Brasil: Modelo a seguir en la lucha contra el trabajo infantil

 

El pasado mes de septiembre, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hizo públicas unas cifras que invitan a la reflexión: 168 millones de niños están realizando trabajo infantil. En otras palabras, el 10 por ciento de la población infantil en todo el mundo está involucrado en un trabajo que priva a los niños de su infancia.

Aunque esta cifra representa 78 millones menos que cuando se empezaron a registrar datos en 2000, considerando la cantidad de fondos de donantes invertida en las últimas dos décadas, sigue siendo un resultado decepcionante.

Es más, ahora resulta evidente que el objetivo que se fijó el mundo en 2010 de erradicar las peores formas de trabajo infantil para 2016 no se alcanzará.

Pareciera que el entusiasmo desplegado a finales de los 1990 ha dado paso a la fatiga del milenio.

Brasil, sin embargo, es un país que ha conseguido progresos considerables para reducir el trabajo infantil.

La semana pasada se organizó la Tercera Conferencia Global sobre Trabajo Infantil  en Brasilia, centro político de Brasil. Nada menos que 1.300 delegados de 150 países se reunieron para discutir sobre los próximos pasos en la lucha contra el trabajo infantil.

La presidenta Dilma Rousseff inauguró la conferencia, varios ministros presidieron distintas sesiones y el ex presidente de Brasil, Lula da Silva, la clausuró. Con ello se envía un claro mensaje de que no se trataba simplemente de otra reunión internacional sobre trabajo infantil.

Para Brasil, ha sido uno de los eventos políticos más importantes del año.

Para explicar por qué, tenemos que remontarnos a algunos eventos recientes, incluyendo los datos sobre trabajo infantil recopilados para medir los progresos efectuados en la última década

 

Progresos

Se ha registrado un progreso sostenido, pero sorprendentemente, ha sido bastante más significativo (una reducción de 47 millones, lo que equivale a un 60 por ciento) desde 2008.

Teniendo en cuenta que 2008 marcó el momento álgido de la crisis financiera global, desembocando en considerables recortes en la ayuda al desarrollo y los presupuestos de los donantes, cabría esperar todo lo contrario.

Puede argumentarse que las grandes economías afectadas por el trabajo infantil, como Brasil, resultaron menos afectadas por la crisis.

Pero un análisis más profundo indica que unas opciones políticas inteligentes desempeñaron un papel mucho mayor que el crecimiento económico o la ayuda.

En abril de este año, el primer Informe Mundial sobre el Trabajo Infantil  se centró en la vulnerabilidad económica y la protección social, confirmando que el trabajo infantil está promovido, en parte, por el tipo de vulnerabilidad de los hogares asociado con la pobreza, los riesgos y las crisis, y la seguridad social resulta esencial para mitigar tales circunstancias.

Brasil ha demostrado cómo reforzando la protección social y las medidas para garantizar que los niños vayan a la escuela, mediante sistemas de transferencia monetaria condicionada pueden resultar efectivas.

Tereza Campello, Ministra de Desarrollo Social de Brasil, indicó durante la conferencia que este había sido uno de los principales motivos por los que Brasil había conseguido, en promedio, el doble de progresos en la lucha contra el trabajo infantil.

No es de sorprender por tanto que Brasil fuera una de las fuerzas impulsoras  de la promoción de los pisos de protección social y la adopción de la norma internacional al respecto en 2012.

En mayo de este año, el Informe de actividades en 2012 del Programa Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil (IPEC) reconoció que aquellos proyectos con un marco temporal limitado, que no estuvieran plenamente incorporados en el marco legal, fiscal e institucional a nivel nacional, no lograron resultados sostenidos.

Además, nuevos datos del informe de septiembre corroboran el hecho de que el mayor impacto proviene de la inversión en enfoques más sistémicos e integrados, que apoyen el desarrollo de capacidades institucionales efectivas por parte de los Gobiernos y los sistemas de servicios públicos.

Brasil ha registrado resultados impresionantes con una inspección del trabajo plenamente equipada y capacitada, incluyendo grupos de inspección especiales móviles, apuntando a aquellos lugares donde más se necesitan.

Esto debe constituir una señal clara a la comunidad de donantes.

 

Enfoque continuo

Pero la lucha contra el trabajo infantil requiere además un enfoque continuo en extender el acceso de los niños a una educación gratuita y de calidad.

Se calcula que el mundo necesitará 1,7 millones de maestros de primaria adicionales para alcanzar los objetivos de ‘Educación para Todosl’ en 2015.

Brasil, como tantos otros países, está luchando por mejorar su sistema de educación pública. Decenas de miles de personas salieron a las calles de Río la víspera de la conferencia, reivindicando diálogo social, mejores condiciones de trabajo y formación.

A nivel mundial, se ha registrado un vergonzoso incremento de la mano de obra infantil en la economía informal, incluso en los sectores de servicios y de manufactura. Así pues, el trabajo en el futuro debe reforzar la protección laboral y trabajar con vistas a una transición de la economía informal a la formal.

Al menos 10,5 millones de niños –principalmente niñas– trabajan realizando tareas del hogar.

Cuatro de cada cinco afirman trabajar en condiciones peligrosas, aunque la cifra real probablemente será mucho más elevada, dado que el trabajo doméstico está oculto tras las puertas cerradas de domicilios privados.

En septiembre, el Convenio sobre trabajo del hogar entró en vigor, y a principios de este año, los 7,5 millones de trabajadores y trabajadoras del hogar que hay en Brasil consiguieron igualdad de derechos gracias a una intensa campaña desarrollada por sindicatos de trabajadores del hogar.

En 2011, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos, que hacen una clara distinción entre la obligación del Gobierno de proteger los derechos humanos, y la responsabilidad de las empresas de respetarlos.

La combinación de estas dos responsabilidades ha impedido que las políticas sobre responsabilidad social corporativa marcasen un progreso real en las últimas dos décadas.

El marco ‘proteger, respetar y remediar’ debería generar mayor transparencia y restaurar la relación de empleo en complejas cadenas de suministros, y han de evitarse los riesgos añadidos de intermediarios informales o en la sombra y subcontratistas.

Brasil ha enmendado su débil marco legislativo para imponer una auténtica responsabilidad legal a las empresas en lo que respecta a condiciones de esclavitud a través de las cadenas de suministros, con interesantes iniciativas legislativas a nivel nacional y estatal.

Es innegable que Brasil ha demostrado una vez más su liderazgo geopolítico en otra área de política.

La Declaración de la Conferencia pide que se ponga un énfasis renovado en la política sobre trabajo infantil, la protección social, la educación, el diálogo social, que se siga centrando en la agricultura y un nuevo enfoque en la economía informal, la inspección del trabajo y la debida diligencia en las cadenas de suministro.

Es de hecho en base a estas líneas que se ha logrado un progreso real y sostenible.

La semana pasada, la lucha mundial contra el trabajo infantil se vio sacudida por un soplo de vitalidad a nivel político.

Hay una nueva esperanza para los 168 millones de niños que trabajan en el mundo.