Crisis global de políticas educativas – el no aprendizaje

 

The latest Education for All Global Monitoring Report (GMR), launched at the end of January in Addis Ababa, warns of a ‘learning crisis’ but is that what the international community should be focusing on?

El informa anual, que examina los progresos realizados en cuanto a la consecución de los objetivos de la Educación para Todos (EPT), dibuja un panorama sombrío en el período previo a 2015 – fecha límite para el cumplimiento de las metas tanto de la EPT como de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Por ejemplo, el informe indica que “en el África Subsahariana, si se mantienen las tendencias recientes, se logrará la finalización universal de la enseñanza primaria para los niños más ricos en 2021, pero para las niñas más pobres no se conseguirá ese objetivo antes de 2086.”

No obstante, se ha prestado mayor atención a la denominada “crisis del aprendizaje”, donde el dinero público se “desperdicia” en una educación de mala calidad que no garantiza que los niños/as aprendan a pesar de estar escolarizados.

Si bien la etiqueta “crisis del aprendizaje” puede resultar conveniente en su enfoque de una educación instrumentista y centrada en la rentabilidad, lamentablemente en la mayoría de los casos mezcla causa y efecto.

La verdadera crisis estriba en la deconstrucción y el déficit de financiación en los sistemas de educación pública, y el Informe nos proporciona justamente pruebas contundentes al respecto.

 

Dos fracasos principales

El informe discute acertadamente dos puntos importantes.

En primer lugar, que los Gobiernos de todo el mundo no están cumpliendo con sus compromisos de financiación de la educación – y en los casos en que hacen inversiones, éstas benefician a los privilegiados a costa de los más marginados, agrandando efectivamente las desigualdades.

Además muchos países no han invertido adecuadamente en la formación de sus docentes, contratando a profesores no cualificados, a los que les asignan contratos temporales, para responder a las demandas de un sistema educativo en expansión.

En segundo lugar, que los Gobiernos no han desarrollado ni implementado adecuadamente (léase: financiado) unas políticas docentes integrales.

A nivel mundial, los docentes trabajan con contratos precarios, ganan unos sueldos muy por debajo del salario mínimo y carecen de las cualificaciones, competencias, apoyo y materiales didácticos esenciales para enseñar.

La enseñanza y el aprendizaje se llevan a cabo en entornos inseguros e insalubres, que muchas veces implican unas clases abarrotadas y unas instalaciones sanitarias deficientes.

 

“Adquirir los conocimientos básicos”

Estos desafíos no deberían reducirse a un discurso global sobre una crisis “del aprendizaje”, del mismo modo que la calidad educativa no puede reducirse a los resultados del aprendizaje.

Si bien el aprendizaje es fundamental en el proceso educativo global, considerarlo como el único ámbito que requiere atención política indicaría muy poca visión de futuro.

La prioridad que se le da al “aprendizaje de los conocimientos básicos” –alfabetización y aritmética básica– se consigue a expensas de otros elementos indispensables. A costa, de hecho, de las propias condiciones que permiten que el aprendizaje se desarrolle.

Para que los países puedan seguir avanzando en lo que respecta a la educación y al desarrollo hasta y después de 2015, es preciso que aborden simultáneamente el acceso, la equidad y la calidad.

Para ello se requiere un enfoque integral de la educación, centrándose en lo que se incorpora a un sistema (los “aportes”, como por ejemplo unos recursos equitativamente distribuidos, docentes cualificados, programas de estudios relevantes así como instalaciones, materiales y tamaños de las aulas adecuados), centrándose igualmente en los procesos de enseñanza y aprendizaje y en los resultados de dichos procesos.

Más allá de la denominada “crisis del aprendizaje”, el Informe presenta pruebas valiosas de aquello por lo que los decentes y educadores han estado haciendo campaña globalmente, a saber, que la educación de calidad sostenible para todos y todas no se podrá alcanzar a menos que se realicen inversiones adecuadas en la motivación y en las competencias de los docentes, a través de la formación, el desarrollo profesional continuo y unas condiciones laborales decentes, acompañados de los instrumentos y entornos adecuados necesarios para la enseñanza y el aprendizaje.

La verdadera crisis no está en el aprendizaje sino en la política, en el compromiso y en una financiación sostenible a largo plazo.