¿Cómo ganó Portugal la guerra contra las drogas? Despenalizándolas

News
Explore similar themes
Human rightsPortugalViolenceHealth

Cada dos años, se celebra el Boom Festival en la localidad de Idanha-a-Nova al sur de Portugal, donde miles de jóvenes de todas las nacionalidades disfrutan de la música trance, muchos de ellos bajo la influencia caleidoscópica de las drogas psicodélicas. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otros festivales del mundo, estos consumidores de drogas no están cometiendo un delito.

Aquí tienen acceso gratuito a contenedores para esnifar cocaína, a agujas para inyectarse heroína y a un laboratorio para analizar sus dosis. Los asistentes al festival pueden averiguar qué es lo que van a consumir exactamente y qué efectos tendrá en sus organismos.

“Esto forma parte del planteamiento de reducir daños y minimizar riesgos del Estado, una estrategia que es posible en este país gracias a la despenalización de las drogas”, explica Maria Carmo Carvalho, profesora en la Faculdad de Educación y Psicología de la Universidad Católica de Portugal y coordinadora de Kosmicare, un centro apoyado por el Gobierno que ayuda a la gente en el festival que pueda encontrarse en una “emergencia psicodélica”.

Portugal despenalizó las drogas en 2001, lo que significa que a cualquier persona con una dosis de droga inferior a 10 días de consumo no se le envía a un tribunal, sino a una CDT (Comisión para la Disuasión de la Drogadicción), de las cuales hay 18 centros en el Portugal peninsular.

Situada junto a una tienda de muebles y sin señalización clara en la puerta para respetar la privacidad de los asistentes, la sala de espera de la CDT de Lisboa está llena de gente. La mayoría tienen edades comprendidas entre los 20 y los 30 años, son hombres y han sido sorprendidos con hachís.

La psicóloga clínica Raquel Lopes, que trabaja en el centro con un abogado y un trabajador social, asegura que este servicio solo existe debido a las leyes de despenalización.

“Antes, la gente que abusaba de las drogas no tenía acceso a este tipo de apoyo”, aclara a Equal Times. “Aquí, un equipo técnico realiza una entrevista para entender a qué tipo de consumo nos enfrentamos y determinar si es necesario transferir a la persona en cuestión a un servicio relacionado con el empleo o el tratamiento”.

Durante la entrevista se clasifica el nivel de riesgo de la persona como bajo, moderado o alto. Pueden acabar transfiriéndole a un tratamiento si así lo desea, imponerle una pequeña multa o no hacer nada.

“También tenemos en cuenta otros factores. Por ejemplo, si la persona está escolarizada o trabaja o si tiene una estructura familiar. Incluso si el consumo es solamente esporádico, la vida de dicha persona puede estar desestructurada”, advierte Lopes.

 

Disminución del consumo de drogas

Desde que se aprobó la ley en 2001, el último estudio realizado por el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), con sede en Lisboa, sugiere que en Portugal el consumo de la mayor parte de las sustancias ilícitas puede estar disminuyendo.

Según el informe, el cannabis es la sustancia ilícita de uso más frecuente, seguida del éxtasis y la cocaína. La prevalencia en vida de cualquier sustancia ilícita entre los adultos jóvenes ha disminuido del 12% en 2007 al 9,5% en 2012 y del 17,4% en 2012 al 14,5%.

En 2012, en Portugal se produjeron 16 muertes relacionadas con la droga, una cifra superior al número de muertes registradas en 2011 pero inferior a la cifra registrada anualmente entre 2008 y 2010.

Además, la organización ha observado una tendencia decreciente en la cifra total de personas con VIH y sida desde principios de la década de 2000.

Sin embargo, para Manuel Pinto Coelho, ex presidente de la ya desaparecida Asociación por una Portugal Libre de Drogas (un organismo privado fundado por él mismo), la despenalización constituye en realidad un retroceso.

“Tiene que haber un cambio de modelo”, explica a Equal Times. “Ahora los drogodependientes están protegidos socialmente. La mayoría están desempleados. La peor idea es proporcionarles otra droga (metadona) que les creará más adicciones”, afirma. Según dice, “el actual sistema se limita a victimizarles. Ellos pueden elegir dejar las drogas. No es una enfermedad crónica como la diabetes”.

Sin embargo, el doctor Joao Goulao, director general del Centro para la Intervención en Comportamientos Adictivos y Dependencias (SICAD) de Portugal y participante en la redacción de la actual ley, señala que: “Hoy en día, la postura punitiva se ve cuestionada por pruebas científicas que dejan claro que el régimen jurídico basado en las sanciones no influye en los niveles de consumo”.

El doctor Goulao, que también es presidente del OEDT, añade que criminalizar a los drogodependientes supone una carga para el sistema de justicia penal, en lugar de centrarse en tratar a la gente.

Aunque admite que la despenalización en Portugal no ha sido el único factor determinante de las mejoras en el ámbito de las drogas, afirma que ésta ha facilitado importantes cambios en la aplicación de las políticas sociales y sanitarias.

 

Recuperación tras la catástrofe

Portugal ha avanzado mucho desde que sufrió el auge de las drogas tras el fin de la dictadura de António de Oliveira Salazar en 1974.

“La sociedad portuguesa sufrió graves perjuicios en los ámbitos de la salud, la delincuencia y la vida pública provocados por el consumo de drogas. En 1999 llegamos a tener alrededor de 100.000 consumidores de heroína, casi el 1% de la población, y el VIH aumentó de forma espectacular. Todo esto provocó una situación catastrófica”, recuerda Goulao.

En 1998, el Gobierno convocó a un grupo de expertos para que elaborara un informe sobre la crisis en Portugal relacionada con las drogas y propusiera estrategias para abordar el problema. Así, el doctor Goulao y sus colegas llegaron a la conclusión de que los drogodependientes no eran delincuentes, sino enfermos mentales crónicos.

A partir de entonces, Portugal pasó de sancionar penalmente a los consumidores a ofrecerles tratamiento, transfiriendo la responsabilidad del sistema de justicia penal al sistema de salud.

“Era una incongruencia dar por sentado que nos enfrentábamos a un problema de salud y luego criminalizar a los enfermos”, asegura el doctor Goulao.

Casal Ventoso es un barrio lisboeta anteriormente conocido como ‘el supermercado europeo de la droga’. Allí acudían diariamente unas 5.000 personas para comprar estupefacientes.

Elsa Belo, coordinadora de la asociación Ares do Pinhal que cuenta con un programa de metadona de bajo umbral en Lisboa, fue uno de aquellos primeros trabajadores sociales que intervinieron en el barrio de Casal Ventoso.

“Los drogodependientes consumían (heroína) y acababan quedándose allí en chabolas hechas con cajas de cartón y lonas de plástico. No se iban. Estaban todos juntos consumiendo y compartían las mismas jeringuillas”, recuerda.

“No teníamos metadona y había alrededor de 1.000 personas sin hogar con ropa tan sucia que había que tirarla a la basura. Algunas partes de sus cuerpos estaban llenas de hematomas y bichos y teníamos que cubrirlas con compresas”, asegura. Además, nos explica que lo único que podían ofrecerles era un baño y comida caliente.

Las chabolas finalmente fueron destruidas y Belo ahora trabaja en otro barrio de Lisboa llamado Quinta do Lavrado, en un centro para la recuperación de drogodependientes financiado por el Estado y ubicado encima de una escuela infantil. Cerca, una mujer parece estar consumiendo droga en el interior de un coche destartalado.

Aquí en el centro, un equipo técnico atiende a 1.300 pacientes diarios. Todos consumen la metadona en una de sus unidades móviles que recorre varios barrios lisboetas.

Elsa saluda a los usuarios con el mismo interés y cordialidad que un médico de familia. La furgoneta se detiene durante una hora y media. Decenas de personas llegan para consumir su dosis diaria de metadona. Sorprendentemente, algunos vienen muy bien vestidos. Un hombre llega en un todoterreno con sus familiares, incluido su hijo que parece ser menor de cinco años. Otra mujer aparece con claros problemas de respiración.

Marco tiene 42 años y ya ha se ha tomado su medicación, pero se queda cerca de la furgoneta. Comenzó a fumar hachís cuando tenía 16 años y empezó con la cocaína y la heroína cuando tenía 18. Lleva dos años tomando metadona y medicación para tratarse la hepatitis.

Aunque consiguió terminar una licenciatura en gestión hotelera y tuvo varios trabajos, ha sufrido varias recaídas, especialmente después de romper con una novia con la que llevaba años.

“Toqué fondo y me di cuenta de que lo estaba arriesgando todo. Me enteré de este programa por un colega. Me explicó que podía tomar metadona y que me olvidaría de las drogas”, nos cuenta.

Tania Barbas, de 39 años, empezó a inyectarse heroína con su hermana mayor cuando tenía 14 años. Según nos explica, se convirtió en un problema cuando tenía 17 años y empezó a consumir con más frecuencia.

Le recetaron metadona cuando tenía 25 años y estaba embarazada de su hijo mayor. Pero después de haber conseguido dejar la heroína, tuvo una recaída.

“Nunca he podido dejarlo de golpe. Pero ahora llevo una vida normal, he dejado las drogas. Ahora me siento feliz y tranquila y poco a poco voy llevando una vida normal, aunque todavía tengo que venir aquí”.