Los ODS serán inalcanzables sin sindicatos ni políticas progresistas

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El 19 de julio, la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES), una fundación que promueve los valores de la democracia social, la libertad, la justicia y la solidaridad organizó un foro coincidiendo con la decimocuarta sesión de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (UNCTAD 14), que analizó los avances hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que pretenden acabar con la pobreza y crear un mundo mejor, más saludable y más sostenible, de aquí a 2030.

Yo presenté en dicho foro las ideas del movimiento sindical internacional. Empecé observando que, la población trabajadora —motor de todos los sectores en todas las economías del mundo— tiene grandes interrogantes sobre cómo vamos a alcanzar los ODS con las políticas incluidas y ausentes en la Agenda ODS 2030. Resulta sobre todo preocupante que no se hayan incluido a los sindicatos en el centro del objetivo de los salarios dignos y el trabajo decente.

El término “sindicato” no aparece ni una vez en todo el documento ODS 2030. Ni una sola. ¿Por qué ningunean los ODS el estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), entre otros, que demuestra la importancia de los sindicatos para afrontar las desigualdades salariales? Este estudio corrobora también la contribución de los sindicatos al aumento de la productividad, un factor determinante para el crecimiento económico. Por eso resulta decepcionante que los sindicatos, que tanto tienen que aportar, ni siquiera sean mencionados en los ODS.

Además, de los cuatro pilares del Programa de Trabajo Decente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el diálogo social es el único no reconocido explícitamente entre las metas e indicadores de los ocho ODS.

A este respecto, cabe señalar que los ODS no ponen en tela de juicio directamente la gobernanza corporativa ni los incentivos que reciben las instancias decisorias corporativas, que con frecuencia conllevan la explotación y el abuso de las personas trabajadoras, el medio ambiente y las pequeñas empresas situadas en los eslabones inferiores de la cadena de suministro. El diálogo social, la cogestión, los estatutos sociales y las leyes nacionales que rigen las empresas privadas tienen, todos, un papel decisivo para frenar la espiral descendente y lograr los ODS.

 

Las empresas no siempre tienen razón

Lamentablemente, el “fundamentalismo de mercado” (es decir, dar a las empresas la razón por sistema) que domina el comercio mundial y la política de inversiones obstaculizan el avance hacia la consecución de los ODS. Por ejemplo, el párrafo 68 de la declaración ODS comienza diciendo: “El comercio internacional impulsa el crecimiento económico inclusivo y la reducción de la pobreza y contribuye a fomentar el desarrollo sostenible”.

La falta de matices en esta frase (como “puede” o “a veces”) ignora el hecho de que el comercio internacional también puede ser motor del estancamiento salarial y las desigualdades, como demuestran los importantes trabajos realizados por Rodrik, Bivens, y Capaldo, Izurieta & Sundaram (entre otros). Pero los ODS solo apuestan por “más comercio”, en lugar de por el comercio adecuado.

Por desgracia, esta miopía del modelo de globalización actual se está agravando con los acuerdos de comercio e inversión vigentes e inminentes, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).

Como sucede con otros acuerdos de comercio, el TPP promueve la competencia entre Estados para atraer inversiones y reducir costos, lo cual disuade la promulgación o aplicación (o ambas) de políticas y protecciones en el mercado laboral y las empresas que impulsen las subidas salariales, aumenten la demanda y los niveles de vida. En estos momentos, la participación del factor trabajo en la renta total ha sucumbido a mínimos históricos en todo el planeta.

De manera similar, para reducir costos y atraer inversiones, el TPP incentiva las rebajas fiscales y una mayor reducción de los impuestos de las empresas. Al limitar los ingresos de los gobiernos, esto puede perjudicar las necesarias inversiones en instituciones del mercado de trabajo, en políticas de transferencia industrial y social, en infraestructuras, salud y educación. [Para conocer mejor esta competición sin cuartel por atraer capital, léase el estudio de Capaldo Trading Down]

Además, el TPP incluye el mecanismo de arbitraje de diferencias Estado-inversor (ISDS, sus siglas en inglés), que mina la gobernanza democrática, ya que ofrece a los inversores extranjeros un derecho especial y establece tribunales privados que las empresas pueden utilizar para forzar a los gobiernos a no ejecutar las necesarias reformas en materia de salud, formación laboral y medio ambiente.

Cabe destacar que no hay datos disponibles sobre el número de veces que los inversores han amenazado y, finalmente, no presentaron una demanda ante dichos tribunales porque lograron que el gobierno en cuestión retirara o modificara la política que rechazaban las empresas. Sin embargo, sabemos que el efecto disuasorio de dichas amenazas merma las opciones democráticas en la búsqueda de la mejor política para lograr el empleo decente para todos y el resto de los ODS.

El TPP limita también el acceso a las medicinas y tecnologías de la salud asequibles, impidiendo la consecución del tercer ODS. Al incluir numerosas disciplinas que van más allá del ADPIC —como la prolongación y la perpetuación de las patentes y periodos de exclusividad mínimos en el mercado para medicinas biológicas— las políticas comerciales de los Estados Unidos retrasan la entrada de medicinas y dispositivos genéricos y propician un aumento de los costos de la atención sanitaria para los pacientes y de los programas de salud gubernamentales.

Finalmente, es poco probable que el TPP ayude a garantizar los derechos laborales y a mejorar la seguridad en el trabajo. Aunque requiere a las partes que adopten y mantengan los derechos fundamentales en el trabajo, los Estados Unidos tienen un pésimo historial en materia control y aplicación de dichas obligaciones. En realidad, las condiciones laborales de México y América Central empeoraron después de la entrada en vigor de los acuerdos comerciales que éstos firmaron con los Estados Unidos.

Para lograr los ODS, y en concreto el crecimiento inclusivo y la prosperidad compartida, los trabajadores y las trabajadoras del mundo necesitan contar con una voz colectiva eficaz en sus empresas, no con meras palabras huecas. Para predicar con el ejemplo, las instituciones internacionales como la UNCTAD, deben alejarse de las políticas de comercio neoliberales y abrazar políticas más progresistas e inclusivas.