Los sindicatos deben hacer más para combatir la discriminación racial en el mercado laboral europeo

Hoy se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial. Por desgracia, desde el punto de vista de la igualdad y la anti discriminación no hay mucho que celebrar.

No sorprenderá a nadie que la discriminación siga siendo un importante obstáculo para las personas de raza negra, el pueblo gitano, los musulmanes y los migrantes procedentes de países no miembros de la UE que viven en Europa y buscan trabajo o incluso que ya están empleados.

Para las mujeres de origen migrante o de minorías étnicas es aún peor. Esto queda claro en el último Informe Alternativo sobre racismo y discriminación en el empleo en Europa de la Red Europea contra el Racismo (ENAR).

La actual crisis económica y financiera que Europa lleva seis años sufriendo, unida a la falta de inversiones sociales, no han contribuido a mejorar la situación.

Ha empeorado la discriminación contra las minorías y los migrantes y han aumentado las diferencias relacionadas con el empleo entre estos y la población mayoritaria.

Los migrantes africanos en España tienen el doble de probabilidades de estar desempleados que las personas de la población mayoritaria.

En Finlandia y Bélgica, las tasas de desempleo son tres veces más altas para la gente nacida fuera de la UE que para la población nativa, independientemente de sus cualificaciones.

Los migrantes y las minorías se enfrentan a la discriminación cuando postulan para un puesto de trabajo, por ejemplo cuando la selección se basa en los nombres y direcciones o cuando las agencias de empleo adoptan prácticas discriminatorias.

Por ejemplo, en Reino Unido los candidatos a puestos de trabajo con nombres que suenan extranjeros tienen tres veces menos probabilidades de ser seleccionados que los candidatos con nombres que suenan a blanco británico.

Incluso cuando ya están empleados, los miembros de minorías étnicas y religiosas siguen enfrentándose a un trato desigual. Los salarios más bajos, las barreras que impiden el ascenso profesional, las condiciones laborales precarias y difíciles, el acoso, los abusos y los despidos son solo algunas de sus manifestaciones.

En Hungría, por ejemplo, los salarios que pagan a los gitanos son más bajos que el salario mínimo húngaro. En Austria, los trabajadores/as de origen turco ganan un 20% menos que sus colegas austriacos de origen no migrante. En Polonia suelen obligar a los trabajadores/as migrantes a trabajar más horas bajo amenazas de despido.

Estas prácticas discriminatorias se dan a pesar de la existencia de leyes de la UE que prohíben la discriminación en el empleo.

Por desgracia, estas leyes no son siempre tan eficaces como deberían. Por tanto, numerosas víctimas de la discriminación quedan desprotegidas.

 

Sindicatos

Sin embargo, el panorama no es totalmente negativo. Varias instituciones y organizaciones (incluidos los sindicatos) están realizando grandes esfuerzos para afrontar esta realidad.

Entre las mejores prácticas de los sindicatos se encuentran: las iniciativas para sensibilizar a la población acerca de la discriminación y el racismo en el empleo; la formación de los miembros sindicales en cuestiones de discriminación; la adopción de políticas de diversidad en el marco del diálogo social; y las iniciativas centradas en los migrantes.

Por ejemplo, el BECTU (el sindicato británico de trabajadores/as de los medios de comunicación y el mundo del espectáculo) ha estado celebrando actividades para la creación de redes a las que asisten sus miembros.

Dichas actividades les permite reunirse y presentar propuestas a los representantes de las empresas.

Desde 2003 han creado más de 5.400 contactos personales entre aproximadamente 1.800 profesionales de raza negra y de minorías étnicas y 730 altos directivos del mundo del cine y la radiotelevisión.

Sin embargo, esto sigue siendo el desarrollo de un sector y está lejos de ofrecer soluciones a la mayoría de los trabajadores/as migrantes y de minorías étnicas que sufren la discriminación en el ámbito laboral.

Además, en algunos países, el nivel de implicación de los sindicatos en la lucha contra la discriminación racial sigue siendo bajo, como en la República Checa, Finlandia, Lituania, Malta, Países Bajos y Polonia.

Es crucial que los sindicatos tengan en cuenta en sus tareas a los trabajadores/as de minorías étnicas y religiosas mediante el desarrollo de estrategias internas para apoyar a los representantes sindicales en su lucha contra la discriminación dentro de las estructuras sindicales y de los afiliados, por ejemplo, y a las víctimas de la discriminación en el lugar de trabajo.

Sería oportuno reflexionar con los sindicatos sobre por qué muchos de ellos se han enfrentado a resistencias internas para abordar el racismo y la consiguiente discriminación en sus zonas.

Los analistas han resaltado la evolución de las diferentes curvas dentro del mercado laboral, la economía en general y la vida interna de los sindicatos como una explicación parcial de las dificultades que han encontrado los sindicatos para abordar la desigualdad racial al mismo nivel que la desigualdad de género o de edad.

El auge de las políticas identitarias y de los consiguientes discursos y políticas racistas en la sociedad ha coincidido con el auge hegemónico de las políticas neoliberales que han provocado grandes tensiones en los sindicatos.

En el norte de Europa, durante el período de bonanza económica posterior a la Segunda Guerra Mundial, los sindicatos estaban mucho más implicados en el apoyo a los trabajadores/as migrantes en una época en la que el asunto de la discriminación racial y religiosa en el trabajo no estaba realmente en la agenda.

Precisamente cuando dichos asuntos empezaron a ser cada vez más importantes, los sindicatos se vieron obligados a actuar a la defensiva en relación con la protección de los trabajadores/as.

Aunque la anti discriminación se convirtió en la corriente dominante en los enfoques políticos europeos, los sindicatos se encontraron en una situación más difícil para impulsar esta agenda a nivel interno, ya que resulta más fácil tener en cuenta las necesidades de los diferentes trabajadores/as en épocas de un pleno empleo casi total que cuando las tasas de desempleo ascienden a casi el 20% de la población en edad laboral.

Por tanto, los sindicatos no se han encontrado en una posición fuerte para ejercer presión sobre los empleadores y legisladores con vistas a que asuman sus responsabilidades en la apertura de los trabajadores/as europeos a la diversidad.

 

Valentía política

Sin embargo, defender la igualdad no es solo responsabilidad de la sociedad civil.

Los Estados de toda Europa deben actuar con valentía política para combatir contra la discriminación en el empleo.

Por ejemplo, deben establecer normas para las inspecciones de trabajo diseñadas para mejorar la detección de la discriminación étnica y religiosa en el lugar de trabajo y garantizar que las normativas del mercado laboral respeten el principio de “salario igual para trabajo igual en idénticas condiciones” y que todos los trabajadores/as (nacionales, migrantes de la UE y migrantes de países no miembros de la UE) reciban el mismo trato.

Ya es hora de que los políticos se tomen la discriminación en serio, en especial de cara a las próximas elecciones europeas.

De hecho, el desempleo sigue siendo la principal preocupación de los europeos y el acceso a un trabajo de calidad será una gran prioridad entre los votantes, incluidos los de origen migrante o de minorías que constituyen alrededor del 12% de la población europea.

Los políticos deben darse cuenta de que permitir que millones de personas estén discriminadas y excluidas de los trabajos constituye una enorme pérdida de talentos y habilidades que, en última instancia, afecta al bienestar de todos los habitantes de Europa.

Teniendo en cuenta su larga tradición en la lucha por la igualdad en el empleo y su capacidad para la movilización, los sindicatos también tienen que desempeñar un papel crucial para que los políticos entiendan que 60 millones de europeos étnicamente diversos merecen justicia y puestos de trabajo de calidad, al igual que sus colegas de la población mayoritaria.