías legales disponibles para los más vulnerables, lo que significa que aquellos que más ayuda necesitan son, en resumidas cuentas, abandonados a su suerte.

En los países vecinos, la situación es apenas mejor. Egipto, que también experimenta una gran inestabilidad por el momento, declaró recientemente que no permitirá el establecimiento de campamentos de refugiados en su territorio, ya que los considera una amenaza para la seguridad nacional.

 

El “Escudo de Libia”

En lo que atañe a Libia, el “Escudo de Libia” es otra preocupación de talla.

Un grupo de antiguas milicias contrarias a Gaddafi, que funcionan como un ejército de facto, y el cuerpo de policía bajo las órdenes del recientemente formado Ministerio de Defensa, tienen entre sus competencias “velar por la seguridad” de los campamentos de refugiados y sus residentes.

En realidad, significa no dejar salir a nadie, incluso si para ello es preciso hacer uso de una violencia extrema.

Hemos oído testimonios de migrantes y refugiados cuyo dinero, teléfono e incluso instrumentos musicales fueron robados por miembros pertenecientes al Escudo de Libia. Toda persona que protesta recibe tremendas palizas y es sometido a descargas eléctricas.

La Agencia Libia de Ayuda Humanitaria, o Libaid, la entidad gubernamental encargada de coordinar el apoyo nacional e internacional para los campos de todo el país, desempeña una función más útil.

Libaid afirma que está al corriente de las violaciones contra los derechos humanos cometidas por el Escudo de Libia, y está llevando a cabo una serie de talleres de formación para tratar de solucionar el problema.

En todo caso, aun cuando las condiciones en el campamento tienen posibilidades de mejorar, el verdadero problema reside en las afueras del campamento.

“Ni siquiera aquí estamos a salvo”, afirma Danny, un refugiado de Sudán meridional. “¿Cómo podemos estar seguros de lo que va a pasar más allá de la valla?”

Muchos migrantes se sienten abandonados por la comunidad internacional.

A pesar de la escasa presencia de algunos organismos intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales internacionales y nacionales, la mayoría de estos migrantes son abandonados a su suerte, con el pretexto de que la responsabilidad última de su seguridad recae sobre los Gobiernos de su país.

Recientemente, Amnistía Internacional pidió al Gobierno de Libia poner fin a los malos tratos infligidos a los migrantes y solicitantes de asilo subsaharianos.

También pidió a la Unión Europea que ponga fin a sus políticas draconianas que mantienen a las personas atrapadas en Libia, cuando muchas de ellas tienen verdaderos motivos para solicitar asilo en Europa.

La organización también ha afirmado que tiene pruebas fehacientes de migrantes subsaharianos, incluyendo mujeres y niños, que están siendo torturados por las autoridades libias en siete centros de detención de todo el país.

Hasta que el Gobierno libio y sus socios internacionales no lleguen a un acuerdo sobre la manera de poner fin a estas violaciones de los derechos humanos, la situación no va a cambiar, especialmente teniendo en cuenta los demás problemas que enfrenta el país.

Sin embargo, para la “Nueva Libia”, aquella cuya revolución estaba destinada a garantizar igualdad y derechos humanos para todos, la situación sigue siendo una absoluta vergüenza.