UN AUMENTO SALARIAL PARA LOS POBRES SIGNIFICA PROSPERIDAD PARA TODOS

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Hoy día, en Estados Unidos, un director ejecutivo gana 273 veces más que un trabajador promedio.

Todos, desde el 99% de los ciudadanos al presidente Barack Obama se están dando cuenta que la creciente desigualdad obstaculiza el crecimiento económico y disminuye el potencial de todas las sociedades.

Sin embargo, el país más rico de la Tierra es nada menos que el ejemplo más extremo de una tendencia mundial inquietante.

La desigualdad está en aumento en casi todos los países, y los salarios son actualmente los más bajos jamás registrados en proporción con la riqueza.

Entre tanto, el desempleo se sitúa en todas partes en su máximo histórico y más del 50% de los trabajadores y las trabajadoras desempeñan un empleo vulnerable o precario.

Al mismo tiempo, el 40% de los trabajadores y de las trabajaras se encuentran atrapados en la desesperanza del sector informal, sin salario mínimo y sin derechos.

La salud, la educación pública, el transporte y los servicios públicos de calidad resultan cada vez más inaccesibles para todos aquellos que no tienen con qué pagarlos. La evasión de impuestos por parte de las grandes corporaciones multinacionales no tiene freno.

Más de la mitad de los encuestados (el 59%) de la Encuesta Mundial de la CSI de 2013 carecen de toda capacidad de ahorro.

¿Qué vamos a hacer al respecto?

En su discurso sobre el Estado de la Nación el presidente Obama anunció un aumento del salario mínimo para los empleados federales a 10,10 USD por hora, e instó al Congreso a hacer lo mismo con respecto a toda la fuerza de trabajo del país.

La Confederación Sindical Internacional (CSI), aplaude este paso de vital importancia hacia la reducción de la desigualdad.

Hace casi un siglo, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, los líderes mundiales reconocieron que un salario mínimo vital era esencial para la justicia social y una paz duradera.

El preámbulo de la Constitución de 1919 de la Organización Internacional del Trabajo señala que un salario vital adecuado es una manera de hacer frente a la injusticia y la penuria, a la vez que previene un “descontento… que constituye una amenaza para la paz y la armonía universales”.

Hoy en día, alrededor del 90% de los Estados Miembros de la OIT disponen de cierto tipo de salario mínimo, sin embargo, incluso en estos países no todos los trabajadores gozan de este salario.

En muchos países, los sindicatos trabajan para asegurar el cumplimiento de esta disposición entre organismos de inspección y tribunales laborales insuficientemente provistos de recursos y, a veces, corruptos.

En la inmensa mayoría de los países el salario mínimo no es suficiente para garantizar que los trabajadores y sus familias pueden permitirse pagar lo más básico, tales como alimentos nutritivos, vivienda, vestido, salud, educación y transporte, ni conservar una mínima provisión en caso de emergencia.

 

El salario mínimo

El establecimiento de un salario mínimo vital debe depender de datos que demuestren cuánto se necesita para permitir a los trabajadores y a las trabajadoras salir de la pobreza y vivir con dignidad.

A medida que el costo de la vida aumenta, el salario mínimo debe aumentar en consecuencia.

El último informe Nuevos Frentes de la CSI, publicado este mes de febrero, demuestra con pruebas la relación que existe entre el salario mínimo y la desigualdad de ingresos.

El espectacular aumento del trabajo precario (incluso en los países ricos, como Alemania) y la desesperanza que representa el sector informal significan que el establecimiento de un salario mínimo vital y el cumplimiento de su disposición son más importantes que nunca.

Aquellos que se oponen al aumento del salario mínimo, empresas, gobiernos conservadores y economistas neoliberales, argumentan sin pruebas sustanciales que el costo de este aumento sería la pérdida de puestos de trabajo.

Son demasiados los gobiernos que se han visto erróneamente influenciados por este punto de vista.

Los datos demuestran que cada céntimo que se paga a los trabajadores y trabajadoras de bajos ingresos se devuelve a la economía a través de las empresas locales en sectores clave tales como el comercio minorista, la vivienda, los alimentos y la energía.

Un aumento salarial para las personas que se encuentran en situación de pobreza es una inyección de energía económica que se traduce en un aumento de puestos de trabajo y en una mayor prosperidad para todos.

La crisis mundial de los salarios de los trabajadores y las trabajadoras en relación con el producto interno bruto ha contribuido al aumento generalizado de la desigualdad, una situación que es preciso revertir. Una situación que contrasta con los beneficios crecientes de las grandes corporaciones, la búsqueda de valor a toda costa para los accionistas y el aumento extraordinario de la riqueza del 1% de la población que obtiene la mayor parte de sus ingresos de inversiones en acciones, bienes y materias primas.

Corregir la desigualdad de ingresos exige reformas en muchas áreas, incluyendo las políticas macroeconómicas, la justicia fiscal y del bienestar social, la regulación de los mercados financieros y las políticas del mercado de trabajo.

El acceso universal a un salario mínimo vital es un elemento clave en la lucha por la igualdad.

A medida que nos acercamos al centenario de la OIT es el momento de cumplir la promesa hecha en su Constitución hace 95 años: un “salario vital adecuado” en todos los países del mundo.