Turquía: trabajadores de hospital se unen tras despidos masivos

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Después de cada inevitable catástrofe mortal que se produce en Turquía, los que tienen la suerte de sobrevivir recitan un viejo y sombrío refrán: “En otros países la gente muere por accidente. En Turquía, la gente vive por accidente.”

El año 2014 fue especialmente mortífero para los trabajadores y trabajadoras del país. En mayo, más de 300 trabajadores de una mina de Soma fallecieron en el peor accidente industrial¬ jamás sucedido en Turquía. En septiembre, 10 trabajadores de la construcción sufrieron caídas mortales en Estambul. Y en octubre, 18 trabajadores perdieron la vida tras quedar atrapados en una mina de la sureña ciudad de Ermenek.

Se han producido innumerables muertes más en otros lugares de trabajo del país.
Las malas noticias han proseguido durante el año nuevo: por lo menos ocho trabajadores fallecieron durante las dos primeras semanas de 2015.

Las razones de estas tasas de mortalidad tan elevadas son cuantiosas, pero entre ellas destacan las políticas gubernamentales que acaban con el poder de los sindicatos independientes y permiten la expansión de la “República de subcontratistas”, donde se está asignando cada vez más trabajo a empleados contractuales mal pagados y explotados, cuyos empleadores están sujetos a escasos controles reglamentarios en su frenético afán de lucro.

Pero aunque la grave negligencia que acabó con la vida de 301 mineros en Soma saltó a los titulares internacionales por la repentina, aunque completamente predecible, pérdida de vidas humanas, muchos otros empleadores de Turquía también están matando a sus trabajadores – sólo que de forma más lenta.

El Hospital Universitario de Maltepe, en Estambul, es un buen ejemplo.

El 6 de diciembre de 2014 los administradores del hospital despidieron a 94 trabajadores – habiendo rescindido previamente los contratos de cuatro empleados del hospital que habían puesto en marcha una iniciativa de sindicalización con el objetivo de mejorar las difíciles condiciones laborales.

“¿Quién puede sobrevivir con 900 liras turcas (330 EUR) al mes?”, pregunta uno de los trabajadores, Ayhan İren, encargado de la limpieza y asistente en la sala de urgencias.

Después de cuatro años trabajando en el hospital, İren, al igual que muchos de sus compañeros, se vio obligado a buscarse un segundo empleo que le permitiera llegar a fin de mes, ya que los directivos no le ofrecieron más que incrementos anuales básicos, escasas prestaciones y cero subvención para gastos de desplazamiento.
Otro trabajador, İnan Haspolat, se vio obligado a trabajar de noche como taxista, después de su turno como conserje en el hospital. La dura realidad de una sencilla operación aritmética implicaba que no podía dormir más que dos horas al día.

“Llegó un punto en el que nos estábamos asfixiando. Reuniendo nuestras últimas fuerzas y nuestro último aliento, decidimos sindicalizarnos”, explica Şehriban Kaya, que lleva 12 años trabajando en la cocina del hospital.

“Para tener una vida digna y poder cubrir nuestras necesidades básicas, nos hicimos sindicalistas.”

 

Alternativa nuclear

Como era de esperar, los administradores de la universidad vieron con malos ojos las tentativas de los trabajadores de conseguir más derechos afiliándose al sindicato del sector de la sanidad Dev Sağlık-İş (DİSK), de modo que empezaron a alternar amenazas (despidos esporádicos) e incentivos (promesas de 200 liras extras (aproximadamente 75 EUR) a quienes renunciaran a su afiliación) en un intento por frenar la oleada de sindicalización y convencerles de trabajar para un nuevo contratista que les proporcionaría unas condiciones de trabajo aún peores, inflando al mismo tiempo los beneficios netos del hospital universitario.

“Cuando nos reunimos con el rector, nos dijo sin rodeos que no quería ningún tipo de actividad sindical y que no permitiría esta situación”, explica Erdoğan Demir, dirigente de Dev Sağlık-İş.

Demostrando ser al menos un hombre de palabra, el rector optó por la alternativa nuclear: despedir a un centenar de trabajadores tras finalizar el turno de noche del 6 de diciembre.

Entre los despedidos había una serie de parejas de cónyuges que se encontraron de repente sin ningún tipo de ingreso.

Otros que fueron a recoger su indemnización por despido después de haber prestado años de servicio, descubrieron una situación ligeramente kafkiana: al parecer, oficialmente, ellos no habían estado trabajando en el hospital. Con el objetivo de reducir las primas de seguro, los administradores habían registrado a los trabajadores del hospital como personal administrativo, puesto que su verdadera profesión les habría salido más cara debido a la naturaleza más peligrosa del trabajo.

Impertérritos ante la purga de los directivos, los trabajadores resistieron, montaron una tienda de campaña en el jardín del hospital y obtuvieron el apoyo de habitantes de Maltepe, de pacientes y familiares de pacientes, así como de médicos y enfermeros/as del hospital.

Entre cantos y expresiones de solidaridad, la resistencia – que celebró hace poco su primer aniversario de un mes – no se rinde a pesar del crudo frío del invierno de Estambul.

Las condiciones climáticas no han pasado desapercibidas para los directivos de la universidad. “Nos entristece ver a nuestros empleados esperando afuera, en unas condiciones meteorológicas tan duras”, decían en una declaración, añadiendo que los despidos no habían tenido nada que ver con la iniciativa de sindicalización de los trabajadores y trabajadoras.

La respuesta de los empleados fue fulminante. “Si realmente piensan tanto en nosotros, ¿por qué nos despiden? Si tanta pena les da nuestra situación, deberían hacer lo que procede: despachar al subcontratista del hospital y volver a contratarnos a nosotros”, afirmaba uno de los primeros trabajadores despedidos, Ahmet Kural, encargado de la limpieza en el hospital desde hace 15 años.

“Dijeron: ‘Los despedimos porque no aceptaron convertirse en subcontratistas’. ¿Quién aceptaría ser subcontratista? Todo el mundo sabe que ser subcontratista significa trabajar como un esclavo”, explica Kural.

“No queremos trabajar como subcontratistas, ni tampoco sin un sindicato.”
La resistencia de los trabajadores del hospital todavía no ha logrado abatir a los administradores, pero ha generado un espacio de solidaridad internacional, con montones de mensajes de apoyo que han estado llegando de todos los rincones del planeta.

Kural notificó asimismo que los trabajadores se han embarcado en una aventura a largo plazo. “Pueden intentar exonerarse todo lo que quieran, pero nuestra resistencia va a triunfar sobre sus mentiras.”

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.