¿Ha llegado el momento de repensar el Comercio Justo?

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Este año, millones de estadounidenses participaron en el mes del Comercio Justo, en el que se pidió a los consumidores “mostrarse equitativos” y comprar durante el mes de octubre productos que llevan el sello de Comercio Justo (comercializado en los EE.UU. con la marca “Fair Trade”). Sin embargo, un número creciente de productores y activistas éticos están poniendo en tela de juicio cuán capaz es el sistema de comercio justo de hacer frente a las enormes desigualdades presentes en los mercados mundiales tanto de materias primas como de trabajo.

Los hay que llegan a afirmar que el fairwashng, es decir, el uso de la certificación de Comercio Justo para dar la ilusión de compromiso ético, permite a las empresas explotar el logotipo con fines comerciales.

“Es una forma de greenwashing, o sea, una empresa que falsea su gestión social y ecológica”, afirma Steve Macatonia, director de suministro de café y comercio ético en la Union Hand Roasted Coffee, una empresa cafetera londinense que factura varios millones de libras y cuyo café procede directamente de pequeños agricultores con el fin de garantizarles “medios de subsistencia sostenibles”.

“Creen que embaucan a los consumidores y que éstos piensan que todos aquellos que enarbolan el certificado de Fairtrade-Comercio Justo siempre actúan correctamente. Sin embargo, los consumidores no se engañan. Pienso que se dan cuenta de lo que es realmente”.

Fairtrade-Comercio Justo paga a los agricultores un precio mínimo por sus productos, una red de seguridad fundamental, según dicen, para el mercado siempre fluctuante de las materias primas.

Asimismo, se acostumbra pagar un complemento a los agricultores y a los trabajadores para proyectos de desarrollo medioambiental y económico.

El planteamiento ha tenido un enorme éxito. Las ventas globales de Fairtrade-Comercio Justo alcanzaron los 4,4 millones de libras esterlinas en 2014, un aumento del diez por ciento desde 2013. Los mercados sueco y alemán aumentaron un 37 y un 27 por ciento respectivamente.

Fairtrade-Comercio Justo trabaja con 1,5 millón de agricultores y trabajadores procedentes de 1.226 organizaciones de productores en 74 países del mundo entero.

Sin embargo, sus detractores afirman que la certificación es actualmente insuficiente.

Los fundadores del sello Fairtrade-Comercio Justo se han distanciado públicamente de la marca. El activista comercial neerlandés Nico Roozen ayudó a establecer lo que iba a convertirse en la certificación Fairtrade-Comercio Justo en 1985, y ahora dirige la organización no lucrativa Solidaridad con sede en Utrecht, que trabaja para lograr una producción sostenible de productos básicos como el café, el cacao y el algodón.

El informe de 2012 de Solidaridad, describe cómo los mejores pequeños agricultores consiguen ganar alrededor de 3.200 dólares estadounidenses al año, un ingreso que representa menos de 10 dólares diarios.

“Estos resultados confirman las críticas hacia Fairtrade-Comercio Justo, según las cuales, pese a las buenas intenciones y las mejoras concretas logradas por los agricultores, el único cambio real para los pequeños agricultores es el haber pasado de la pobreza simple a la pobreza certificada”, explica Roozen en un comunicado de prensa.

Según Solidaridad, para que los agricultores obtengan mejores condiciones se precisa un aumento de la escala de producción, organización agrícola, transformación y nuevas tecnologías.

“La certificación y la formación por sí solas no ayudarán a los productores de café de África a construir un futuro mejor”, afirma Karugu Macharia, director de Solidaridad África oriental.

“Necesitamos una estrategia más amplia para asegurar que el cultivo del café resulte más sostenible y sea más atractivo para los jóvenes agricultores”.

 

La trampa de las materias primas

Un informe de 2014 de Solidaridad describe cómo los productores de café de Comercio Justo de África oriental reciben solo marginalmente más ingresos que los agricultores no certificados, una afirmación que corrobora un informe de 2014 de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres (SOAS), que no pudo encontrar pruebas de que Fairtrade-Comercio Justo representara una diferencia con respecto a los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas.

“El comercio justo puede ‘funcionar”, pero no acaba de hacer lo que dice que hace en la mayoría de las etiquetas”, señalaron los investigadores de la SOAS.

“Agrava la desigualdad rural y en el mejor de los casos puede propiciar el surgimiento de productores capitalistas rurales; además, no logra influir en el bienestar de las personas más pobres que participan en la cadena del comercio justo”.

Muchos agricultores solamente pueden vender una pequeña cantidad de su producción con el sello Fairtrade-Comercio Justo.

En 2012 se produjeron 430.000 toneladas métricas de café certificado, pero únicamente el 30 por ciento se vendió en las condiciones de Fairtrade-Comercio Justo.

En su lugar, comenta Macatonia, Fairtrade-Comercio Justo debería centrarse en la mejora de la calidad de sus productos. La Union Hand Roasted Coffee está evaluada en aproximadamente 10 millones de libras y paga a sus 42 productores de América Latina y África oriental alrededor de un 25 por ciento más que el precio de Fairtrade-Comercio Justo, así como un salario mínimo vital.

A cambio, los consumidores obtienen un producto garantizado de alta calidad.

“Son agricultores que conocen el valor de lo que producen”, explica Macatonia. “Puede decirse que estamos en un nicho de mercado. Pero hemos visto cuán eficaces podemos ser.

“Tratamos de sacar a los agricultores de la trampa de las materias primas. La única ambición que nos parece válida es sacar al productor de la pobreza.

“Es algo mucho más complejo que la certificación. Para actuar con ética, tenemos que mostrar cómo nos abastecemos y trabajamos con los productores. No basta con pegar una etiqueta en un paquete a modo de logotipo”.

Sin embargo Fairtrade-Comercio Justo quiere que sus productos estén disponibles a todos los niveles de precio, desde el café instantáneo hasta el mercado de lujo de gama alta. Están orgullosos de convertirse en la norma.

“Todas las chocolatinas Maltesers están certificados y, en el Reino Unido e Irlanda, la marca Mars se fabrica ahora con cacao 100 por ciento de Fairtrade-Comercio Justo”, indica un portavoz. “Este es el tipo de compromiso que perseguimos. Esperamos que sea un punto de partida”.

Fairtrade-Comercio Justo trabaja con grandes agricultores, certifica plantaciones, fábricas y fincas productoras de té, plátanos y otras frutas, flores cortadas, hierbas, verduras y balones deportivos. Sin embargo, afirma que es de crucial importancia que la producción de cacao y de café siga estando limitada a cooperativas de pequeños agricultores.

“La mayoría de la producción de cacao y café procede de pequeños agricultores”, explica Reykia Fick, gerente de relaciones con los medios de comunicación en la sede en Bonn de Fairtade International. “Paliar la falta de inversión que padecen a nivel mundial es muy importante”.

Sin embargo, afirma Macatonia, Fairtrade-Comercio Justo no debería tener limitaciones.

“A menudo, los pequeños agricultores no están organizados en entidades jurídicas o cooperativas. Carecen de formación y educación.

“Hemos trabajado con agricultores de subsistencia en Ruanda con niveles de pobreza tremendamente altos. En 15 años han transformado totalmente su vivienda y su nivel educativo.

“Sin embargo, también trabajamos con granjas y plantaciones. Un propietario tiene ya 200 trabajadores”.

 

Prácticas laborales

Las prácticas laborales también han sido un tema espinoso. La Liga contra la Esclavitud califica de “muy pobre” la respuesta de la organización Fairtrade-Comercio Justo a un documental de la BBC de 2010, en el que se acusaba a sus productores de cacao de África occidental de recurrir al trabajo infantil.

Afirman que una reunión con Fairtrade International para presionarla a denunciar casos de trabajo infantil no tuvo éxito.

“Cuando nos reunimos con Fairtrade-Comercio Justo indicaron que su principal responsabilidad son los productores, no los niños. Esta es la actitud que han tenido hasta ahora”, señala el director de la Liga contra la Esclavitud, Aidan McQuade.

Añade que el trabajo infantil, e incluso la esclavitud infantil, es algo común y corriente y culturalmente aceptable en Ghana y Costa de Marfil.

Fairtrade-Comercio Justo prohíbe el empleo directo e indirecto de todo niño menor de 15 años. Sin embargo, en su sitio web admite que no pueden garantizar al 100 por cien que un producto esté libre de trabajo infantil, y que la certificación es solo una parte de la cuestión.

“Se requieren informes públicos independientes que examinen desde un punto de vista riguroso de los derechos humanos cuáles son las prácticas y cómo pueden reformarse”, asegura McQuade.

“Sin embargo, parece haber mayor interés en proteger la marca que en abordar el tema”, concluye.

Fairtrade International insiste en que la certificación es tan sólida y coherente como siempre. Recientemente han reforzado las normas para los importadores y exportadores. Los comerciantes de Fairtrade-Comercio Justo ahora tienen que ofrecer a los agricultores una financiación previa y, a partir de febrero de 2017, todos los comerciantes deberán observar el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo y la legislación medioambiental nacional.

Los trabajadores contratados en las plantaciones y fincas certificadas ahora tienen garantizado el derecho a sindicalizarse libremente y a la negociación colectiva.

Fairtrade-Comercio Justo está trabajando para conseguir un salario mínimo vital y ha estudiado los niveles de ingresos en las zonas rurales de Sudáfrica, la República Dominicana y Malawi y las semiurbanas en Kenia.

Estas mejoras han sido recibidas con satisfacción. Sin embargo, para muchos, aún queda mucho por hacer para proteger la integridad del Comercio Justo.

“El Comercio Justo considera que toda injusticia surge de la desigualdad económica. No obstante, necesita ampliar sus perspectivas”, señala McQuade.

“Pagar un buen salario no es suficiente”.