Túnez - retos políticos para el nuevo Gobierno en funciones

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El lunes 27 de enero de 2014, la Asamblea Nacional Constituyente de Túnez (Assemblée Nationale Constituante - ANC) aprobó una Constitución prácticamente laica después de casi dos años de amargos debates entre islamistas y laicos.

A continuación, el martes, la ANC otorgó por fin un “voto de confianza” – y por tanto el poder para gobernar – a Mehdi Jomaa y su equipo de 21 ministros independientes. Este equipo gobernará Túnez hasta que se celebren elecciones.

Ali Larayedh, el Primer Ministro saliente del partido Ennahda, presentó su dimisión el 9 de enero de 2014.

El partido islámico tunecino Ennahda, había sido elegido temporalmente, en principio por sólo un año, pero terminó aferrándose al poder durante 27 meses.

Al final entregó los mandos del gobierno a los tecnócratas independientes, poniendo así punto final a una crisis que se llevaba prolongado más de un año.

 En la calle principal de Túnez, la capital, se podía percibir una palpable sensación de alivio entre las multitudes.

En otros países de la Primavera Árabe las cosas no han ido tan bien. En Egipto, Mohamed Morsi, el Presidente legalmente elegido de los Hermanos Musulmanes, fue derrocado por el ejército el 3 de julio de 2013; un gran número de sus seguidores han sido asesinados por el ejército.

En Siria la guerra prosigue con furia, en parte exacerbada por las diferencias religiosas.

Y Libia parece estar dividida en varias zonas controladas por milicias armadas rivales, algunas de ellas aliadas al Islam político.

El 14 de enero de 2011, el dictador de Túnez Zine El Abidine Ben Ali huyó del país.

Las elecciones que se celebraron en octubre de 2011 otorgaron la victoria al Ennahda, el partido islámico tunecino, que formó Gobierno con otros dos pequeños partidos. En principio iban a gobernar por un año, el tiempo previsto para que se redactara una nueva Constitución.

Pero se aferraron al poder y siguieron gobernando más allá del plazo establecido para que se aprobara una constitución escrita.

Las dificultades económicas aplastaron a los ciudadanos del país, y una ráfaga de actos de terrorismo supuestamente islámico, que provocó la muerte de militares y políticos, conmocionó a los tunecinos.

El 6 de febrero de 2013 fue asesinado Chokri Belaid, político de izquierdas y conocido crítico del Ennahda.

Miles de personas salieron a las calles para asistir a su funeral. Seis meses después, el 25 de julio de 2013, el diputado de izquierdas Mohamed Brahmi sería también asesinado delante de su casa.

 

La UGTT da la talla

Al día siguiente, la legendaria central sindical nacional tunecina, la Union Générale Tunisienne du Travail (UGTT), convocó una huelga general para protestar contra el asesinato de Brahmi.

La ejecutiva sindical reclamaría posteriormente la dimisión del Ennahda.

Los diputados del Frente Popular se negaron a seguir trabajando e iniciaron una sentada a las puertas de la ANC. Mustapha Ben Jaafar, Presidente de la ANC, suspendió temporalmente la labor de la ANC y solicitó a la UGTT que actuara como mediador neutral entre los partidos políticos contendientes.

Lo que se produjo a continuación fue toda una hazaña de negociación por parte de la UGTT, que – podría decirse – consiguió que Túnez se librara del violento destino que les tocó atravesar a otros países de la Primavera Árabe.

El Secretario General de la UGTT, Houcine Abbasi, encabezó un “cuarteto” de cuatro negociadores de la sociedad civil: la UGTT, la UTICA (la asociación de empleadores), la LTDH (la Liga Tunecina para la defensa de los Derechos Humanos) y la Asociación de Abogados de Túnez.

El equipo de Abbasi negoció una hoja de ruta y un proceso de diálogo nacional.

En diciembre, tras semanas de debates, Mehdi Jomaa sería finalmente elegido como nuevo Primer Ministro.

En cuestión de tres semanas, la ACN redactó a toda prisa una Constitución que fue aprobada con raudales de emoción y los gritos ululantes de las diputadas, antes de ser aprobada formalmente en presencia de presidentes y dignatarios extranjeros a principios de esta semana.

En una entrevista con Equal Times, Naima Hamammi, Secretaria Adjunta de la Unión de Mujeres, Jóvenes y Asociaciones de Docentes de Secundaria (que forma parte de la UGTT), elogiaba las negociaciones: “Los cambios en la Constitución [final] se concretizaron esencialmente gracias al movimiento popular, a la sociedad civil, a los partidos políticos progresistas y a la UGTT”.

Hamammi observa que la igualdad entre hombres y mujeres aparece inscrita en esta Constitución, no como en los borradores anteriores.

Pero añade con prudencia: “Hay que ver qué tal funcionan estas leyes en la práctica”, y hace hincapié en los problemas económicos de Túnez señalando que “si no hay estabilidad se corre el riesgo de volver para atrás”.

 

¿Y ahora qué?

La nueva Constitución protege, entre otras cosas, la libertad sindical, el derecho de huelga, la igualdad de las mujeres y la libertad de expresión.

El Estado garantiza el derecho a un medio ambiente limpio y se le exige que garantice puestos de trabajo para todos los ciudadanos y ciudadanas – en el tercer trimestre de 2013 la tasa de desempleo en Túnez alcanzó el 15,7%.

La Constitución también exige que el Estado trate de erradicar la violencia contra las mujeres e incluye la descentralización como uno de sus objetivos – la zona central de Túnez ha sufrido durante años un subdesarrollo persistente.

Pero la realidad sobre el terreno dista mucho del contenido de los artículos de la Constitución.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) está presionando a Túnez para que ajuste su economía a los requisitos del capitalismo internacional.

Los activistas progresistas dicen que no parece que haya ninguna visión alternativa a más neoliberalismo. Pero el neoliberalismo – la política del dictador Ben Ali – demostró ser desastroso para los ciudadanos y ciudadanas tunecinos.

La nueva Constitución es sólo un paso en el camino, pero ¿a dónde se dirige ahora la revolución de Túnez?