Swazilandia: gases lacrimógenos para la gente, regalos para las novias del rey

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En un país con la tasa de prevalencia de VIH más alta del mundo – una cuarta parte de la población – y donde seis de cada diez habitantes viven con apenas 2 USD diarios, uno se espera que la persona que esté en el poder demuestre por lo menos cierta inquietud.

Uno se espera que los líderes swazis intenten abordar la problemática de la pobreza generalizada del país, sabiendo que 300.000 personas dependen de la ayuda alimentaria de los donantes y que uno de cada tres trabajadores no tiene empleo ni seguridad social.

Pero la realidad es que a la realeza swazi todo esto no parece preocuparle demasiado. El Rey Mswati III, de 44 años de edad, considerado el último monarca absoluto de África, está demasiado ocupado gestionando su fortuna, cuyo valor se estima en unos 100 millones USD y que le convierte en el 15º monarca más rico del mundo, según Forbes.

Las actuales protestas de la “semana de acción” contra el régimen tampoco parecen preocuparle, siempre y cuando pueda reprimir cualquier crítica o reivindicación social. La misma semana en que Swazilandia conmemoraba su Día de la Independencia, el 6 de septiembre, el Gobierno envió las fuerzas de seguridad del Estado para que lanzaran gases lacrimógenos en las calles de la capital Mbabane.

La policía apaleó a los estudiantes que se manifestaban pacíficamente, y ha arrestado a activistas implicados en la extensa red de ONG, grupos de derechos humanos y sindicatos nacionales e internacionales que protestaban reclamando democracia.

Por otra parte, el Rey asistió esta semana a la Umhlanga o Danza del Junco, la ceremonia anual en la cual escoge una nueva esposa entre las miles de jóvenes vírgenes que bailan en topless y cantan para él y para la reina madre.

Este año había 80.000 candidatas, según informa el periódico Swazi Observer. La virgen elegida se unirá a las otras 14 esposas a quien el Rey gusta complacer con coches, regalos de boda lujosos y viajes para ir de compras, como el que hicieron hace poco a Las Vegas.

Es probable que viajaran allí con el bimotor DC-9 que Mswati III recibió el pasado mes de abril como regalo de cumpleaños de parte de varios “socios de desarrollo” anónimos, como los denomina un portavoz del Gobierno. El regalo está valorado en unos 48 millones USD y el combustible cuesta más de 5.000 USD por hora.

En 2002 el Rey intentó utilizar fondos públicos para comprarse un jet, pero tuvo que desistir después de las manifestaciones que esto provocó. Según rumores, el jet es un regalo de una empresa minera con sede en la India – un soborno innegable, dicen sus opositores.

“El Rey ha otorgado una licencia minera por medio de un proceso carente de transparencia: él y su Gobierno poseen el 60% de las acciones de la empresa. Ese dinero va a parar a la monarquía, no al pueblo”, dijo a ABC News Ntombenhle Khathwane, de la Plataforma Diáspora de Swazilandia.

Lo que es peor, desde la independencia de Gran Bretaña en 1973, la monarquía swazi parece haber convertido el país en una cárcel al aire libre, adoptando toda una serie de leyes dacronianas. Como era de esperar, Mario Masuku, líder del principal partido político prohibido, PUDEMO, entra y sale de la cárcel con frecuencia, y la central sindical nacional TUCOSWA también ha sido prohibida.

“La elite real le ha robado al pueblo su cultura swazi tradicional, y se dedica a infundir temor y sometimiento”, dicen los activistas de la Swaziland Democracy Campaign, una extensa coalición de organizaciones progresistas que hace campaña a favor del pluralismo y la democracia.