Las mujeres indígenas de las Américas reclaman mayor visibilidad

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New York acoge a partir de este lunes, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas, el 59º período de sesiones de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW59) con objeto de evaluar los progresos realizados en los últimos 20 años, desde la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing.

En previsión de estas reuniones, las mujeres indígenas de las Américas se reunieron en Lima del 2 al 5 de marzo, con objeto de preparar una serie de reivindicaciones comunes. Porque queda aún un largo camino por recorrer.

Únicamente en Canadá, cerca de 1.200 mujeres aborígenes han sido asesinadas o han desaparecido entre 1980 y 2012.

En Colombia, la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) estima que más de un millón de mujeres indígenas se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa del conflicto armado.

En Ecuador y Perú, alrededor de un 38% de las mujeres indígenas han sufrido alguna vez violencia física o sexual por parte de su pareja.

En vista de todas estas cifras, las mujeres indígenas reunidas en Lima y provenientes de 23 países del continente americano hacen un triste balance de su situación:

“Las mujeres indígenas representan alrededor de 21 millones de personas en las Américas. Tanto si vivimos en las ciudades o en nuestras comunidades, vengamos de Canadá o de Perú, tenemos una identidad y creencias comunes, y además compartimos los mismos problemas”.

“No somos aceptadas ni podemos ejercer plenamente nuestros derechos. Discriminación, agresiones, contaminación, robo de nuestras tierras… sufrimos todas las mismas formas de violencia”, explica a Equal Times Tarcila Rivera Zea, presidenta del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA) y organizadora del evento.

 

No hay estadísticas sobre las mujeres indígenas

Esta es también la constatación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la ONU.

Un estudio publicado el pasado mes de mayo subraya no obstante dónde reside el problema: la ausencia de herramientas estadísticas en la mayoría de los países de la región.

Es de hecho una de las principales demandas efectuadas con ocasión de esta reunión.

La mayoría de los países aportan muy pocos datos sobre las mujeres indígenas. Sin embargo, cuando están disponibles, dejan constancia del problema.

Así pues, según la CEPAL, el porcentaje de las jóvenes indígenas de 20 a 29 años que lograron terminar al menos el nivel de escolaridad secundario es inferior al 15% en siete de los países sudamericanos.

“Al carecer de cifras exacta, resulta más simple pretender que el problema no existe”, subraya alguien en el público durante los debates.

“Las mujeres indígenas se encuentran a menudo abandonadas a su suerte, sin ayuda alguna del Estado. Quedan marginadas en la pobreza y no pueden hacer otra cosa que ser testigos de la degradación de sus territorios ancestrales”.

“Los sindicatos deben abordar seriamente esta problemática y particularmente las cuestiones de género. Las mujeres indígenas resultan particularmente afectadas por la violencia, por lo que es necesario formar especialistas sobre el tema dentro de los sindicatos”, explica Laerte Teixeira da Costa, Secretario de Políticas Sociales de la Confederación Sindical de los Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA).

Entre tanto, las organizaciones de indígenas han decidido tomar la iniciativa.

El ejemplo canadiense ilustra perfectamente la cuestión. Frente a numerosas desapariciones, la Asociación de Mujeres Autóctonas de Canadá (NWAC) llevó a cabo un estudio que a continuación remitiría a las autoridades.

La investigación policial llegó incluso a demostrar que las mujeres indígenas habían subestimado la amplitud del drama. Pero sin que el Estado reaccionara.

Dawn Harvard, Presidenta de la NWAC, comentó a Equal Times: “¿Saben cuál fue la única reacción de Steven Harper, nuestro Primer Ministro, frente a las desapariciones? Indicó que ese tema no figuraba entre sus prioridades y que convendría realizar estudios más en profundidad al respecto antes de tomar alguna medida.

“Entre tanto, la situación no cambia. Mi hija de diez años me preguntó un día: ‘Si soy una niña y soy indígena, ¿significa esto que estoy en peligro?’. Desgraciadamente tuve que decirle que sí. Entre las desapariciones y la prostitución forzosa, nuestra población está viéndose decimada”.

Pese a los múltiples escollos, las jóvenes interrogadas siguen siendo optimistas, como atestigua Tania Pariona, una joven quechua de 29 años.

“Desde hace 50 años las mujeres indígenas luchan por nuestros derechos. Nos corresponde ahora tomar el relevo. Dicen que las utopías no sirven para nada. Para mí, representan una hoja de ruta. Dicen que hay que adaptarse al sistema. Yo lo que quiero es cambiarlo”.

 

This article has been translated from French.