En Marsella, el código informático al rescate de jóvenes en dificultades

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Christopher, 20 años, de abundante melena y mirada traviesa, tiene todo de un autodidacta. Empezó a aprender el código informático a los 11 años, “en los sitios Internet”.

“Una verdadera pasión”, dice. Sin embargo, hace cuatro años, como muchos otros, Christopher abandona la universidad para cursar, sin mucho entusiasmo, un certificado de aptitud profesional (CAP) en pintura. “Abandoné los estudios pese a tener potencial para hacerlos y, además, hice un CAP que no me gustó en lo más mínimo. Aquí, es la primera vez que me siento bien, me levanto por la mañana de muy buen humor.”

Hace unas semanas, el joven se incorporó a la primera promoción de Simplon Mars, un programa experimental que da formación sobre programación informática a 24 jóvenes, de entre 18 y 30 años, originarios en su mayoría del norte de Marsella, donde el desempleo juvenil alcanza un 40%.

El proyecto, puesto en marcha por la prestigiosa Escuela Central de Ingenieros de Marsella, en colaboración con Simplon.co, una “fábrica social del programador” con sede en París, tiene como objetivo dar una segunda oportunidad a estos jóvenes que se han quedado en el camino.

“El desempleo juvenil es un gran problema, por lo que queríamos crear una formación adecuada y reinventar el aprendizaje para las personas que experimentan dificultades”, afirma Mathilde Chaboche, coordinadora del Laboratorio societal de la escuela, situado en pleno barrio norte.

Por primera vez, la escuela Central ofrece a estos jóvenes cinco meses de formación, totalmente gratuita, pero con un costo calculado en 4.000 euros por alumno, seguida de una alternancia de entre seis meses y un año.

Como Christopher, antes de incorporarse al programa, muchos se encontraban en el paro o habían abandonado los estudios.

En la primera promoción, solamente tres alumnos cuentan con un diploma de la enseñanza superior y la mitad abandonó los estudios a nivel del “bac”, es decir, el ciclo superior de la enseñanza secundaria.

La selección se hizo en base a tres criterios: las dificultades para la inserción profesional, el gusto por el mundo digital y, sobre todo, la motivación.

“Son jóvenes que han tenido una trayectoria académica que los ha desvalorizado, confinándolos a una situación de vida en la que son meros espectadores. Les mostramos que ahora tienen lo necesario para acceder a las empresas, presentar su candidatura y mostrarse creativos”, afirma Guillaume Quiquerez, director del Laboratorio societal.

 

“Para mí el mundo de la programación era un círculo cerrado”

Ese día, los estudiantes, sentados en círculo, con un ordenador portátil en la mano, tratan de entender cómo transponer un partido de tenis en lenguaje HTML.

Frente al instructor, se van formando pequeños grupos. Todo el mundo aprende de los errores, aporta su análisis y aconseja al vecino como salir del atolladero.

“Para mí, el mundo de la programación era un círculo cerrado. Si alguien me hubiera dicho hace unos años que la Central nos apoyaría, nunca lo hubiera creído”, afirma Ilies, de 23 años, que cuenta con un diploma profesional en contabilidad.

Christopher añade: “Lo que me gusta aquí es que te orientan hacia la solución pero sin dártela. Me gusta mucho esta forma de enseñar porque aprendes más de tus errores.”

Sin embargo, para conseguir un empleo, la escuela sabe que no basta con las competencias. También es necesario contar con una red de contactos.

Convencido de que los estudiantes encontrarán un empleo cuando terminen el cursillo, el Laboratorio societal organiza reuniones mensuales “después del horario laboral” con pequeñas y medianas empresas innovadoras y visitas a emprendedores. Para los estudiantes, es la oportunidad de percibir un mundo del que ignoran todo y para los jefes de empresa identificar los futuros talentos.

Con mayor razón cuando los profesionales del sector lamentan la falta de competencias.

“Mientras que las empresas buscan cada vez más personas competentes en el ámbito digital, especialmente programadores, el número de candidatos no aumenta suficientemente rápido”, lamenta Marie-Odile Charaudeau, delegada general de Aproged, una asociación que reagrupa profesionales en el ámbito de la programación digital.

Aun cuando, para los jóvenes, el sector parece ofrecer oportunidades de empleo, según Aproged, representa solamente el 5,5% de la riqueza nacional.

“Francia apenas ocupa una posición media con respecto al resto del mundo desarrollado”, afirma la delegada general de la asociación.

“La mayoría de las empresas francesas reconocen la importancia estratégica de los datos, pero todavía no son conscientes de la cantidad que representan y lo que pueden hacer con ellos.”

Sin olvidar que “el mundo digital crea riqueza, pero en última instancia, pocos puestos de trabajo”, indica Marie-Odile Charaudeau.

De hecho, el 42% de las empresas presentaría una elevada probabilidad de automatización gracias a la digitalización de la economía, según un estudio de la firma de investigación Roland Berger.

En cambio, según Aproged, la transformación digital también podría abrir nuevas perspectivas para la creación de empleo.

 

This article has been translated from French.