Auge, declive y ruina: la historia de una fábrica bosnia

Auge, declive y ruina: la historia de una fábrica bosnia

Admir Becic, an employee of the Dita detergent factory, looks on inside the factory in the Bosnian town of Tuzla, 140 kilometres north of Sarajevo, on Wednesday 12 February 2014. The violence engulfing Bosnia in recent days, with scenes of burning government buildings and protesters pelting police with stones, has many root causes. One of them is the failed privatisations of state-owned companies.

(AP/Amel Emric)

Para entender cómo se produjo el declive industrial de Bosnia y Herzegovina, basta con examinar el caso de la fábrica de Glinica Birač cerca de la ciudad de Zvornik al noreste del país. Construido en 1976, el megacomplejo Glinica Birač era el mayor productor y exportador de aluminio y zeolita de todo el territorio de la ex Yugoslavia, que obtuvo en 1989 unos beneficios netos históricos de 100 millones de dólares estadounidenses.

Sin embargo, la fábrica es actualmente un ejemplo elocuente de los turbios procesos de privatización y de inversión extranjera. La empresa fue salvada de la quiebra por políticos que consideraban que la empresa era “demasiado grande para caer”, pero que han hecho muy poco por asegurar que funcione.

Los ganadores en esta situación son los magnates y los políticos que gozan de todos los privilegios que acarrean la desregulación y la corrupción. Los trabajadores, en cambio, que luchan por sobrevivir en uno de los países más pobres de Europa, son, indiscutiblemente, los perdedores.

Según las estadísticas nacionales, el ingreso mensual promedio en Bosnia es de alrededor de 800 marcos convertibles (aproximadamente 560 dólares USD). No obstante, los grupos de la sociedad civil como la asociación de consumidores, dice que esa cifra dista mucho de la realidad, refiriéndose a la masiva disparidad en los ingresos.

Muchos empleados del sector público, por ejemplo, ganan más de 5.000 KM (3.500 dólares USD) por mes, mientras que la mayoría de ciudadanos reciben un salario mensual de entre 200 y 600 KM (140-420 dólares USD). Si a esos bajos salarios se añade la cifra oficial del desempleo de más del 40%, se entenderá lo que motivó las protestas masivas el mes pasado en todo el país.

Trabajadores: de reyes a mendigos

Durante el gobierno del mariscal Josef Tito, los trabajadores bosnios (que entonces eran yugoslavos) gozaban de condiciones de trabajo que rivalizaban, e incluso superaban, las de Europa Occidental. Como dijo un antiguo trabajador de Glinica: “Antes de la guerra, el trabajador era rey. Había muchos trabajadores, por lo que se trabajaba menos y había más tiempo libre. Pero seguíamos viendo el resultado de nuestro trabajo. Eran tiempos mucho más felices”.

Además de condiciones de trabajo más favorables, los trabajadores también recibían numerosas prestaciones. Por ejemplo, muchos de los empleados de Glinica vivían con sus familias en apartamentos que la empresa proporcionaba a un costo asequible, situados cerca de la fábrica. En la actualidad, en cambio, las cosas difícilmente podrían ser peores. Hay muchos más desempleados que puestos de trabajo, así que los que tienen la “suerte” de tener empleo soportan terribles condiciones de trabajo porque saben que hay un ejército de desempleados que está fuera esperando.

La mayoría de los trabajadores de Bosnia y Herzegovina trabajan en la economía informal en la que sus derechos son sistemáticamente violados, mientras que los puestos de trabajo permanentes son el sueño dorado de la mayoría.

Además, no existe una red de protección social en el país y los empleadores con frecuencia aprovechan la situación económica desesperada en que se encuentra el país para eludir sus obligaciones fiscales, con frecuencia con la complicidad de las autoridades.

“Los anteriores propietarios lituanos [que en 2001 adquirieron la mayoría del capital de la que hasta entonces había sido una empresa de propiedad estatal] no contribuyeron a los fondos de prestaciones sociales ni al fondo de pensiones, e incluso muchos trabajadores no fueron registrados”, dijo un trabajador que llevaba mucho tiempo trabajando para la fábrica Glinica Birač, que aceptó hablar con Equal Times bajo condición de anonimato.

“El gobierno era consciente de esto, pero hizo la vista gorda hasta que los lituanos quebraron y huyeron del país a principios de 2013. Meses después, el gobierno intervino y dividió las acciones entre los políticos”. Indicó que si bien las condiciones habían mejorado bajo el nuevo Consejo de Administración designado por el Gobierno, seguía habiendo mucha incertidumbre.

La fábrica emplea actualmente alrededor de 1.000 trabajadores. En 1991, un año antes de que estallara la guerra de Bosnia, esa cifra alcanzaba los 2.600 trabajadores.

Falta de unidad

Las profundas divisiones étnicas y religiosas que subsisten en Bosnia son el legado de la brutal guerra civil que afectó al país entre 1992 y 1995, y plantean numerosos desafíos para el movimiento sindical. El país está de hecho dividido en dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina, poblada principalmente por bosnios y croatas, y la República Srpska, mayoritariamente serbia.

La discriminación, sobre todo en el empleo, es un fenómeno común en todo el país. La división hace que sea no difícil sino imposible, constituir un gobierno que funcione, un plan de desarrollo económico y social coherente a escala nacional, o salvaguardar los derechos de los ciudadanos.

Muy burocrático y sumamente complejo, el sistema contribuye a crear una cultura que fomenta la impunidad de las autoridades. También permite que la corrupción se instale a todos los niveles del gobierno.

Nerzuk Ćurak, profesor en Ciencias Políticas en la Universidad de Sarajevo y destacado analista político, se ha manifestado a favor de un “Estado muy descentralizado, basado en la justicia social, que funcione según el principio de subsidiariedad, y sobre una base racional y económica. Los que piensan que Bosnia y Herzegovina necesita cinco capas de gobierno para lograr un equilibrio étnico no saben de lo que hablan”.

Incluso los sindicatos en Bosnia y Herzegovina reflejan esas divisiones, que menoscaban su capacidad efectiva de colaboración. Las dos centrales de Bosnia, la Confederación de Sindicatos Independientes de Bosnia de la Federación (Savez samostalnih sindikata BiH, o SSSBiH) y el Savez sindikata Republike Srpske (SSRS) son miembros fundadores de la Confederación de Sindicatos de Bosnia y Herzegovina, KSBiH.

Enisa Salimović, coordinadora de la Oficina para Europa del sureste del Consejo Regional Paneuropeo/Confederación Sindical Internacional (CSI) en Sarajevo, ha descrito el nivel de cooperación entre los dos sindicatos como “sólido, incluso en ocasiones muy bueno, aunque la mayor parte de la actividades sindicales se llevan a cabo a nivel de las entidades, ya que las leyes laborales se aprueban a ese nivel”.

Leyes laborales

Aun cuando la fuerza potencial del movimiento sindical se ha visto debilitada por las condiciones socioeconómicas adversas y una falta de solidaridad entre los trabajadores, el bloqueo de la propuesta de una nueva ley sobre el trabajo en la República Srpska por los sindicatos ha demostrado a las autoridades y a los propios trabajadores que son capaces de aunar esfuerzos en pro de la defensa de sus derechos cuando estos con gravemente vulnerados.

La nueva ley propuesta gozaba del fuerte apoyo del gobierno de la entidad y de la asociación oficial de empleadores (Unija udruženja poslodavaca RS). Dado que la aprobación de la ley requiere el aval del sindicato, se le sometió a mucha presión para que votara a favor de la nueva ley. Sin embargo, según Ranka Mišić, presidente de SSRS, si la ley propuesta hubiera sido aprobada, habría convertido a los trabajadores en “esclavos del siglo XXI”.

En una reciente entrevista de Radio Free Europe, Mišić expresó que “la suerte [de los trabajadores] en todos los sectores está enteramente en manos del empleador. No hay negociaciones colectivas y, lo que es aún más importante, todas las prestaciones materiales obtenidas por los sindicatos en el marco del convenio colectivo general han desaparecido”.

Los sindicatos lograron defender los intereses de los trabajadores en este caso, pero la ley es una cosa y su aplicación es otra cosa muy distinta, y muchos analistas señalan que algunas disposiciones de la ley laboral actual no se respetan. Los conflictos locales entre la dirección y los trabajadores no tienen mucha resonancia mediática y se solucionan generalmente con rapidez, aunque por desagracia a menudo en detrimento de los trabajadores.

Según Salimović, la única solución a estos problemas es tener sindicatos fuertes: “Cuando los sindicatos empiezan a tener conflictos internos las cosas empeoran, se pierde tiempo y su imagen pública se deteriora. Es importante que se recobre la confianza en los sindicatos, que se restaure su imagen para poder afiliar nuevos miembros y, en particular, atraer a los jóvenes”.

Para muchos jóvenes trabajadores, las oportunidades están en otra parte. Según datos del Banco Mundial, hasta el 28,6% de los bosnios con certificados de educación superior han emigrado al extranjero.

Las recientes protestas han logrado colocar las cuestiones de los derechos de los trabajadores y el empleo en el centro del discurso político en Bosnia. Los trabajadores y los sindicatos han obligado a los políticos a escuchar sus demandas.

Con todo, Bosnia lleva más de dos décadas en un estado de depresión perpetuo. Con las protestas de febrero se ha llegado a pensar que un cambio positivo y significativo es posible, pero tomará algún tiempo recuperarse de los efectos de más de 20 años de mala gestión económica, degradación social y corrupción.