El síndrome de alcoholismo fetal: una plaga silenciosa y global

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En Canadá, alrededor del 15% de las mujeres reconocen haber bebido alcohol durante el embarazo. En la isla de la Reunión, se estima que alrededor de 10.000 personas sufren el síndrome de alcoholismo fetal (SAF) y otros efectos del alcohol sobre el feto. La mayoría no sabe que lo padece.

"El SAF no solo afecta a las mujeres, las madres, sino a todos. Si tenemos en cuenta todos los ámbitos de la sociedad que compromete, el SAF cuesta cada año 200 millones de euros (230 millones de USD), solo en la isla de la Reunión. Concierne a todas las instancias: la educación nacional, la justicia, la sanidad... En Francia, el coste se eleva a 10.000 millones de euros (11.500 millones de USD) cada año”, explica a Equal Times el doctor Denis Lamblin, presidente de la asociación SAF France desde la Reunión.

En este departamento francés de ultramar se registran al menos 150 nacimientos al año con esta patología.

La provincia de Manitoba y el departamento francés han decidido unirse para compartir sus experiencias en un centro de recursos para la prevención del alcoholismo fetal. Comparten la misma lucha porque, en estas dos zonas del planeta, el número de nacimientos es muy similar y la prevalencia es también la misma.

Una delegación de expertos canadienses se desplazó hasta la Reunión a principios de mayo… y llegó hasta los juzgados. Porque la magistratura también está intentando tomar conciencia de todos estragos provocados por el alcohol durante el embarazo.

El fiscal general y la presidenta del Tribunal de Apelación de Saint-Denis ya han suscrito la carta internacional de buenas prácticas en la prevención del alcoholismo fetal.

“Algunos casos de recidivas múltiples pueden explicarse por las anomalías cerebrales contraídas en el útero. Hoy se trata de diagnosticar a los jóvenes antes de que pasen por prisión”, explica el doctor Lamblin.

En la Reunión, más de un millar de adolescentes podrían estar afectados por el síndrome de alcoholismo fetal.

La isla acaba de ser designada departamento piloto para acoger, en los próximos tres años, un centro de diagnóstico ​—e incluso dos​—.

 
Palabras de las víctimas

Los equipos de trabajo de campo no dejan de repetirlo: las mujeres no pueden ser las únicas que soporten el peso de las consecuencias del SAF. Para comprender las causas del alcoholismo es preciso sumergirse en su recorrido.

Noéma ha sido una de las primeras en atreverse a afrontar el juicio de la sociedad. Hoy se mantiene sobria y desea hablar en nombre de las 7.000 reunionenses adictas al alcohol que aún no han tenido la suerte de que les hagan un seguimiento. Se esconden y se encierran en esta enfermedad crónica.

Noéma sucumbió al alcohol por un drama familiar. El 31 de diciembre de 1992 perdió al padre de sus dos hijas a consecuencia de una paliza.

“Me bebía todo lo que encontraba: cerveza, vino, ron. Ni siquiera recuerdo las cantidades”. 

El amor vuelve a llamar a su puerta tres años más tarde y Noéma se queda de nuevo embarazada. Tres años de adicción al alcohol no se curan en unos meses. Durante su embarazo, esta reunionense continúa bebiendo, pero logra recuperarse gracias a la comadrona y al contacto que establece con ReuniSaf, la red de prevención de aquella época.

Hoy, su hija Stéphie tiene 20 años. Ha heredado los efectos del alcohol en el feto pero, gracias a un diagnóstico precoz, ha podido recuperar algunas facultades de su cerebro dañado en la fase embrionaria.

“No puedo guardarle rencor a mi madre, podría ocurrirle a todo el mundo”. Stéphie se muestra incluso orgullosa de su madre, que ha sabido superar su alcoholismo. Hace ya 17 años que Noéma no toca una gota de alcohol.

El SAF es una plaga silenciosa. Algunos niños no presentan ningún rasgo físico. Los problemas de aprendizaje o de comportamiento son los que revelan muy pronto la anomalía cerebral, como problemas de atención, discalculia, dislexia, disfasia…

Fue en el colegio donde detectamos los primeros síntomas de Guilhem. Tenía problemas en ortografía y, sobre todo, muchas dificultades para concentrarse”, confía Magalie Monier a Equal Times.

Esta madre de cuatro hijos adoptó a Guilhem en Rusia. Le acaban de confirmar el diagnóstico: sufre el síndrome del alcoholismo fetal.

“En la Reunión pudimos traducir a palabras estos problemas. Durante su infancia, cada consulta acababa en fracaso. La falta de formación del cuerpo médico, y también de los docentes, es un problema real”, añade Magalie.

El niño no tiene ningún signo físico; y tiene una idea muy clara sobre las causas de su discapacidad: “¿El SAF? Pues es cuando la madre pimpla, pimpla y pimpla y al bebé le llega todo”.

A sus 11 años, Guilhem se expresa con la franqueza de un adulto sin filtro. “Puede parecer cortante, incluso desagradable cuando está contrariado. En los lugares públicos, la gente no le comprende, piensa que se trata de un niño malcriado. Su discapacidad no se le ve en el rostro”, añade Magalie.

Emmanuelle ha sido diagnosticada tarde. Tiene 38 años y, por fin, después de años indagando, comprende la razón de que jamás pudiera conservar un empleo o integrarse en un grupo.

Recientemente se reunió con Magalie, Noéma y muchos otros padres y madres de niños portadores del síndrome. Desde que el doctor Lamblin le comunicó el diagnóstico, está furiosa e intenta perdonar a su madre.

“Mi madre padecía la enfermedad del alcohol y eso la mató. Mi padre no bebía, pero murió de agotamiento ayudando a mi madre. No soy, ni de lejos, la única víctima en la familia de este veneno”.

Todos esperan ahora que las investigaciones conjuntas de Canadá y la Reunión culminen en resultados concretos, que permitan a las siguientes generaciones evitar este mismo tipo de problemas.

 

This article has been translated from French.