Los pueblos fantasma y la lenta muerte de la Bulgaria rural

Los pueblos fantasma y la lenta muerte de la Bulgaria rural

By 2060, it has been estimated that there will be no villages left in Bulgaria. Paramun, a small village 70 kilometres south of Sofia, is one of the country’s ‘ghost villages’.

(Photo/Ivan Bakalov)

Paramun es un pequeño pueblo ubicado 70 kilómetros al oeste de Sofía, la capital búlgara.

Está lleno de casas viejas con paredes agrietadas, pintura pelada y ventanas rotas.

Los arbustos y los robles siguen cubriendo las cercanas colinas.

Gracias a su aire limpio y su espectacular paisaje bien podría ser un centro de vacaciones, pero hoy en día Paramun es uno de los 650 pueblos búlgaros con una población de menos de 50 habitantes.

La media de edad en el pueblo es de 75 años, por lo que cada mes, en Paramun y otra localidades rurales parecidas, la población disminuye aún más.

En los últimos dos años, más de 100 pueblos han desaparecido, pues ya no vive nadie allí o los pueblos con solo un puñado de habitantes han sido absorbidos por localidades mayores.

Sus ancianos habitantes suelen criar varias gallinas y plantar pequeños huertos de verduras mientras luchan por sobrevivir con las miserables pensiones estatales de 100 € al mes.

Sin embargo, con el aumento del precio de los servicios públicos, por no mencionar la comida y otros gastos, la pensión media en Bulgaria apenas es suficiente para poder subsistir.

 

Nuestros nietos son como extranjeros”

Para los ancianos la situación es difícil, pero cada vez hay menos jóvenes en la Bulgaria rural.

Las reformas agrarias adoptadas a principios de la década de 1990 destruyeron la economía rural.

Hoy en día, en los pueblos hay poco trabajo, por lo que los jóvenes se ven obligados a mudarse a las grandes ciudades o al extranjero en busca de empleo.

En Paramun, por ejemplo, actualmente residen durante todo el año tan solo unos diez ancianos.

En verano, esta cifra aumenta hasta unas 25 o 30 personas, en su mayoría jubilados de la capital que acuden a este pueblo para disfrutar de la temporada veraniega.

Sin embargo, en el pasado Paramun llegó a tener 400 habitantes.

La mayoría criaban ovejas y cabras y trabajaban en la granja cooperativa, que cerró tras la caída del comunismo en 1989.

Tasko, de 76 años, está sentado bajo el alero de un edificio abandonado con un bastón de madera. No hay ninguna otra persona a la vista.

“He pasado toda mi vida en Paramun”, nos explica.

“Antes había unas 500 ovejas aquí. Ahora no hay ninguna.

También teníamos cabras, pero ya no hay jóvenes para trabajar como pastores. Nuestros nietos ya son como extranjeros”.

Con una población de aproximadamente 7,3 millones de habitantes, Bulgaria tiene una de las mayores tasas de desempleo de Europa.

En agosto de 2013 ascendía al 13%, con una tasa de desempleo juvenil del 28,4%.

Sin embargo, se cree que la cifra real está más cerca del 25 o el 30%, pues muchos búlgaros trabajan por temporadas en países como Grecia, España e Italia.

Según la central sindical búlgara, la Confederación del Trabajo Podkrepa, entre 20.000 y 25.000 jóvenes búlgaros abandonan el país cada año en busca de trabajo.

Actualmente, la diáspora búlgara asciende a alrededor de un millón de personas.

Además, los jóvenes búlgaros también tienen que lidiar con la falta de puestos de trabajo decentes: de media, los salarios en Bulgaria son cinco veces más bajos que en Europa occidental.

 

Afuera lo viejo, adentro lo nuevo

Tras la introducción del socialismo en Bulgaria y la creación de la República Popular de Bulgaria en 1946, todas las tierras de los pueblos se incorporaron a cooperativas agrícolas, a la fuerza o voluntariamente.

A principios de la década de 1990, Bulgaria realizó grandes esfuerzos para liberarse de su pasado comunista y avanzar hacia lo que veía como un futuro brillante y neoliberal.

Las granjas cooperativas del régimen anterior se liquidaron y cantidad de equipos se vendieron, muchos de ellos como chatarra.

El gobierno rechazó las propuestas de mantener las cooperativas en funcionamiento mediante el cambio del modelo de propiedad y su reconversión en sociedades por acciones. Como resultado, se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo, se destruyeron sistemas de irrigación y se fragmentaron huertos y grandes tierras de labranza al restablecer las antiguas fronteras.

Las tierras se devolvieron a los herederos de los antiguos dueños, pero a menudo estos tenían pocos incentivos para trabajarlas.

Hoy en día, alrededor del 80% de estos campos miden una media de dos hectáreas de superficie, lo cual resulta poco adecuado para la explotación agrícola moderna.

Un país que solía ser exportador de frutas, verduras y carne, ahora es importador.

Y la población rural sigue disminuyendo.

En 1975, el 42% de los búlgaros vivían en zonas rurales.

Según datos de Eurostat (la oficina estadística de la UE), hoy en día en Bulgaria hay poco más de dos millones de personas (un millón de las cuales son jubilados) viviendo en zonas rurales, lo que constituye el 27,5% de la población.

 

Regeneración

Unos 260 kilómetros al sudeste de Sofía se encuentra el popular centro de esquí de Pamporovo, ubicado en las montañas de Ródopi.

Muy cerca hay un grupo de pueblos vacíos; uno de ellos, Peshtera, lleva sin residentes permanentes desde 2012.

El último habitante falleció el pasado otoño. Sus tres perros famélicos sobreviven a duras penas gracias a los habitantes de un pueblo vecino que utilizan los edificios vacíos para almacenar heno y pasan por aquí dos veces por semana para echarles algo de comida.

Sin embargo, aunque suene mal, en realidad la situación en este pueblo es un poquito mejor.

Algunas familias griegas y británicas, así como un par de personas de Sofía, han reconvertido varias casas en chalets.

Según el Instituto para la Investigación de la Población y el Pueblo de la Academia de Ciencias de Bulgaria (BAS), en el país hay al menos 500 pueblos vacíos o ‘fantasma’.

En un estudio de la BAS, la investigadora Dona Pickard instó a las autoridades a que aplicaran medidas para ayudar a estimular la regeneración rural mediante “el apoyo a las tradiciones de la cooperación y la acción colectiva que siguen vivas en los pueblos”.

Está claro que hay que hacer algo.

Según la BAS, si no se interviene, en 2060 ya no quedarán pueblos en Bulgaria, debido a las bajas tasas de fertilidad y las altas tasas de mortalidad, así como a la falta de oportunidades en las zonas rurales.

En los últimos años, varios gobiernos y la UE han intervenido para invertir esta tendencia y en algunas zonas el sector agrícola se está empezando a recuperar poco a poco.

Por ejemplo, la decisión del gobierno búlgaro de reestructurar las subvenciones disponibles a través del Programa de Desarrollo Rural para fomentar la producción de cereales, viñedos y ganadería ha tenido como resultado la vuelta a una producción de cereales con un volumen de cosecha como no se había visto desde la década de 1980.

Asimismo, las autoridades han asignado subvenciones a los municipios para ayudarles a llevar a cabo mejoras estructurales en carreteras, plantas de tratamiento de aguas y sistemas de alcantarillado.

Sin embargo, los fondos son limitados y resulta difícil atraer inversiones para proyectos más grandes y ambiciosos, ya que, debido a la disminución de la población rural, no existen garantías de un margen de beneficio.

Mientras tanto, la población rural de Bulgaria, cada vez más anciana, solo puede recordar los buenos tiempos.

“Este era el pueblo más bonito de la región”, declara Tasko de Paramun, mientras observa con orgullo la plaza, antes llena de gente.

Es como si los fantasmas del pasado hubieran aparecido frente a sus ojos: niños yendo a la escuela abandonada, mujeres comprando en tiendas en ruinas y hombres cosechando los campos donde ya no se cultiva nada.

Todavía está por ver si Paramun volverá a recuperar su gloria pasada, pero es poco probable que Tasko lo llegue a ver antes de morir.