Argentina: adiós al kirchnerismo, ¿paso a la austeridad?

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En una esquina de la ciudad de Buenos Aires una pintada por encima de las iniciales de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner reza: “No fue magia”.

El graffiti es una alabanza a lo que se considera el éxito de la presidenta de Argentina, y el de su difunto esposo y antecesor, Néstor Kirchner, desde que el país salió de la crisis financiera de 2001-2002.

También es una muestra de la forma en que los adeptos de la pareja han construido y seguido fervientemente su política populista de izquierda, conocida como “kirchnerismo”.

Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia con el (todavía en el poder) Partido Justicialista en 2003, “se comprometió a llevar a los argentinos del infierno al purgatorio. Les dijo que no eran responsables de la crisis, sino sus víctimas”, señala Eduardo Fidanza, director de Poliarquía Consultores, una sociedad de consultoría de opinión pública y política en Buenos Aires.

Néstor Kirchner echó la culpa de la crisis a las políticas de libre mercado de la década de los años de 1990 prescritas por el Fondo Monetario Internacional y defendidas por los grandes bancos y corporaciones. Afirmó que estas políticas empujaron a Argentina a una crisis que a principios de la década de los años 2000 acusó un 25% de desempleo y una pobreza del 54%.

En cambio, su política se abocó a un crecimiento inclusivo destinado a beneficiar a todos los miembros de la sociedad, y no solamente a las grandes empresas, según sus afirmaciones. La recuperación llegó de forma rápida y consolidada. La economía creció en promedio del 6 al 8% cada año entre 2003 y 2011, y el desempleo cayó por debajo del 7%.

El aumento de los precios internacionales de los productos básicos y de la demanda desempeñó un papel importante en esta recuperación, ya que Argentina es uno de los principales proveedores mundiales de carne de res, maíz, soja y derivados de la soja, como el aceite de este vegetal.

Néstor Kirchner también echó una mano a las exportaciones de combustibles, principalmente manteniendo subvaluado el tipo de cambio. El auge de las exportaciones incrementó las reservas del banco central y aportó excedentes presupuestarios y comerciales.

En los buenos tiempos, los Kirchner se centraron en la cultura, el trabajo y los pobres, así como a abordar el difícil pasado de Argentina. Reabrieron los juicios contra la tortura de Estado durante la dictadura militar de 1976 a 1983, multiplicaron los fondos estatales para la programación de cine y televisión e hicieron posible ver el fútbol gratuitamente por televisión. Asimismo, legalizaron los matrimonios entre personas del mismo sexo. Crearon los subsidios para la infancia y el embarazo con el fin de ayudar a los pobres a pasar la crisis y nacionalizaron las Aerolíneas Argentinas, la línea aérea nacional, así como YPF, la empresa petrolera nacional. A su vez, los sindicatos recuperaron su poder de negociación colectiva, lo que ayudó a aumentar los salarios y las pensiones.

Todos estos elementos inculcaron un sentimiento de estabilidad al cabo de tantos años de inseguridad, por lo que los Kirchner “aparecen como los salvadores de la sociedad argentina”, comentó a Equal Times Ana Wortman, socióloga cultural en la Universidad de Buenos Aires. Esta percepción les valió un amplio apoyo de la clase media de la Argentina, no solamente el de las clases pobres y trabajadoras.

Cristina Fernández sucedió a su esposo en 2007 con un 45% de los votos, y ganó su reelección en 2011 con una cifra sin precedentes del 54%, aupada por la emoción de la muerte de su marido en 2010.

Ahora, a los 62 años, Cristina dejará su cargo el 10 de diciembre de 2015, con un índice de aprobación del 40%, raro en un país donde la mayoría de los segundos mandatos, y a veces también los primeros, terminan en crisis.

Entre sus seguidores, Cristina goza de “una veneración casi religiosa por haber salvado a Argentina de la catástrofe”, afirma Wortman.

 

Problemas económicos

Su presidencia, sin embargo, imprimió un cambio en el modelo de kirchnerismo que podría ser su perdición. Cristina exaltó el mensaje de su marido. Ya no se trata de alcanzar el purgatorio, ahora se trata de permanecer en el cielo, vivir en la abundancia y no aceptar la austeridad, señala Fidanza.

Los primeros años de recuperación llegaron sin muchos contratiempos en la medida en que después de la crisis económica las fábricas utilizaron su olvidada capacidad de antaño para satisfacer la creciente demanda de los consumidores. Sin embargo, la inversión no se mantuvo al mismo ritmo, debido a los controles de divisas, la limitación de los precios, las políticas comerciales proteccionistas, lo gravoso de la regulación y otras medidas intervencionistas que coartaron los beneficios potenciales y dificultaron las posibilidades de hacer negocio.

La inflación pronto alcanzó los dos dígitos, alcanzando un pico del 40% en 2014, antes de bajar al 27% este año, debido a que la desaceleración de la economía disminuyó la demanda. Los apagones y la escasez de gasolina empeoraron, y la infraestructura empezó a acusar el desgaste. Cincuenta y una personas murieron en un accidente de tren en 2012 tras una serie de descarrilamientos.

“El modelo económico es insostenible”, afirma Eduardo Levy Yeyati, economista y autor de Porvenir, una exploración de modelos de desarrollo futuro para la Argentina. “Estamos exprimiendo el limón hasta la última gota para que las personas tengan la sensación de bienestar”.

El Gobierno tiene un déficit presupuestario del 6% y va en vías de alcanzar el 8% en 2016. La disminución de las reservas en dólares está dificultando aún más el servicio de la deuda nacional y el pago de importaciones esenciales, tales como la energía y los alimentos. Los fabricantes tienen racionados los dólares que reciben para la importación de equipos y piezas de recambio, lo que retrasa su producción. Las empresas no pueden enviar fácilmente sus utilidades al exterior, frenando así la inversión. Argentina no puede endeudarse en el exterior para aliviar la presión hasta que no pague en su totalidad los 100 mil millones de dólares estadounidenses que debe desde 2001, y un mayor aumento de impuestos podría desatar protestas como la revuelta de productores agropecuarios de 2008 que duró cuatro meses. Asimismo, podría hacer que un mayor número de líderes sindicales se volvieran contra el kirchnerismo, ahondando así la polarización entre sus seguidores y sus opositores.

 

Elección presidencial

Para 2016 se esperan tiempos difíciles, una previsión que pondría en jaque las posibilidades de conservar el poder de cualquier partido.

Sin embargo, no pasa lo mismo con el kirchnerismo. El candidato del Partido Justicialista en el poder, Daniel Scioli, se sitúa a la cabeza en las encuestas para las elecciones generales del 25 de octubre.

Antiguo vicepresidente de Néstor Kirchner y actual gobernador de Buenos Aires, Scioli, de 58 años, tiene una ventaja de 10 puntos sobre el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, un empresario conservador de 56 años de edad. En tercer lugar se sitúa Sergio Massa, de 43 años, congresista y antiguo jefe de gabinete de la presidenta Kirchner.

Los tres son más moderados que la presidenta Kirchner, y entre ellos existe el consenso de que se precisan ajustes para reavivar el crecimiento, comenta Levy Yeyati.

Estos ajustes incluyen el pago de las deudas en retraso, la rectificación de un tipo de cambio sobrevaluado, sanear los datos económicos falseados, suprimir los controles de capital, reducir la inflación y recortar los subsidios para frenar el déficit presupuestario.

Se espera que estas medidas atraigan lo que el kirchnerismo ha eludido esencialmente: la inversión extranjera. Pero el costo inicial probablemente acarree la pérdida de empleos, el aumento de las tarifas de los servicios públicos y un menor poder adquisitivo.

“Llevar el país del infierno al purgatorio es una cuestión y otra muy distinta es llevarlo del cielo al purgatorio”, confía Fidanza.

Apretarse el cinturón no será fácil. Las huelgas amenazarán a cualquiera que sea el presidente, indica Norberto Galasso, historiador y autor del libro Kirchnerismo (2003-2015): El proyecto que transformó la Argentina.

A la sombra del kirchnerismo los argentinos se han acostumbrado al bienestar y al progreso, desde la compra de coche nuevo hasta enviar a sus hijos a la universidad por primera vez, afirma.

“Son muchos los que quieren que el modelo persista, no importa las dificultades”.

Es por este motivo, piensa Galasso, que Cristina ha puesto a un hombre de toda su confianza, Carlos Zannini, como candidato a la vicepresidencia de Scioli. Zannini, de 61 años, mantendrá a Scioli bajo control y mantendrá la influencia de Cristina para que se presente de nuevo a la presidencia en 2019.

“Cristina es una luchadora de arraigadas convicciones”, comenta. “Yo no la veo dedicada al cuidado de sus nietos. Seguirá siendo muy influyente”.