Zona franca industrial de Togo: entre progreso y retos futuros

Zona franca industrial de Togo: entre progreso y retos futuros

 

Veintidós años. Este es el tiempo que tomó a los trabajadores y a los sindicatos de la zona franca industrial de Togo para conseguir que se les aplicara el mismo marco jurídico que al resto de la industria del país.

Un largo camino plagado de escollos.

Agbanan Kodjovi Jean, Secretario General de SYNATRAZOFT (Syndicat National des Travailleurs de la Zone Franche du Togo), rememora otra época:

“La zona franca industrial era considerada un territorio sin ley. Simplemente no era posible entablar una negociación entre trabajadores y empleadores.

Fue preciso imponer a los sindicatos, para lo cual nos basamos en la Constitución togolesa y en los convenios internacionales ratificados por nuestro país. Sin embargo, a los empleadores todavía les cuesta trabajo aceptarnos...”

Fundada en 1989 con el fin de atraer inversores y dinamizar un mercado de trabajo amorfo, la zona franca industrial de este país situado en África occidental, 11 veces más pequeño que Francia, se distingue por su particularidad geográfica.

A diferencia de otras zonas francas industriales, no se limita a un solo espacio amurallado, sino que se encuentra esparcida por todo el país, de norte a sur, y se divide entre unas sesenta empresas togolesas y extranjeras.

La actividad de todas consiste en la transformación de materiales importados en productos terminados y exporta por lo menos el 70% de su producción: dos condiciones esenciales para poder aspirar a los incentivos fiscales y aduanales de las zonas francas.

“Sin embargo, estos incentivos solamente duran 20 años”, afirma Laurent Coami Tamegnon en una entrevista con Equal Times.

El presidente de ASOZOF (Association des Sociétés de la Zone Franche du Togo), que representa a los empleadores del país, nos recibió en la oficina de su empresa de confección de uniformes militares y civiles.

Domina la sala un gigantesco retrato de Gnassingbé Eyadema, el hombre que presidió los destinos del país durante 38 años y que sigue siendo venerado por numerosos togoleses sin importar el estrato social al que pertenezcan.

Sin embargo, fue bajo la presidencia de su hijo, el actual presidente Faure Gnassingbé, colocado en el poder por el ejército al fallecer su padre en 2005, que se desmantelaron las prácticas contrarias a la ley vigentes en la zona franca industrial.

“En junio de 2011, la ley permitió que el código de trabajo de Togo se aplicará también en la zona franca industrial”, explica Tamegnon, antes de concluir con una gran sonrisa: “Los tiempos cambian y nosotros también tenemos que cambiar.”

No obstante, en el almacén de su empresa, no hay el menor rastro de un trabajador.

Todos los que encontramos son parte de una agrupación de costureros que respondió a una licitación para la confección de una nueva serie de uniformes.

Una vez terminado el pedido, estos trabajadores y trabajadoras se sumarán a los millones de togoleses que viven en la pobreza y la inseguridad de la economía informal.

 
La igualdad de retribución para un mismo trabajo

Pese a que las condiciones son mejores que antes, los trabajadores de la zona franca industrial siguen sin poder llegar a fin de mes.

Banmazé Mazalo trabaja para la empresa coreana que fabrica filamentos sintéticos Amina, el mayor empleador de la zona franca industrial.

Al igual que sus aproximadamente 4000 compañeras y compañeros, esta joven de unos treinta años comienza su jornada de trabajo antes del cierre de las puertas de la fábrica a las 6.50 de la mañana.

Hasta las 5 de la tarde selecciona, ordena, teje y reúne los filamentos sintéticos que ella misma no puede permitirse comprar.

Amina remunera a sus trabajadores a destajo. “Para ganar por lo menos 2.000 francos CFA (4 USD), hay que trabajar mucho. A nosotros nos gustaría que se estableciera una cantidad fija para todo el mundo”, explica Mazalo. Madre de cuatro hijos, vive en una pequeña vivienda de una sola planta y menos de diez metros cuadrados, sin aseos, en un espartano campamento militar en Lomé. Su marido es soldado y fue enviado en misión a Malí.

"Es difícil vivir con 40.000 francos CFA (83 USD) al mes. [... ] Cuando el sindicato me habló de lo que hacían, me interesó mucho y ahora que soy sindicalista yo también me siento más fuerte y respetada. Hay que darle el ejemplo a los demás, para que ellos también se incorporen a nosotros.”

Mazalo recuerda con amargura la época en que los trabajadores y las trabajadoras tenían que hacer huelga, cerrar las entradas a la fábrica y hacer manifestaciones para obtener por lo menos lo equivalente al salario mínimo legal, fijado en 35.000 francos CFA (73 USD) al mes.

Ahora, dice, el diálogo con la dirección es mucho más fácil, y el ambiente general dentro de la empresa ha mejorado.

Las condiciones también: bonificación por trabajo nocturno, por transporte... conquistas obtenidas gracias a la lucha de los sindicatos, pero que siguen siendo insuficientes y no disminuyen la presión diaria que pesa sobre los trabajadores y las trabajadoras de Amina.

 
Trabajen durante sus horas trabajo, organícense una vez fuera”

Los dos primeros sindicatos de la zona franca industrial nacieron en 2009. El ejemplo cundió rápidamente, y unos meses más tarde se formó un tercer sindicato.

Originalmente, fueron los representantes del personal de las empresas de la zona franca quienes decidieron unirse como sindicato con el fin de tener mayor fuerza a la hora de negociar con los empleadores.

Sin embargo, los representantes sindicales y empresariales entrevistados por Equal Times admiten que sin la presión internacional ejercida sobre Togo, especialmente de parte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es poco probable que los empleadores hubieran cedido un ápice.

“Todavía queda mucho trabajo por hacer”, afirma Agbanan, también trabajador de Amina.

“Es preciso sensibilizar a nuestros compañeros escuchando sus problemas y explicando que es lo que puede hacer el sindicato por ellos.

En Amina, lo que mejor funciona es pasarse la voz, las manifestaciones y las reuniones públicas. Es así como hemos logrado encontrar nuevos miembros.”

A juicio de Katanga Tchilalo Florence, activista sindical de SYNATRAZOFT y trabajadora en una fábrica de redes de pesca de nylon en la zona franca industrial, también es importante trabajar sin dar motivo de queja a los empleadores.

Afirma haber aprendido estas enseñanzas en 2011, en un seminario organizado en Bruselas por la Confederación Sindical Internacional (CSI), realizado en colaboración con la Oficina de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV).

“Aprendí que es importante hacer tu trabajo correctamente y de manera irreprochable para no tener problemas con los empleadores”, nos contó Florence. “Pero fuera de la fábrica no hay que parar de despertar la conciencia de los compañeros.”

La joven sabe de qué está hablando. A su regreso de Bruselas, el empleador coreano buscó por todos los medios hacerla abandonar su trabajo. Ella se mantuvo firme y hasta la fecha sigue luchando por sus compañeros, en particular para obtener contratos de duración indefinida después de dos años de trabajar con contratos temporales, de conformidad con lo dispuesto por la legislación togolesa.

Recientemente, tres trabajadores de su empresa fueron expulsados acusados de robo. Tras intensas negociaciones con la dirección, dos de ellos obtuvieron una indemnización de despido y el tercero fue reintegrado en su puesto de trabajo.

“Este tipo de victoria es importante para continuar el movimiento”, afirma Florence. “Es preciso reunir a la mayor cantidad posible de trabajadores y de trabajadoras. Cuando hacemos reuniones, invitamos a todos, no solamente a los miembros.”

El camino que queda por recorrer aún es largo. Juntas, las tres organizaciones sindicales reúnen a cerca de 5.000 trabajadores y trabajadoras, es decir, menos de la mitad de los aproximadamente 13.000 que trabajan en la zona franca industrial de Togo.