“Sobrevivir no es un delito”: los vendedores ambulantes inmigrantes de Barcelona, se organizan

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“No comprendemos por qué podemos acabar en prisión sólo por vender cosas en la calle. Sobrevivir no es un delito”, afirma Khalifa Clandestino, un trabajador, organizador y artista en Barcelona.

Originario de Senegal, Khalifa colabora con Tras La Manta (el nombre hace referencia a la manta sobre la que colocan sus mercancías), una plataforma de trabajadores y activistas que ayuda a los vendedores ambulantes inmigrantes a luchar por su derecho a trabajar.

Dado que la mayoría de sus miembros no tiene derecho legal a vivir y trabajar en España, no se considera un sindicato oficial.

En España es ilegal la venta ambulante sin un puesto asignado; sin embargo, cientos de manteros no encuentran otra alternativa para ganarse la vida en Barcelona. Se trata de inmigrantes, sobre todo de Senegal, aunque también de otros países de África y Asia, que venden a los turistas bolsos, deportivas y otros accesorios baratos.

Al carecer de la documentación reglamentaria, estos inmigrantes no pueden trabajar formalmente y la ilegalidad de su actividad genera conflictos: en cuanto los vendedores se instalan en un lugar, la policía les desaloja.

Por esta razón, el 16 de noviembre de 2015, ocuparon las calles como protesta: cientos de manteros y simpatizantes se manifestaron hasta el Ayuntamiento para reclamar su reconocimiento y, a continuación, convocaron varias “ocupaciones callejeras”. El Ayuntamiento ha accedido a negociar un plan de integración de los manteros en la economía formal. Se trata de un programa con un presupuesto de 1.7 millones de euros, que se prolongará hasta 2018, y pretende prestar asistencia social y crear una cooperativa.

Lamentablemente, parece que estas medidas sólo se aplicarán a los inmigrantes legales, que son una minoría entre los manteros. Los vendedores ambulantes legales, que venden desde souvenirs baratos a artesanía, también han sido invitados a participar en las conversaciones, pero se han negado, porque ellos, al ser legales, tienen que pagar tasas de más de 500 EUR al mes para poder trabajar en Barcelona y les preocupa la competencia que generan los manteros.

César García, de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), un sindicato que representa a los vendedores ambulantes legales y otros autónomos en España, explica a Equal Times que, incluso si obtuvieran la residencia o la ciudadanía española, los manteros no podrían vender en las calles sin una licencia.

“El auténtico problema de los manteros es su situación irregular,” afirma. “UPTA sugiere que se les regularice mediante un verdadero plan que les permita acceder al autoempleo”.

Pero los manteros afrontan un gran dilema. Para sobrevivir no tienen más remedio que trabajar ilegalmente, pero cualquier una multa que les impongan —o cualquier sanción penal—, les dificulta enormemente la obtención de los documentos que necesitan para legalizarse.

Sin estos ‘papeles’ resulta imposible obtener un empleo formal en España. E incluso con papeles, los inmigrantes son los más afectados por el desempleo en España, que en la actualidad se eleva a más del 20 %.

Khalifa tiene claro cuál es el objetivo de organizar a los trabajadores migrantes indocumentados: “Queremos que deje de criminalizarse la venta ambulante, porque ningún ser humano es ilegal. Solo queremos comer y pagar el alquiler. Si no dejan que la gente venda, acabará robando”.

 

“Trabajar es un derecho humano”

Aunque no todos los vendedores ambulantes de Barcelona son miembros del sindicato, la mayoría lo conocen. Tiene más de cien miembros. Uno de sus simpatizantes explica a Equal Times que, aunque podría denominarse una asamblea, adoptaron la decisión política de llamarlo ‘sindicato’ para que se identifique a los manteros con trabajadores.

La plataforma Tras La Manta, además de librar una batalla política, sirve también de lugar de encuentro en el que los vendedores comparten las experiencias de una vida cotidiana tan dura para todos ellos. En un día bueno, los manteros pueden llegar a ganar 30 EUR, si la policía no interrumpe su trabajo; la amenaza de violencia está siempre presente en las calles.

Pero los manteros insisten en que no quieren crear mal alguno a la sociedad; sólo pretenden trabajar. “La mayoría de nosotros procede de países pobres. Necesitamos ganar dinero para enviarlo a nuestras familias”, explica Masum Hossein, de Bangladesh, que lleva dos años viviendo en Barcelona.

“Si tienes papeles puedes trabajar en un restaurante o en un supermercado”, explica. “Trabajar en la calle es muy difícil. A veces la policía nos requisa las mercancías, el móvil, el dinero, todo. Es inhumano. Y, como ser humano, tengo derecho a trabajar”.

Khalifa recuerda que hay muchas más personas en todo el mundo trabajando y vendiendo mercancías en la economía informal que en la economía legal.

Aunque el trabajo informal se suele asociar al Gran Sur, también está presente en Europa: el 18.8 % de quienes trabajan en España lo hacen en la economía informal, según un estudio elaborado por el Banco Mundial en 2011.

La economía informal incluye muchos trabajos distintos fuera de las empresas estructuradas, de los que la venta ambulante es sólo un ejemplo. Pero todos estos empleos informales tienen en común que no se suele reconocer su contribución a la economía nacional.

“Gobiernos de todo el mundo contemplan el trabajo informal como caótico, desorganizado y sin disciplina. En su intento de limpiar las calles de este trabajo temporal y sin valor, las autoridades municipales obligan violentamente a los vendedores informales a desplazarse y les confiscan sus mercancías”, explica Saranel Benjamin, responsable de la campaña sobre empleo informal de la ONG War on Want.

Benjamin explica que los vendedores ambulantes están reclamando en todo el mundo el reconocimiento de su contribución a la sociedad, a la economía y a espacios públicos. “Se puede lograr mucho a través de formas de organización colectivas y alternativas, sobre todo devolver el poder a estas personas marginadas e invisibles”.