La sociedad civil tenderá un puente hacia un futuro climático seguro

El calentamiento del planeta es un desafío de tales dimensiones que solo colaborando podemos hacerle frente. Ante la próxima Cumbre sobre el Clima de las Naciones Unidas, que tendrá lugar en diciembre en París, no podemos permitirnos seguir confiando a ciegas en los responsables políticos para que logren un avance decisivo.

Debemos propiciar el cambio de abajo hacia arriba. Hoy, cientos de miles de personas de todo el mundo están tomando conciencia de su capacidad para formar parte de un movimiento climático pujante.

Es evidente que el activismo medioambiental, por sí solo, resulta insuficiente para cambiar las estructuras de la economía mundial. Como cualquier transición relevante, el cambio requiere una amplia participación de la sociedad civil.

El éxito de la lucha contra el cambio climático pasa por que dejemos la mayoría de las reservas de combustibles fósiles no utilizadas, confinadas de forma segura bajo tierra. Debemos actuar con rapidez y poner todo nuestro peso conjunto para propiciar una revolución de las energías renovables.

Ya no existen barreras tecnológicas, ni siquiera económicas, que impidan una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero. El principal obstáculo radica en la gestión del cambio y en equilibrar los intereses contrapuestos.

Para avanzar debemos incluir la “justicia energética” entre los factores de la ecuación.

Los trabajadores y trabajadoras de las industrias de los combustibles fósiles, por destacar sólo un ejemplo flagrante, están preocupados por las implicaciones que tendrá la transición hacia una energía no contaminante.

Ellos, como millones de trabajadores y trabajadoras de industrias afines, deben formar parte de lo que denominamos una “transición justa”.

 

El ejemplo de la sociedad civil noruega

Las economías dependientes de los combustibles fósiles son las que tienen por delante un mayor desafío. Sin embargo, en la Noruega rica en petróleo, se ha forjando una nueva alianza, denominada Puente hacia el futuro, que podría dejar una huella global.

Por primera vez en la historia de este país, el movimiento ecologista está cooperando activamente con los principales sindicatos y con la iglesia noruega.

Es motivador saber que los representantes de estos pilares de la sociedad civil están hablando con una sola voz.

Si queremos lograr un cambio sistémico necesitamos reproducir alianzas similares en todo el mundo.

Las alianzas entre intereses diversos ya demostraron su importancia en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, así como en la defensa de los derechos de los trabajadores y en obtener el derecho al voto para la mujer.

Ahora, en Noruega, hay una alianza que apuesta por una transición justa hacia un mundo de prosperidad para todos y para todas, en el que no se destruya nuestro medio ambiente.

Los sindicalistas noruegos se han sumado a la llamada para defender una transición hacia la economía renovable y los defensores del medio ambiente se están uniendo a la reivindicación de una transición hacia la energía renovable, equitativa para todas las personas que hoy están empleadas en el sector de los combustibles fósiles. Por su parte, la iglesia considera esencial la transición desde el punto de vista ético.

El amplio consenso y el respeto demostrados por esta alianza nos llenan de esperanza y nos recuerdan claramente lo que viene faltando desde hace demasiado tiempo en el debate sobre el clima.

Aunque la sociedad impulsada por las energías renovables será distinta en algunos aspectos, sabemos que los sectores industriales de hoy —energía, construcción, transporte, manufactura, agricultura, servicios, entre muchos otros— continuarán funcionando mañana.

Por ello, en ausencia de una planificación de una transición justa, que cuente con la participación de los trabajadores y trabajadoras, el cambio podría provocar trastornos e incluso sufrimientos innecesarios.

Hay quien teme perder su empleo y por eso defiende la economía actual, a pesar de todas sus desigualdades. Es preciso airear estos miedos.

Nuestra tarea consiste en convencer a la gente de que una sociedad capaz de responder a sus necesidades energéticas mediante energías renovables ofrecerá empleos decentes. Millones de empleos.

La Organización Internacional del Trabajo ha demostrado que las políticas que facilitan la transición energética crean empleos y que combinar el desarrollo económico con la mejora medioambiental puede llevar a la creación de hasta 60 millones de empleos.

Este mensaje brilla por su ausencia entre los responsables políticos noruegos.

En una reciente conferencia de la alianza climática de la sociedad civil noruega, tanto el dirigente laborista, Jonas Gahr Støre, como el del Partido Conservador, Nikolai Astrup, explicaron que sus políticas climáticas se basan en gran medida en las fuerzas del mercado y en las futuras variaciones de los precios mundiales del carbono.

Ningún responsable político mencionó la necesidad de una “transición justa”, de políticas básicas de apoyo a los trabajadores y sus comunidades, o de inversiones para reverdecer todos los empleos.

 

La necesidad de reorientar el debate sobre el cambio climático

Progresar hacia la solución del cambio climático incumbe a los activistas de base de todas las ideologías. El debate lleva demasiado tiempo dominado por el debate político y encorsetado en los estrechos límites de los conocimientos aceptados.

Debemos reorientar el debate: frenar el cambio climático no es una cuestión de “reducir emisiones”, en abstracto, sino del futuro que queremos para nuestras ciudades y comunidades, de cómo, de una forma justa, podemos sustituir los empleos existentes por empleos verdes y distribuir las ventajas de la prosperidad.

La alianza entre los tres pilares de la sociedad civil noruega sienta las bases para una campaña común en defensa de la disminución de la dependencia del petróleo, por la creación de empleos respetuosos con el clima y la reasignación del inmenso fondo del petróleo que posee Noruega hacia la inversión en energías renovables, en lugar de seguir invirtiendo en combustibles fósiles.

Si bien la alianza se sustenta en la preocupación común acerca del cambio climático, su construcción no ha sido un camino de rosas. Fueron necesarios años de esfuerzo para afianzar gradualmente la confianza y la aceptación de las diferencias en los valores y enfoques.

Y ahora puede servir de prototipo para engendrar coaliciones similares en toda la sociedad civil.

El modelo noruego de cooperación y su enfoque abierto, equitativo y respetuoso puede inspirar a ONG, sindicatos y grupos confesionales de todo el mundo.

No podemos olvidar lo que está en juego: no habrá empleo en un planeta muerto.

Se agotó la paciencia de la sociedad civil con los líderes que desperdiciaron incontables oportunidades de encabezar la lucha contra cambio climático.

La Cumbre sobre el Clima de la ONU del próximo diciembre será un momento de inflexión para la transición justa hacia un mundo alimentado por energías limpias y eficientes.

Es la sociedad civil cada vez más la que está ocupando el puesto de mando en la construcción del puente hacia un futuro climático seguro.

Responsables políticos y corporaciones serán bienvenidos, siempre y cuando estén a la altura para subir a bordo.