“No podemos mejorar la situación de todo el mundo mientras los multimillonarios se vuelven más ricos.”

Erik Solheim preside el Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que agrupa a los principales donantes del mundo con el objetivo de evaluar el desarrollo global y contribuir a importantes compromisos, como por ejemplo los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En esta ocasión, Solheim habla con Equal Times acerca de lo que debería ser la lucha contra la desigualdad.

 

Antes de asistir al Congreso Mundial de la Confederación Sindical Internacional (CSI) en Berlín el pasado mes de mayo, usted escribió en Tweeter que los sindicatos son “cruciales” para el desarrollo – ¿en qué sentido?

No cabe duda de que vivimos en una época en la que se están dando progresos sin precedentes, pero tenemos que poder mejorar la situación de todas las personas. Tenemos que crear empleo. La gente no puede vivir únicamente de donativos. El empleo es fundamental para el sindicalismo, y la creación de empleo y el trabajo decente son primordiales para el desarrollo.

Hay argumentos de mucho peso para abogar por una reducción de la desigualdad en el mundo. Argumentos morales, por supuesto, así como argumentos económicos y ecológicos. Las sociedades más igualitarias están en mejor situación y son más productivas. No podemos mejorar la situación de todo el mundo mientras los multimillonarios se vuelven al mismo tiempo más ricos. Así pues, los sindicatos son fundamentales a la hora de exigir unas sociedades más justas a nivel global, pero sobre todo a escala nacional.

 

¿Cómo podemos asegurarnos de que la ayuda contribuya a mejorar la situación de todos los integrantes de una sociedad y que no exacerbe las desigualdades? En Gana, por ejemplo, hay inquietudes por el hecho de que el dinero de las ayudas acaba en manos de las escuelas privadas, a expensas del sistema público.

No estoy al corriente de ese caso concreto, pero, efectivamente, es preciso que todas las personas puedan tener acceso a la educación. Sin embargo, también es necesario mejorar la calidad de la educación. Y es preciso asimismo que la educación superior sea mejor, porque de lo contrario no se podrá disponer de los profesores.

Los docentes forman parte de este núcleo. La educación no consiste únicamente en libros de textos y locales para las escuelas – la cuestión principal es contar con docentes de buena calidad. Si usted se fija en la educación de cada uno de los países prósperos del mundo, comprobará que ahí está la clave.

 

¿Qué pueden hacer los Gobiernos, a través de sus presupuestos de ayuda, para animar a las empresas a invertir en los países en desarrollo?

Los presupuestos de ayuda pueden eliminar parte de los riesgos en las zonas con mayores dificultades. La gran mayoría de las inversiones se realizan en países de renta media, lo cual está bien, puesto que son necesarias. Pero en las zonas de África que tienen mayores dificultades hace falta utilizar los presupuestos de ayuda como instrumento para mitigar los riesgos, porque una empresa como tal no puede generar beneficios normales a largo plazo – no estoy hablando de beneficios extremos o poco realistas. Y los presupuestos de ayuda pueden mitigar parte de ese riesgo, en cooperación con las empresas privadas.

 

El informe Doing Business del FMI promovía los países con escasa reglamentación laboral como buenos lugares para invertir. ¿Existen tensiones entre los sindicatos fuertes y las empresas que valoran un país y deciden invertir en otra parte donde la legislación laboral sea menos estricta?

Dudo que se pueda establecer una tendencia general en ese sentido. A lo largo de los últimos 10 años, Brasil ha sido uno de los grandes favoritos para las inversiones de las multinacionales, y al mismo tiempo se trata de un país que ha tenido un éxito enorme a la hora de reducir las desigualdades y mejorar la situación de los pobres. El Gobierno ha establecido unos salarios mínimos – y de hecho los ha duplicado – y ha creado la Bolsa Familia (subsidio familiar) para las personas que se encuentran básicamente fuera del mercado laboral. Brasil ha obtenido unos resultados extraordinarios en este proceso.

Igualmente, si nos fijamos en China, podemos constatar que existe un rápido aumento del número de personas que están sindicalizadas y que optan por la negociación colectiva, pero sin embargo no existe ninguna tendencia que indique que la gente no quiere invertir en China.

Pueden surgir dificultades en ciertos casos, cuando los sindicatos no son sólo sindicatos sino también herramientas utilizadas por los diferentes partidos políticos y para otros fines. Esto puede observarse en algunos casos, cuando uno choca con determinados partidos y no con otros. Se trata de un sindicalismo negativo, y es importante evitarlo.

 

¿Hay posibilidades de que la ayuda vaya directamente a los sindicatos?

Por supuesto, es algo que ya está sucediendo para muchos fines distintos, como la formación y el desarrollo de capacidades. Los sindicatos con mayor éxito en determinados países desarrollados también están llevando a cabo programas para ayudar a los sindicatos más débiles de los países en desarrollo.