Desacuerdo entre la Comisión Europea y el BCE con respecto a la deflación

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Hasta la fecha, los “señores de la austeridad” han podido, desde la sede de Europa, hacer caso omiso de las devastadoras consecuencias económicas y sociales de sus políticas.

Aun cuando se vieron obligados a admitir que la austeridad provoca efectivamente una recesión a corto plazo, siguen aferrándose a la creencia de que la consolidación fiscal es pese a todo necesaria para restaurar la confianza que tanto necesitaba el mercado, y que las economías se verían recompensadas con un crecimiento a medio plazo.

Ahora muestran una actitud igualmente complaciente respecto a la política fiscal de “devaluación salarial interior”, una especie de doble de la austeridad.

Queda claro para todos que la devaluación salarial interna está socavando la estabilidad de los precios, lo cual es efectivamente un valor fundamental para los “señores de la austeridad”.

De hecho, con una inflación, tanto global como básica, tan baja que apenas alcanza actualmente un 0,8 por ciento, el objetivo del BCE de “una inflación inferior, pero próxima, al 2 por ciento” se está incumpliendo, si bien a la baja, de manera significativa.

Lo cual, sin embargo, no parece molestar mucho a los responsables políticos europeos.

Desde el punto de vista de los ministros de Hacienda, el peligro de una inflación tan baja que llegue a convertirse en deflación no merece entrar en el debate y declaran que en realidad se trata de una “buena deflación”, que resulta incluso deseable.

Desde el Banco Central Europeo (BCE), la respuesta es un poco más inteligente y se resume en un recuadro en su último Boletín Mensual.

Según el BCE, que utiliza un modelo econométrico de indicadores y análisis monetarios, la probabilidad de que en el tercer trimestre de 2013 la economía se encuentre en “régimen inflacionario medio” (que corresponde a la meta de estabilidad de precios del BCE) es del 63 por ciento.

De cara al futuro, el BCE estima que la probabilidad de permanecer en este régimen inflacionario a lo largo del período hasta finales de 2015 es muy alta y superior al 90 por ciento.

Por el contrario, la probabilidad de pasar a un régimen de baja inflación con una media del 0,5 por ciento es limitada y el BCE estima que será inferior al 10 por ciento.

Además de este análisis técnico, la otra respuesta del BCE consiste simplemente en modificar el objetivo previsto.

Mientras que la meta anterior consistía en una inflación próxima al 2 por ciento a medio plazo, los funcionarios del BCE ahora se refieren sistemáticamente al 2 por ciento como meta a alcanzar a largo plazo.

Esta perspectiva permite al Banco Central Europeo centrar sus comunicaciones en la idea de que las expectativas en materia de inflación a largo plazo se mantienen firmes, sin tener en cuenta el inquietante deslizamiento de dichas expectativas hacia un horizonte temporal de dos años.

 

Previsiones interesantes

Es aquí donde las previsiones de invierno recientemente publicadas por la Comisión Europea resultan realmente interesantes.

Una cuidadosa lectura del recuadro de texto que aparece en la publicación de la Comisión sobre “tendencias deflacionarias en la zona del euro” permite identificar el hecho de que la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros (DG ECFIN) en plantea arroja serias dudas respecto a los argumentos esgrimidos por el BCE, aun cuando se expresa en términos cautelosos e implícitos.

Si desciframos el texto cuidadosamente redactado de la Comisión y lo traducimos a un lenguaje sencillo, saltan a la vista los siguientes mensajes:

  • Es peligroso basar las políticas en expectativas de inflación a largo plazo.

O como señala la Comisión:

“Sin embargo, como lo demuestra la experiencia japonesa, que experimentó un largo período de deflación esencialmente leve desde mediados de la década de los años 1990, las expectativas de inflación a largo plazo no brindan necesariamente una total seguridad.”

En el caso de Japón, las expectativas de inflación a largo plazo se revelaron sistemáticamente equivocadas.

Las expectativas de inflación para los siguientes seis a diez años se redujeron solo gradualmente a principios de la década de los años 1990 y en realidad se mantuvieron positivas durante las últimas dos décadas.

Sin embargo, el resultado real durante este período fue que Japón experimentó una caída continua en los niveles de precios.

De modo que el argumento del BCE según el cual las expectativas de inflación a largo plazo se mantienen firmemente estables, resulta inútil.
  • De modificarse las estructuras de la economía, los modelos econométricos resultan una guía poco fiable.

Este mensaje se perfila oculto en el siguiente párrafo: “La sensibilidad de las perspectivas de inflación a los choques parece haber aumentado (...). La reducción de las rigideces nominales en algunos Estados miembros puede haber disminuido algo la rigidez a la baja que ya experimentó antes levemente la inflación en la zona del euro.

Aquí el punto crucial que hay que tener en cuenta es que las instituciones de formación de los salarios y de negociación colectiva han sido desmanteladas en varios Estados miembros de la zona euro en los últimos años.

Sin embargo, es la existencia de estas instituciones lo que impidió que los salarios y los precios se “derrumbaran” en periodos anteriores.

Ahora que estas salvaguardas que protegen contra la baja salarial y la evolución de los precios han desaparecido en gran parte, las economías se han vuelto mucho más vulnerables a las crisis deflacionarias.

El riesgo de deflación es, pues, mucho más grande de lo que cabría sospechar de acuerdo con los modelos econométricos que necesariamente se basan en hechos y cifras anteriores.

En otras palabras, el peligro de entrar a un régimen de deflación no puede reducirse a lo que suele denominarse como un “riesgo excepcional”.

De tomarse en cuenta las recientes reformas estructurales de los sistemas de formación de salarios, este riesgo se ha convertido en realidad en un peligro claro y presente.

  • El peligro no consiste únicamente en una deflación, sino que una inflación demasiado baja simplemente arrastra a la economía hasta el fondo.

“Un periodo prolongado de inflación muy baja incrementa el valor real de la deuda tanto pública como privada y conlleva mayores tipos de interés reales, por lo que el ajuste interno que está teniendo lugar en varios Estados miembros resultará más difícil.”

De este modo, la opinión tradicional de que la caída de los precios es buena por definición, ya que mejora la competitividad, es totalmente obsoleta.

La Comisión está más bien prestando atención al peligro de una baja inflación elevando la carga real de la deuda.

Esta situación obliga a todos los agentes económicos (gobiernos, hogares, empresas) a dar servicio a deudas nominalmente rígidas con un ingreso nominal más bajo.

En este proceso, desaparece de la economía una mayor demanda, lo que a su vez intensifica las presiones deflacionarias.

 

Un pequeño paso para los sindicatos europeos, un gran paso para la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros

Para los economistas sindicales, nada de esto es nuevo.

Estas son precisamente las advertencias que han venido enunciando en repetidas ocasiones (véase un ejemplo aquí).

El hecho de que la Comisión Europea, y particularmente la DG de Asuntos Económicos y Financieros, parecen compartir ahora algunas de las mismas preocupaciones no deja de ser interesante.

¿Puede ser entonces que, a pesar de todo, todavía haya esperanzas de cordura en la formulación de la política económica de la zona euro?

La respuesta a esta pregunta depende naturalmente de la reacción del Banco Central Europeo.

Esperemos que la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros, en la lucha política que va a librarse a puertas cerradas tras esta publicación, reafirme su postura.

Este artículo fue publicado originalmente en Social Europe.