He visto como el cambio climático está provocando que más y más personas pasen hambre

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Apenas tres días después de que el tifón Haiyan, la tormenta más grande que jamás haya tocado tierra, devastara mi país natal, asistí a las negociaciones sobre cambio climático de Naciones Unidas en Polonia.

Sumido en un profundo sentimiento de angustia y ansiedad por no conocer la suerte de mi familia y amigos, pedí, junto a otros delegados presentes, que se reconociese que los países más vulnerables –como Filipinas– no pueden hacer frente solos a los devastadores efectos del cambio climático.

La semana pasada, los Gobiernos se han reunido en Japón para debatir un nuevo e importante informe científico realizado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. El informe plasma la increíble magnitud de la amenaza que el cambio climático supone para algunas personas del planeta y recoge las medidas que se deben tomar para ayudarles a salir adelante.

Uno de los riesgos más serios a los que nos enfrentamos es el aumento del hambre. Ninguna civilización puede prosperar sin alimentos y, así, muchas han desaparecido con el derrumbe de sus sistemas de abastecimiento de agua y alimentos.

El cambio climático está provocando que más y más personas pasen hambre. Y cambiará nuestra forma de alimentarnos. Los fenómenos meteorológicos extremos como el tifón Haiyan, unas estaciones erráticas y el aumento de las temperaturas y del nivel del mar ya están provocando el caos para muchas comunidades agricultoras y pesqueras.

Los precios de los alimentos están aumentando, mientras que su calidad se está deteriorando. Para el año 2050, 50 millones de personas más –lo que equivale a la población de España– estarán en riesgo de padecer hambre debido al cambio climático.

El tifón Haiyan devastó mi país. Miles de personas perdieron la vida y millones más sus hogares y sus medios de vida. Mi propia familia vivió de primera mano la tormenta. Como otros tantos millones de supervivientes, continúan sufriendo el trauma y los dolorosos recuerdos de aquella tragedia.

Hoy, millones de paisanos míos viven en casas seriamente dañadas y dependen de la ayuda para sobrevivir. Más de un millón de familias agricultoras y 20.000 familias pescadoras luchan por salir adelante. Sin embargo, el reto es abrumador.

La tormenta destruyó treinta y tres millones de cocoteros y más de 100.000 hectáreas de campos de arroz. Las pérdidas totales en el sector agrícola ascienden a casi 1.000 millones de dólares US.

Pero esto no acaba aquí. La sombra de una crisis alimentaria global planea sobre el horizonte debido al empeoramiento de los efectos del cambio climático.

Sin embargo, tal y como mi país experimentó y como el nuevo informe de Oxfam "Hambre y calentamiento global: cómo impedir que el cambio climático haga fracasar la lucha contra el hambre" muestra, lamentablemente, nuestros sistemas alimentarios no están preparados para afrontar semejante reto.

Aunque ningún país –ni pobre, ni rico– está al seguro, son los países más pobres y los que padecen una mayor inseguridad alimentaria los que están menos preparados y expuestos a un mayor riesgo. Serán quienes más sufran.

Nos encontramos en un momento de la Historia crítico, y la oportunidad para cambiar las cosas es pequeña. El tiempo no está de nuestra parte.

Necesitamos ayuda para adaptarnos, especialmente en los países más pobres y vulnerables, y evitar que millones de personas más padezcan hambre en las próximas dos décadas como consecuencia de los efectos del cambio climático.

Esto no tiene por qué resultar tan caro. Se estima que las necesidades de adaptación de los países pobres ascienden a aproximadamente 100.000 millones de dólares US al año, lo que equivale a sólo el 5% de la riqueza que atesoran las cien personas más ricas del mundo.

También es necesario reducir las emisiones de forma urgente y evitar una crisis alimentaria global galopante que podría tener graves consecuencias para las futuras generaciones.

Nuestra sed de energía sucia, de combustibles fósiles, se interpone entre nosotros y una solución global al problema del cambio climático y la escasez de alimentos. Debemos acabar con ella.

Personas de todo el mundo están haciendo cuanto está en sus manos para hacer frente al cambio climático. Desafortunadamente, son muy pocos los Gobiernos y las grandes empresas que se toman en serio esta amenaza.

Debemos actuar juntos para ejercer presión y cambiar nuestro estilo de vida para evitar que el cambio climático agrave el hambre en el mundo.

Estamos en guerra con el cambio climático y el hambre. Una guerra que no nos podemos permitir perder y que creo que aún podemos ganar, juntos.

Este artículo fue publicado originalmente por Oxfam.