Los sindicatos exigen una “transición justa” en la COP21

Los sindicatos exigen una “transición justa” en la COP21
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A menos de 80 días de iniciarse la tan esperada 21ª Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático (COP21), en París, cerca de 200 delegados y delegadas sindicales de aproximadamente 30 países industrializados y en desarrollo se reunieron la semana pasada en la capital francesa para establecer la posición común que defenderán durante la conferencia de dos semanas.

Organizado por la Confederación Sindical Internacional (CSI), el evento de dos días también contó con la intervención de organizaciones no pertenecientes al movimiento sindical, tales como Greenpeace y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). El objetivo ha sido desarrollar una amplia coalición que ejerza un fuerte impacto en las negociaciones para llegar a un acuerdo que evite el calentamiento de la atmósfera en más de 2°C.

“Es el reto más importante de los próximos 30 años”, afirmó Sharan Burrow, Secretaria General de la CSI, durante la sesión de apertura de un encuentro que pretende demostrar que “el cambio climático es una cuestión que atañe a los sindicatos”.

Aun cuando solamente alrededor de un tercio de los países de todo el mundo han presentado sus Contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC) hasta ahora, las evaluaciones iniciales parecen indicar que las reducciones que se han previsto en materia de emisiones de carbono no serán suficientes para mantenerse dentro de límites tolerables, a juicio de Merlyn Van Voore, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

“Todavía estamos muy lejos del límite en el que deberíamos estar”, comentó a Equal Times.

El ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, que presidirá la COP21, dejó fríos a los participantes del evento al indicar que las promesas actuales de los países en relación con las emisiones de CO2 llevarán el calentamiento del planeta hasta los 3°C.

Destacó, sin embargo, que un mecanismo de revisión periódica cada cinco años, que habría que negociar en París, podría ayudar a descender la “curva” del calentamiento global y reducirlo de nuevo a 2°C antes de que sea demasiado tarde. Sin embargo, esta inflexión dependerá, según Fabius, del carácter jurídicamente vinculante de los instrumentos establecidos para regular el cambio climático, de las inversiones en tecnologías verdes, así como de la movilización de la sociedad civil, incluidas las organizaciones sindicales.

Para conseguirlo, pidió a los delegados sindicales identificar claramente los sectores más vulnerables al cambio climático con el fin de ayudar a preparar a los trabajadores a la transición industrial hacia el futuro, hacer que los empleadores asuman sus promesas de reducción del CO2 y movilizar a los ciudadanos en torno al hecho de que el aumento de la temperatura es una cuestión grave.

Aunque algunos delegados elogiaron la intervención de Fabius, otros se mostraron más escépticos. Pascal Pavageau, Secretario Confederal de la central sindical nacional francesa Force Ouvrière, señaló que el Gobierno francés no mostraba “la ambición de imprimir una fuerte dimensión social” a la COP21, lo que suscitaba una “preocupación real”.

Los sindicatos, reunidos bajo la égida de la CSI, han centrado sus esfuerzos en materia de cambio climático en torno al concepto de una “transición justa”, es decir, el cambio hacia “una economía baja en carbono y resistente al clima que aproveche al máximo los beneficios de la lucha contra el cambio climático y reduzca al mínimo las dificultades para los trabajadores y sus comunidades”.

No obstante, el proyecto de negociación de la COP21 no hace ninguna referencia a esta noción.

Fabius admitió incluso que el texto actual, elaborado por el Grupo de Trabajo Especial sobre la Plataforma de Durban para una Acción Reforzada (ADP), no era “muy satisfactorio” en este sentido.

Por lo tanto, las organizaciones sindicales han pedido a Fabius tener en cuenta a los trabajadores y a las trabajadoras mediante la inclusión de un compromiso relativo a las medidas de transición a fin de impulsar un “mecanismo sólido de revisión periódica” e “indicar con toda claridad la forma en que los países desarrollados han de cumplir su compromiso de movilizar 100 mil millones de USD en 2020 a fin de asegurar recursos suficientes para la adaptación”.

 

El fantasma de Copenhague

Las fuerzas de la sociedad civil experimentaron un importante retroceso después de no haber logrado llegar a un acuerdo sólido en la COP15 de 2009 en Copenhague, y el espectro de otra oportunidad perdida en París planeó con fuerza en las discusiones de la semana pasada.

“Queríamos un trato justo, ambicioso y vinculante en Copenhague”, comentó a los delegados Kumi Naidoo, director ejecutivo de Greenpeace Internacional. “En su lugar nos dieron un trato plagado de lagunas y perfectamente inútil”.

“Tendría que estarse loco para apostar un solo céntimo en que podamos conseguir [en París] el acuerdo que necesitan nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos y las generaciones futuras”, añadió Naidoo en una entrevista con Equal Times.

Muchos sindicalistas en París compartían la posición de Naidoo. Están convencidos de que los esfuerzos para prevenir el calentamiento global requerirán más que palabras sobre el papel de la COP21.

“¿La COP detendrá el cambio climático? No”, indicó Sharan Burrow, a los delegados y a las delegadas. “Lo detendrá lo que nosotros hagamos más allá de la COP. Nadie espera que París sea el final del camino”.

Naidoo también hizo hincapié en que “la crisis del cambio climático puede convertirse en una oportunidad”, y que la alianza entre el movimiento sindical y el medioambiental era una ilustración de esta oportunidad.

“Estábamos acostumbrados a hablar de un conflicto entre rojos y verdes, ahora se habla de una alianza entre rojos y verdes”, afirmó.

La necesidad de reducir el consumo de combustibles fósiles para frenar el cambio climático ha provocado efectivamente algunas tensiones entre los trabajadores de estas industrias y los activistas ecologistas. En Estados Unidos, el segundo mayor contaminador del mundo después de China, la dependencia del petróleo, el carbón y, más recientemente, del gas de esquisto, ha situado a los sindicatos en una posición difícil. La central estadounidense, American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFL-CIO), se opuso al Protocolo de Kyoto en 1997, ya que sigue mostrándose sumamente cautelosa acerca de las regulaciones vinculantes que podrían afectar a sus miembros en las industrias extractivas, sobre todo en ausencia de una alternativa fiable.

Brad Markell, director ejecutivo del Consejo de sindicatos industriales de la AFL-CIO, comentó a Equal Times: “Creo que para la mayoría de los trabajadores de Estados Unidos, para la mayoría de los trabajadores de todo el mundo, diría yo, el cambio climático no ocupa el lugar uno, dos o tres en la lista de sus preocupaciones, de lo contrario votarían por ello en una elección. Especialmente en nuestro sector de la energía, que tiende a contar con un gran número de trabajadores de la construcción, y que ha experimentado una enorme pérdida de empleos desde la crisis. Nunca se han recuperado, por lo que aceptarían cualquier trabajo que pudieran conseguir, ya sea un puesto de trabajo en la industria de combustibles fósiles o en la instalación de molinos de viento. Les da exactamente igual”.

En su reflexión sobre su propio país, Canadá, Hassan Yussuff, presidente de la gran organización internacional Canadian Labour Congress, sostuvo que las “arenas petrolíferas no pueden durar para siempre”.

En un apasionado discurso, imploró a los delegados sindicales “construir alianzas” y “participar en el movimiento”. “Hemos estado al margen durante demasiado tiempo. Es hora de cambiar nuestro punto de vista y planearnos desafíos, de lo contrario nos veremos marginados”.

Van Voore, del PNUMA, señaló que la industria de energías renovables emplea actualmente a 7,7 millones de personas en todo el mundo: un aumento de 1,2 millón desde 2014, lo cual lo convierte en un “sector de futuro”.

Los estudios también indican que el número de empleos que podrían crearse mediante la “ecologización” de la economía podría superar con creces el número de puestos de trabajo perdidos mediante la asignación de recursos para desarrollar un transporte respetuoso del medio ambiente, edificios ecológicos y nuevas formas de consumo.

Este cambio económico podría ser, como lo comentó un delegado, “tan importante como la Revolución Industrial”, sin embargo, el principal problema sigue siendo la financiación de este tipo de proyectos.

En París, los delegados y delegadas plantearon varias propuestas, entre ellas imponer un impuesto sobre las grandes transacciones financieras, la movilización de los fondos de pensiones sindicales, o poner fin a las medidas de austeridad y “neoliberales” que limitan las inversiones públicas.

Las organizaciones sindicales colaborarán con otros movimientos sociales para conseguir que se escuchen estas demandas el fin de semana anterior al inicio de la COP21, planificando grandes manifestaciones en varias ciudades del mundo entero.