La desigualdad no es inevitable: ¡Seamos Iguales!

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El pasado mes de enero, Oxfam denunció que las 85 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que la mitad de la población más pobre del planeta.

Nuestro informe captó la imaginación de la opinión pública y suscitó un debate sobre la desigualdad del que se hicieron eco muchas personalidades en el mundo, como Christine Lagarde del Fondo Monetario Internacional (FMI), el presidente Barack Obama o el Papa.

La riqueza colectiva de esta minúscula élite mundial aumentó 668 millones de dólares al día entre 2013 y 2014. Casi medio millón de dólares por minuto.

Hoy Oxfam lanza una nueva campaña para acabar con la desigualdad extrema: ¡Iguales!

Queremos demostrar que la desigualdad no es inevitable.

Es el resultado de decisiones políticas. Como destacaba recientemente Sharan Burrow, Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional (CSI), el alarmante aumento de las desigualdades está vinculado con los bajos salarios, la flexibilidad de los mercados laborales, la precariedad de los empleos, la menor protección social y los bajos impuestos, aplicados por prescripción de las instituciones internacionales.

El nuevo informe de Oxfam muestra que, desde 1990, los salarios representan un porcentaje del PIB cada vez menor en los países de ingresos bajos, medios y altos por igual.

Por ejemplo, un minero del cinturón del platino de Sudáfrica tendría que trabajar 93 años para ganar lo que cualquier director ejecutivo recibe de media como bonificación anual.

Pero hay tantos sectores en los que las mujeres y los hombres están cautivos en el círculo vicioso de la pobreza activa, que les impide ganar lo suficiente para salir de la miseria, no importa lo duro que trabajen.

Según los estudios de Fairtrade International, los trabajadores y trabajadoras que vendimian en Sudáfrica o los que trabajan en las plantaciones bananeras de la República Dominicana o en las plantaciones de té en Malawi, reciben un salario mínimo legal equivalente a entre uno y dos tercios de un salario digno, que no alcanza siquiera para comida, ropa, vivienda, o cualquier otra necesidad.

Un factor significativo para que el trabajo y los salaries continúen por la senda incorrecta es el “secuestro de la política”.

Cuando los más ricos utilizan su poder financiero y la influencia que este conlleva para doblegar las leyes y las alternativas políticas en favor propio, se debilita la capacidad de los gobiernos de hacer cumplir las leyes laborales. Esto afecta sobre todo a las mujeres.

Las mujeres están relegadas a los empleos peor pagados y más precarios; y reciben, de media, un salario entre un 10% y un 30% inferior al de los hombres, por realizar una labor equiparable, en todas las regiones y sectores.

Al ritmo al que se está cerrando la brecha salarial en la actualidad, se tardarían 75 años para que los hombres y las mujeres cobraran el mismo salario por realizar el mismo trabajo.

 

Otra vía es posible

Oxfam considera que las cosas no tienen por qué seguir como están: otra vía es posible

Brasil elevó su salario mínimo casi un 50% en términos reales entre 1995 y 2011 y la pobreza y la desigualdad se redujeron en consonancia.

Ecuador exige hoy a las compañías rentables que demuestren que pagan un salario digno.

En el sector de la confección, hay marcas internacionales que están empezando a promover una vía más adecuada respecto al empleo y prometen poner de su parte, por ejemplo, escribiendo al Gobierno de Camboya.

Además existen pruebas convincentes de que la igualdad de género –en concreto en el empleo y la educación –promueve de hecho el desarrollo económico. El PIB no es un baremo adecuado para medir el progreso económico, la igualdad y la sustentabilidad.

Pero, incluso utilizando esta medida, se comprueba que reducir las diferencias salariales entre los hombres y mujeres propicia el crecimiento.

En el sector de la flor cortada en Kenya, objetivo de campañas de la sociedad civil hace diez años, hemos visto mejoras reales para la mano de obra más cualificada de los almacenes de embalaje, donde el 75% son mujeres.

Mejoraron la salud y la seguridad, se redujo el acoso sexual y los contratos son más estables que hace diez años.

Ayudaron a lograrlo contar con responsables de recursos humanos más profesionales, el establecimiento de comités de género, una mejor legislación y un certificado de sustentabilidad. Los salarios aún están por debajo de un salario digno pero, tal y como Oxfam calculó en su estudio para evaluar la huella de la pobreza, con IPL/Asda, los salarios podrían duplicarse añadiendo apenas cinco peniques al precio de los ramos de flores, actualmente de 4 GBP (aproximadamente 5 USD), que se destinarían a los salarios.

Esto es perfectamente alcanzable, solo tiene que haber voluntad colectiva.

Hay un consenso cada vez mayor –como señaló Owen Tudor, de la central sindical británica Trades Union Congress– en que, para que el crecimiento económico produzca dividendos sociales, es fundamental la calidad de los empleos que se crean.

Necesitamos voluntad colectiva para embridar la desigualdad económica desbocada y afrontar las arraigadas desigualdades entre los hombres y las mujeres.

Ya es hora de seguir la senda correcta respecto al trabajo y los salarios, cerrando las brechas de la gobernanza, poniendo en tela de juicio la represión de los sindicatos y el cabildeo corporativo y mediante modelos empresariales que produzcan más beneficios sociales a más largo plazo.

Estos son algunos de los resultados ambiciosos que esperamos lograr con nuestra campaña contra la desigualdad, con el apoyo de todas las personas que comparten nuestra visión de un mundo más justo e igualitario.