La democracia turca en el banquillo

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El viernes pasado, cinco dirigentes de cuatro organizaciones sindicales y profesionales turcas, se sentaban en el banquillo de los inmensos juzgados de Çaglayan, en Estambul, acusados de convocar una manisfestación en la plaza Taksim, el 1 de mayo de 2014.

Lami Özgen, Copresidente de la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos (KESK); Kani Beko, Presidente de la Confederación de Sindicatos Progresistas (DİSK); Arzu Çerkezoğlu, Secretario General de DİSK; Mehmet Soğancı, Presidente del Comité Ejecutivo de la Cámara Turca de Arquitectos e Ingenieros (TMMOB), y Ahmet Özdemir Aktan, Presidente del Consejo Central de la Asociación Médica de Turquía, se enfrentan a penas de entre dos y cuatro años por “incitar al público a concentrarse y manifestarse ilegalmente”.

La plaza Taksim es el lugar donde tradicionalmente se celebraba el 1 de mayo en Estambul, hasta el 1 de mayo de 1977, en que varios hombres armados abrieron fuego contra las 500.000 personas concentradas en la plaza.

Murieron 36 personas en el tiroteo y la posterior estampida y, desde entonces, estuvo prohibido durante más de 30 años celebrar el 1 de mayo en la plaza.

Y, desde 2013, vuelve a estar prohibido.

La contundencia con que la policía respondió a los manifestantes que intentaban entrar en la plaza Taksim el 1 de mayo de 2013 fue el preludio de las protestas de Gezi, que comenzaron un mes más tarde.

“¿Por qué los australianos vienen a la península para conmemorar la batalla de Galípoli [Çanakkale, en turco]? ¿Por qué los judíos van a Auschwitz para conmemorar el Holocausto? Porque conmemoramos las muertes en el lugar donde sucedieron. ¿Por qué no vamos a poder nosotros recordar a los nuestros, quienes murieron en la plaza Taksim en 1977?” dice a Equal Times Selçuk Ezer, presidente de la Cámara de Medicina de Estambul.

“Es la cuarta vez que vengo a Turquía como observador en un juicio. Y, cada vez, las acusaciones se vuelven más ridículas. En esta ocasión, ni siquiera hay un problema jurídico”, indica a Equal Times Niels Lynnerup, miembro de la ejecutiva de la Unión Danesa de Maestros.

“Estamos hablando de un gobierno que actúa sobre la base del miedo”, señala a Equal Times Jaap Wienen, Vicesecretario General de la Confederación Sindical Internacional (CSI). “Pensábamos que sólo quedaba una dictadura en Europa, la de Bielorrusia. ¿Queremos realmente otra?”.

También asistieron a la vista representantes de la CGT (Francia), TCO (Suecia) y ADEDY (Grecia), y más de 40 abogados se unieron al equipo de la defensa, como muestra de solidaridad.

El juicio se ha pospuesto hasta el 24 de marzo, fecha en que se espera la sentencia.

 

¿Hinchas de fútbol o terroristas?

Pero no sólo son dirigentes sindicales los procesados por concentración y protesta pública.

Desde hace un año y medio, más de 5.000 personas han sido procesadas en más de cien causas vinculadas con las revueltas populares de la Primavera de 2013.

El movimiento Gezi, que comenzó siendo apenas una protesta contra la demolición de un popular parque, se convirtió rápidamente en expresión del descontento general contra la brutalidad policial y el liderazgo del partido neoliberal gobernante, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP).

A pesar de la amenaza de detenciones arbitrarias, casi tres millones de personas en todo el país participaron durante meses en sentadas y manifestaciones, que marcaron un antes y un después para una nueva generación de activistas políticos en Turquía.

A pesar de las dificultades de valorar los resultados políticos de este movimiento, la respuesta judicial suscita una gran alarma.

Estudiantes, hinchas de fútbol, arquitectos, ingenieros y artistas han sido acusados por las autoridades de pertenecer a “bandas terroristas” o a “organizaciones criminales”.

Y la victoria de Erdogan en las elecciones presidenciales del pasado agosto no mejoró las oportunidades de quienes serán juzgados por un poder judicial criticado habitualmente por favorecer al AKP.

Los ultras del Carsi, un grupo de hinchas del club de fútbol Besiktas, son famosos por galvanizar a los manifestantes de Gezi, sobre todo frente a la brutalidad policial

El 16 de diciembre de 2014 se celebró la primera vista del juicio contra 35 seguidores del club, acusados de tentativa de golpe de Estado.

Algunos se enfrentan a la posibilidad de cadena perpetua si les declaran culpables de pertenecer a “banda terrorista”, pero los críticos dicen que la seguridad nacional no es la principal preocupación.

“Las autoridades quieren lanzar un mensaje y que sirvamos de ejemplo”, comenta Inan Kaya, abogado de dos de los hinchas del Carsi encausados.

El Besiktas se considera “el equipo del pueblo” de Estambul, tiene numerosos seguidores de clase trabajadora, incluso de votantes del AKP, laicistas y nacionalistas.

Cem Yakışkan está encausado como líder de los ultras del Carsi y se enfrenta a cadena perpetua”.

“Estábamos allí para proteger a la gente. Siempre hemos estado del lado del pueblo y este es nuestro barrio”, aseguró a Equal Times antes de la próxima vista, que tendrá lugar en abril.

 

Solidaridad con Taksim

Otros observadores califican los juicios de puro teatro.

“Esto es una farsa, un juicio vengativo, por motivos políticos, sin la más mínima evidencia de que se hayan cometido delitos reales”, afirmó Andrew Gardner, investigador de Amnistía Internacional en Turquía, al salir el pasado junio de la primera vista del juicio contra Solidaridad con Taksim (Taksim Dayanışması).

La plataforma Solidaridad con Taksim, compuesta por una centena de organizaciones de arquitectos, ingenieros, médicos y artistas, se constituyó para canalizar las aspiraciones del movimiento de Gezi y para reivindicar más transparencia, democracia y diálogo social por parte del gobierno.
Cinco militantes de la plataforma se sientan hoy en el banquillo, acusados de “formación de organización criminal” y 21 de “negarse a dispersarse”. Algunos se enfrentan a penas de hasta 15 años de cárcel.

Su expediente se basa en los tuits publicados durante las movilizaciones de Gezi en la cuenta de Solidaridad con Taskim y en las cuentas individuales de los acusados.
La vista más reciente contra 26 acusados, el 20 de enero de 2015, duró menos de 50 minutos.

“Tememos que los jueces estén retrasando deliberadamente el proceso hasta las próximas elecciones legislativas (junio de 2015), comenta Cansu Yapici, de 26 años, miembro de la Cámara de Arquitectos de Estambul y uno de los procesados.
“En ese caso, podrían condenarnos aplicándonos nuevas leyes, (que serán incluso) más restrictivas en materia de libertad de expresión”.

Bedri Baykam, artista turco y militante laicista, que combatió en vano contra el cierre del Centro Cultural Atatürk en 2008, describe el movimiento de Gezi como “la culminación de nuestros combates. Una increíble sorpresa”.

Los activistas iniciaron sus movilizaciones hace años, como protesta contra el acelerado ritmo de desarrollo urbano en Estambul. Pero la lucha continúa en 2015, con manifestaciones casi semanales convocadas en recuerdo de todas las personas que perdieron la vida en las protestas de 2013.

Los ciudadanos protestan también contra las limitaciones cada vez mayores de la libertad de expresión y el derecho de reunión en Turquía.

Pero el movimiento Solidaridad con Taksim no se limitó a Estambul y a su plaza de Taksim.
Se propagó, además, a la ciudad de Antalya, al sur del país, donde varios activistas también están encausados.
“En estos momentos hay una centena de jóvenes procesados en Antalya”, explica Murat Sezgin, de 22 años, que ha pasado cuatro meses en prisión preventiva por su participación en las protestas de 2013. Podrían condenarle a más de 20 años de cárcel.

“Me presenté ante el juez sin saber de qué me acusaban. Muchos aspectos del proceso no se tienen en pie. Pero en este país, si eres mínimamente revolucionario, puedes tener problemas con la justicia”, lamenta.

Murat, estudiante de economía, milita en el partido de extrema izquierda ESP (Partido Socialista de los Oprimidos).

Forma parte de los numerosos jóvenes turcos politizados que han crecido furiosos con lo que perciben como autoritarismo y carácter partidista del gobierno del AKP.

Empowered by Gezi, Murat and his generation are committed to this new era of activism in Turkey, however turbulent.

“I try to continue living a normal life, but the risk of going to prison does worry me. The international treaties signed by Turkey are not being respected, particularly the right to demonstrate.”

Empoderados por Gezi, la generación de Murat está comprometida con la nueva realidad de este activismo convulso en Turquía.

“Intento continuar viviendo con normalidad, pero el riesgo de acabar en la cárcel me inquieta. Los tratados internacionales firmados por Turquía nos están respetando, especialmente el derecho a manifestarse”.

Entretanto, el plan para destruir el parque Gezi vuelve a estar sobre la mesa y hace temer que la confrontación entre los ciudadanos y el Estado continuará, no sólo en los tribunales sino, de nuevo, en las calles.