La tragicomedia “Djihad” esclarece ante colegiales y adultos el tema de la radicalización

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Siendo como fue un adolescente del barrio de Schaerbeek en Bruselas, Ismaël Saïdi podría haberse visto fácilmente consumido por un tipo distinto de yihad – o “djihad”, como se escribe en francés, su lengua materna. Había reclutadores en las calles de su barrio, en su mezquita, tratando de convencer a jóvenes musulmanes belgas de luchar con los muyahidines antisoviéticos.

“Cuando yo tenía 14 años, ya estaban intentando convencernos de que nos montásemos en aviones con destino a Afganistán — por aquel entonces no era Siria sino Afganistán”, cuenta Saïdi, aludiendo al actual fenómeno en el que un número record de jóvenes belgas se están marchando a campos de batalla islamistas en Oriente Medio.

“Todo el mundo sabía” que aquello estaba sucediendo, declara Saïdi a Equal Times. Desde la comunidad local hasta el Gobierno federal. E incluso fomentaban esos esfuerzos para contribuir a expulsar a los soviéticos durante la Guerra Fría.

Algunos de los amigos de Saïdi sí que se montaron en aquellos aviones, y no los volvió a ver jamás. Él tomó la dirección contraria y se hizo policía, aunque pronto se convertiría en dramaturgo, centrándose sobre todo en aspectos de la cultura musulmana.

Dice que las autoridades también sabían que estos últimos años se estaban captando a jóvenes para enviarlos a Siria, pero que, en lugar de tratar de encontrar vías para detener el proceso de radicalización, “estaban dormidas”. Bélgica ha terminado por convertirse en el país con el mayor número de ciudadanos por capita que se encuentran luchando allí.

De modo que Saïdi, de 39 años de edad, sabía perfectamente lo que estaba haciendo a finales de 2014 – un año antes de los mortíferos atentados terroristas en París – cuando escogió el nombre “Djihad” para su obra de teatro, pensada para que los jóvenes más vulnerables recapaciten bien antes de optar por ese camino.

“Como artista, para mí era importante decir que podemos utilizar cualquier palabra. No hay palabras que no se deban utilizar por el hecho de que para algunas personas sean sagradas”.

Lucile Poulain, la publicista de Saïdi, señala que el nombre le complicó mucho la existencia, puesto que tuvo que batallar para promover una obra con un título sumamente cargado de implicaciones. “Los periodistas no querían ni oír hablar de nosotros”, dice riendo. “Ni siquiera querían escribir el nombre ‘Djihad’ en sus calendarios de eventos culturales”.

“Recibí llamadas de teléfono y correos electrónicos en los que me preguntaban ‘¿en serio que han titulado la obra “Djihad”? ¿Están locos o qué?’”. Poulain explica que la gente pensaba que el espectáculo iba a ser una especie de grito de guerra.

La siguiente sorpresa es descubrir que la obra convierte en comedia una de las cuestiones más neurálgicas de Bélgica. Y a partir del momento en que el público se da cuenta de la manera tan ingeniosa que tiene la obra de presentar el mensaje contra la radicalización, “Djihad” arrasa en Bélgica.

La historia de tres hombres jóvenes bastante desilusionados y sin un rumbo definido en la vida, que de alguna manera se encuentran proyectados desde un parque de Bruselas a los campos de la muerte de Siria, está causando furor.

Varias semanas después de su estreno en diciembre de 2014, el Ministro de Educación belga declaró la obra un “servicio público” y contribuyó a financiar su continuación, subvencionando los gastos para que las escuelas llevaran a sus alumnos a ver las actuaciones de la tarde.

Las cinco primeras actuaciones que Saïdi financió él mismo se han multiplicado, y en estos momentos hay más de un centenar de representaciones programadas de aquí a 2017, para muchas de las cuales las entradas ya están agotadas. La obra se ha traducido y estrenado en los Países Bajos, y en abril estará en París. “La obra de teatro que triunfa en Bélgica”, dice el periódico francés Le Figaro.

 

La clave: el autoridículo

El “secreto” del éxito de la obra, tanto entre el público en general como entre personas que podrían ser vulnerables al reclutamiento por parte de los terroristas, dice Saïdi, radica en que él es un musulmán que se mofa de los musulmanes.

“Yo me río de mí mismo”, explica, “y después me río de la sociedad”. Él cree que uno se puede “reír de cualquier cosa” si empieza por sí mismo.

Saïdi la escribió, la dirige e interpreta el papel principal, de un chico serio que siempre había querido ser artista pero a quien le habían dicho que el Islam no se lo permitiría. Sus dos amigos en la obra son Ben Hamidou y Reda Chebchoubi, amigos en la vida real.

Ben hace reír al escenificar a escondidas su obsesión con Elvis, que completa con giros de cadera, mientras sus amigos duermen. Y la ignorancia de Reda con respecto a lo que están haciendo – incluyendo la revelación de su viaje a Siria cuando viaja por primera vez en avión – consigue ganarse el cariño de todos.

Multitudes por toda Bélgica han aplaudido entusiasmados y cantado y reído con los personajes, que son todo menos terroristas estereotípicos pero que, no obstante, siguen allí, en el desierto sirio, llevando armas para los extremistas islámicos.

Saïdi consigue que el público sienta empatía por los sentimientos de aislamiento, desesperanza y confusión de estos hombres en el seno de su religión y sociedad.

Los personajes evolucionan a lo largo de la obra según van discutiendo diversas interpretaciones del Islam y rechazando las más dogmáticas. El grupo termina haciéndose amigo de un cristiano. Y Reda decide volverse a Bélgica e ir a buscar al amor de su vida, una mujer no musulmana que se llama Valerie, a quien había abandonado por insistencia de su madre – una historia real.

Las cosas no les salen bien a estos jóvenes y muchas veces los miembros del público se sorprenden de encontrarse con lágrimas en los ojos, indica Saïdi. Todo eso es parte de la experiencia que Saïdi forja cuidadosamente. “Si tienes la capacidad de sentir algo por esos chicos”, dice Saïdi, “puede que no todo esté perdido”.

En una representación reciente en Binche, los estudiantes del Collège Notre Dame de Bon Secours fueron a ver el espectáculo con cierto escepticismo de que algo relacionado con la yihad pudiera hacerles alguna gracia. Pero salieron colmados de emociones.

 

Bromeando, en serio

Emma Innocente, de 17 años edad, dice que todavía no comprende cómo gente de su edad puede marcharse a Siria, pero ahora sí que entiende mejor por qué se sienten aislados en Bélgica. Tiene la esperanza de que la escuela haga todo lo posible para que este debate continúe después del acontecimiento de haber visto la obra.

“No solemos tener la oportunidad de hablar de este problema”, explica Innocente, “y cuando lo hacemos es por alguna noticia que sale en los periódicos o en la televisión. Ahora podemos hablar de ello entre risas y chistes y creo que ha sido muy interesante poder tener otro punto de vista de este problema”.

Pero el mensaje más fuerte y más controvertido de Saïdi es para los propios musulmanes, quienes –dice Saïdi sin complejos– no han asumido ninguna responsabilidad por la manera en que sus jóvenes se sienten con respecto a sí mismos y a su futuro.

“Tenemos un problema”, afirma rotundamente. “Nosotros, en tanto que musulmanes, creamos el origen de lo que hoy denominamos radicalización”. Apunta que los padres musulmanes tienen que enseñar a sus hijos a integrarse, a jugar con niños y niñas de otras religiones y orígenes, a hacer la carrera profesional que prefieran y a compartir su vida con la persona que les haga felices.

Saïdi dice que no le preocupan las amenazas y que no quiere hablar de si el equipo ha recibido alguna o no. Pero Lucie Poulain señala que todos los integrantes del equipo de producción son perfectamente conscientes de que es una posibilidad real.

Tras los recientes ataques terroristas en Europa – llevados a cabo, al menos en parte, por yihadistas europeos entrenados en Siria – algunos teatros anularon las representaciones. Negando con la cabeza, Saïdi dice que hay quienes le han dicho que hacer publicidad y organizar algo llamado “Djihad” sería como “verter aceite en el fuego”, en algunos casos incluso a modo disuasorio.

Poulain dice que la compañía de teatro no se deja desanimar. “Por supuesto que tenemos miedo”, dice. “Pero los comediantes son muy valientes, muy fuertes. Y quieren defender una causa”.