Una huelga de docentes deja al descubierto las frustraciones que afronta la sociedad palestina

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En febrero y marzo, miles de docentes palestinos desafiaron la presión impuesta por la Autoridad Palestina y protagonizaron una huelga espontánea que les permitió conseguir por fin el aumento salarial que les habían prometido hacía tres años. Se trata de una victoria para los profesionales de la educación, que ha sacado no obstante a la luz las profundas frustraciones sin resolver que experimentan los palestinos y su Gobierno.

Y la victoria podría ser breve, puesto que las futuras subidas que la Autoridad ha decidido otorgar no están de ninguna manera garantizadas. Los detractores del Gobierno le acusan de amiguismo y corrupción, mientras que funcionarios de la Autoridad Palestina achacan sus problemas de financiación al hecho de que Israel esté reteniendo sus ingresos fiscales.

El 16 de febrero, aproximadamente 20.000 docentes – es decir casi la mitad de todo el personal docente palestino – se manifestó delante de las oficinas de la Autoridad Palestina en Ramala para protestar por los salarios manifiestamente precarios, inferiores a 800 USD al mes, y por la falta de oportunidades para conseguir subidas o promociones.

Uno de los puntos decisivos de la huelga fueron los esfuerzos por parte de la Autoridad Palestina para obstaculizar el avance de los manifestantes mediante la disposición de puestos de control a lo largo de la zona de Cisjordania ocupada por Israel, y prohibiendo a los docentes llegar a Ramala para participar en otras manifestaciones. Los chóferes de taxi y autobús también fueron al parecer amenazados con que se les quitaría el permiso de conducir si transportaban docentes a las manifestaciones.

“Sabíamos todo aquello, pero nuestro ministro seguía diciendo una y otra vez que él no estaba de acuerdo con estos procedimientos. Nosotros decíamos que esta no era forma de hacer las cosas”, explica a Equal Times Nisrine Amro, Directora General de Relaciones Públicas e Internacionales en el Ministerio de Educación de Palestina, añadiendo que ella no estaba al corriente de quién había tomado la decisión de reprimir las manifestaciones.

Igualmente alarmantes fueron los informes que afirmaban que las fuerzas de seguridad palestinas habían detenido a decenas de docentes y directores de escuela, y citado concretamente al diputado palestino Najat Abu Baker –uno de los partidarios más destacados de la huelga– para interrogarlo.

“Yo hablé con algunos de ellos (docentes) como alguien que había trabajado anteriormente con sindicatos durante huelgas de larga duración”, explica Abu Baker a Equal Times. “De modo que desde la perspectiva de las fuerzas de seguridad, yo estaba en contra de la Autoridad Palestina, a pesar de estar trabajando para encontrar las claves que permitieran resolver el problema”.

El diputado afiliado a Fatah denuncia la manera en que se gestionó la crisis, diciendo que dejaba patente la falta de voluntad de la AP para abordar los problemas.

“El ataque fue brutal, y la gestión de la crisis de los profesores fue penosa. Lo peor es que la militarizaron: convirtieron un tema relativo a las necesidades de los docentes en una cuestión de seguridad. Y terminó desembocando en una falta de voluntad para tratar de resolverla”, explica.

 

Un futuro incierto en un contexto complicado

Otro punto notable de discordia era la proximidad entre la ejecutiva del sindicato de docentes y el Gobierno, que muchos manifestantes consideraban había perjudicado sus reivindicaciones en materia de derechos. Y por eso se produjo la huelga espontánea.
“La huelga se llevó a cabo sin la participación del sindicato de docentes, lo cual fue una gran sorpresa para todo el mundo porque un número importante de docentes se declararon en huelga al mismo tiempo”, dice Amro.

Tras considerables presiones por parte de los docentes en huelga, el dirigente del sindicato, Ahmad Sahwil, presentó su dimisión ante la Autoridad Palestina, aunque el Gobierno no la aceptó inmediatamente.

Salah Khawaja, un palestino defensor de los derechos y que participó en el movimiento de los docentes, considera que la postura del sindicato de docentes en el seno de la Palestine Liberation Organisation (PLO) – la organización política palestina más destacada, a menudo vagamente conectada a la Autoridad Palestina – sigue siendo un obstáculo significativo para lograr de una representación adecuada de los trabajadores y trabajadoras palestinos.

“Los docentes necesitan un nuevo sindicato fuera de la PLO, al igual que todos los trabajadores”, explica Khawaja a Equal Times, señalando que los docentes empezaron a desarrollar un organismo representativo paralelo durante las protestas, y que estaba previsto que se celebraran elecciones sindicales en los próximos meses, aunque todavía no era seguro.

El movimiento social docente concluyó el 12 de marzo, después de que el Presidente palestino Mahmoud Abbas acordara aplicar enteramente y en breve las subidas salariales prometidas en 2013, además de otra subida durante el curso escolar 2017-18.

Aunque muchos maestros siguen dudando de que las promesas que se han hecho ahora se mantengan más adelante, Amro dice que, dadas las circunstancias, esto es lo mejor que el Gobierno palestino podía hacer. Y añade que a los gestores del Ministerio de Educación se les estaba pagando aún menos que a los docentes, lo que deja al descubierto el gran problema que tienen los empleados del Gobierno palestino.

“Israel está reteniendo continuamente los impuestos, y la ocupación nos impide avanzar, en lo que respecta a los docentes como a cualquier cosa en la Autoridad Palestina. No disponemos de mucho margen para hacer lo que queremos”, afirma.

“No somos tan ricos como un Gobierno”, señala Amro. “El Gobierno se ha comprometido a pagar (las subidas salariales). Y el propio presidente se ha comprometido también. De todas maneras tampoco pueden hacer más que eso”.

 

¿Un símbolo de descontento popular?

Las protestas han tocado la fibra de muchos palestinos, que han percibido la huelga de los docentes como el ejemplo más reciente de la indiferencia de la Autoridad Palestina respecto a las inquietudes de la sociedad palestina, al tiempo que el Gobierno palestino ha sido criticado a lo largo de los años por su corrupción, amiguismo y supresión de la oposición política.

“El Gobierno no quiere escuchar la voz de un diputado”, dice Abu Baker. “Quieren trabajar a su manera. Quieren robar lo que se les antoje. Y esto es una vergüenza; no debería ocurrir”.

Khawaja lamentó las persistentes tentativas de la Autoridad Palestina para desacreditar a sus oponentes. “Cuando alguien critica algo, entonces dicen que es de Hamás, o que trabaja para los americanos”, apunta.

Abu Baker está de acuerdo.

“Estos docentes no son políticos, son académicos, y no deberíamos inmiscuirlos en política. Su papel es enseñar, pero se han visto obligados a mezclarse en la política, y eso es un error”, dice ella.

Abu Baker comenta que se siente pesimista con respecto al futuro de los nuevos movimientos sociales en Palestina.

“Yo no creo que en el futuro vaya a haber movimientos como este. Ha habido mucha represión por parte del Gobierno contra esta causa”, dice. “Hace poco mantuve una reunión con algunos de los docentes y me dijeron que no querían ceder más. Es peligroso escuchar a un docente decir eso, y es doloroso”.

Pero Khawaja prefiere seguir siendo optimista.

“La Tercera Intifada, la famosa lucha palestina, el movimiento de BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel), los docentes… Todo esto determina el mapa del futuro. Yo estoy seguro de que lo que ha sucedido, la constitución de un nuevo movimiento para los docentes, será lo que suceda con la situación para los palestinos”, afirma.

Y este cambio deseado para la sociedad palestina no puede suceder sin un cambio en el sistema educativo”, observa Khawaja.

“Si no se ayuda a los estudiantes y a los docentes, no se puede ayudar a cambiar la cultura. Dar media vuelta ahora supondrá un mayor problema para cualquier protesta, cualquier movimiento, cualquier llamamiento en el futuro”.