No se puede hablar del agua sin hablar de democracia

El lunes comenzó en Estocolmo (Suecia) la Semana Mundial del Agua. El evento, organizado por el instituto internacional del agua Stockholm International Water Institute (SIWI), cumple este año su 25 aniversario y se ha convertido en un foco anual para los problemas mundiales del agua, desde su lanzamiento en 1991.

La Semana Mundial del Agua reúne a unos 2.500 expertos, incluidos profesionales, instancias decisorias e innovadores empresariales. Lamentablemente, participan muy pocos miembros de la sociedad civil de los gobiernos representativos que alcanzaron la Resolución sobre el derecho humano al agua en 2010.

SIWI pretende luchar por un sistema de gestión del agua más sostenible ecológicamente, aunque la democracia no figura entre sus prioridades. Se trata de una visión muy convencional que reúne la innovación y la ecología sin la participación activa de la ciudadanía y de los trabajadores.

Por ejemplo, si buscamos la palabra “democracia” entre los cientos de talleres, eventos y manifestaciones convocados durante la Semana Mundial del Agua, solo encontramos un seminario organizado, ¡qué ironía!, por las Fuerzas Armadas de Suecia. ¡Sería como si los zorros organizaran un seminario sobre los derechos de las gallinas!

Pero no cabe duda de que uno de los temas candentes hoy en la cuestión del agua en Europa es la lucha contra su privatización, como lo demuestran las movilizaciones en Grecia e Irlanda.

Grecia no ha dejado de acaparar en los últimos meses el interés de todos los medios, que se han hecho eco del debate sobre la gestión del agua y de la lucha, encabezada por la sociedad civil, para frenar los esfuerzos de la troika por privatizar el agua.

La reciente negociación de un tercer rescate y la exigencia de la troika de privatizar los servicios del agua de Atenas y Salónica, la segunda de ciudad del país, supusieron una conmoción tremenda. La troika ya había insistido en la privatización del agua en un memorando anterior; pero, en esta ocasión, desató una contundente reacción pública que logró bloquear la iniciativa en 2014, gracias a la labor de los sindicatos griegos del sector del agua y de los movimientos sociales.

En el verano de 2014 se celebró en Salónica un referéndum convocado localmente en el que un 98% de los votantes rechazaron la privatización del agua. Aunque se trataba de un referéndum no vinculante, sirvió de precedente para el referéndum nacional de principios de este año, en el que la población griega rechazó de plano las medidas de austeridad.

El referéndum, celebrado por iniciativa ciudadana, movilizó a 218.000 votantes y envió una señal de rotundo rechazo al plan de vender a inversores privados el 51% de las acciones que posee el gobierno en la Compañía de Aguas y Saneamiento de Salónica (EYATH). Suez, la multinacional francesa de aguas, y la compañía estatal israelí Merokot, pretendían aumentar sus participaciones en la sociedad para asumir el control de los servicios de aguas de la ciudad.

Un memorando filtrado recientemente revela la orden de venta a corto plazo de otro 23% de las acciones de EYATH. Dado que el 26% de su capital ya está manos privadas, supondría dejar el 49% de la compañía a compañías privadas.

Sería un error pensar que los servicios de agua no están privatizados porque el 51% de las acciones continúa en manos públicas. Hay numerosos ejemplos de asociaciones público-privadas en las que las multinacionales privadas del agua poseen algo menos del 50% del capital, pero ejercen de hecho el control de la compañía.

Los defensores de la privatización, como el eurodiputado Guy Verhofdstat (miembro del Consejo de Administración de Sofina, compañía que está ayudando a hacerse con EYATH —o, para ser más precisos, una compañía de inversión especulativa con sede en Bélgica—), parecen estar exigiendo que se venda el mayor número de acciones posible a pesar de que contraviene directamente la sentencia que frenó la privatización. Este es el tipo de cinismo evidente entre quienes participan en la Semana del Agua de Estocolmo.

Afortunadamente, la última convocatoria de elecciones anticipadas en Grecia deja en suspenso la privatización. Si el nuevo gobierno no retira estas siniestras propuestas, encontrará una férrea oposición.

El segundo caso que ha venido apareciendo en los principales medios de comunicación es la lucha contra Irish Water. Este organismo paraestatal fue creado con el único objetivo de instalar contadores de agua en todos los hogares irlandeses, a pesar de que los ciudadanos ya pagaban el agua a través de sus impuestos.

Esta fue la gota que colmó el vaso de miles de ciudadanos y ciudadanas de Irlanda que llevan sufriendo desde hace años las medidas de austeridad impuestas por la troika. De nuevo, la Semana Mundial del Agua ni siquiera menciona la movilización de más de 200.000 personas por las calles de Dublín que ha servido como catalizador para la creación de cientos de comités locales que están debatiendo el problema del agua y su gestión. Ignorar dicho movimiento es típico de quienes priorizan la innovación sobre la democracia.

En Irlanda y, antes, en Italia, la ciudadanía está poniendo en práctica el eslogan “se escribe ‘agua’ pero se lee ‘democracia’”, que abanderó al movimiento italiano del agua. Resulta obvio que, en Estocolmo, no han leído las noticias recientemente.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés