La "Lady Gaga" de Vietnam y el lento despertar político del país asiático

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El pasado marzo, una joven candidata a las elecciones parlamentarias vietnamitas llamaba la atención de la prensa mundial, un hecho inaudito en un país donde los políticos se perciben casi siempre como meros peones del todopoderoso Partido Comunista. A su notoriedad ayudaba que, además de optar a la Asamblea Nacional, Mai Khoi es una conocida cantante pop, apodada la “Lady Gaga de Vietnam” por sus extravagantes peinados.

La solicitud fue finalmente rechazada por el Comité Electoral, al igual que la de un centenar de candidatos independientes (ajenos al Partido) para las elecciones celebradas el pasado 22 de mayo, pero lo relevante no fue el fallo. Lo que importó, y mucho, fue la presencia de Khoi y de otros jóvenes concienciados con la vida política y dispuestos a hacer oír su voz en un férreo régimen de partido único. “Para las próximas elecciones de 2021 he organizado un evento en Facebook que persigue obtener un millón de candidatos independientes. Así el Gobierno tendrá que terminar aceptando a más aspirantes”, declara la cantante de 31 años a Equal Times.

La irrupción de Khoi y de otros candidatos independientes simboliza la creciente implicación de los vietnamitas en la sociedad civil y en la vida política, que coincide con la llegada a la edad adulta de una generación que creció durante el despegue económico de Vietnam y vivió sin las estrecheces ni los traumas bélicos de sus padres y abuelos.

“La mayoría de los jóvenes dicen que no les importa la política porque no confían en el Gobierno. Desde 1975 (fecha de la reunificación del país bajo el régimen comunista), hemos visto que el Gobierno lo controla todo y no deja que los ciudadanos hablen. Pero veo que cada vez hay más jóvenes interesados en la política y quiero ayudar a que haya más. Vietnam es un país joven”, dice Khoi.

La joven, que en mayo se entrevistó con el presidente estadounidense Barack Obama en Hanoi junto a un grupo de activistas, dice no tener miedo a represalias: “Estoy haciendo lo correcto, no estoy asustada porque sigo las normas que marca el Partido. No pido una democracia con varios partidos, simplemente digo que los ciudadanos deben tener más peso en las decisiones del país”.

 
Contestación social en las calles

Si en las alturas políticas suenan aires continuistas con la reelección en enero de Nguyen Phu Trong al frente del Partido Comunista (el puesto de mayor poder ejecutivo, por encima del presidente de la República y el primer ministro), en la calle se percibe cómo la contestación social alcanza niveles desconocidos.

Desde el pasado abril miles de personas han salido a manifestarse repetidas veces en varias ciudades para protestar por la muerte de millones de peces en el centro del país, con algunas pancartas cuestionando la actitud gubernamental. Desde el principio las miradas se volvieron hacia Formosa, un gigantesco conglomerado siderúrgico de propiedad taiwanesa en la provincia de Ha Tinh, donde primero aparecieron toneladas de peces muertos.

El régimen de Hanoi, ante un asunto delicado que implicaba a un gran inversor, guardó silencio, pero esta vez la población no estaba dispuesta a aceptarlo. Las protestas comenzaron en las redes sociales y pronto se extendieron a las calles, desbordando los controles de la Policía. Las imágenes de este cuerpo cargando contra los manifestantes provocaron la indignación de miles de internautas.

Tras casi tres meses de un clamor social sin precedentes, el régimen comunista reconoció el 30 de junio lo que todo el mundo ya se figuraba: que un vertido contaminante de Formosa había sido la causa del desastre ecológico. El anuncio vino acompañado de una multa millonaria a la empresa, pero para entonces la indignación ciudadana estaba desbocada.

Las manifestaciones han continuado todo el verano y los vietnamitas parecen haber adoptado una actitud contestataria que hasta ahora les era ajena. La última gran marcha se produjo el pasado agosto, cuando 5.000 personas salieron a la calle en Vinh, tierra del héroe nacional Ho Chi Minh, para pedir el cierre de Formosa.

El fenómeno desatado por esta catástrofe medioambiental se enmarca dentro de un despertar cívico y político que ha ido ganando peso en la sociedad. Durante cuatro décadas, el Partido Comunista ha dominado con puño de hierro la vida pública del país, pero en los últimos años la situación parece escapársele de las manos.

En 2015, miles de personas tomaron las calles de Hanoi para protestar contra la tala de 6.700 árboles y consiguieron detener el proyecto, algo inédito en Vietnam. Un año antes, en mayo de 2014, se produjeron manifestaciones e incidentes violentos contra la instalación de una plataforma petrolífera china en aguas disputadas por Vietnam y China en el Mar de China Meridional. Éstas eran protestas alimentadas por el furibundo nacionalismo vietnamita y su ancestral odio a sus vecinos chinos, pero en las marchas también se percibían críticas al Gobierno, acusado de connivencia con su aliado comunista.

 
Apertura de un régimen… a paso lento

Al mayor alcance de la contestación social ha contribuido de forma irrefutable el auge de internet y de las redes sociales, con más de 30 millones de usuarios de Facebook. Las manifestaciones contra Formosa han sido convocadas por Facebook, pese a los esfuerzos del Gobierno, que bloqueaba la red social los días previos a las convocatorias, como hace cuando se producen eventos señalados como la visita de líderes mundiales o el Congreso del Partido.

Este fenómeno también ha aumentado la notoriedad de algunos blogs disidentes que llevaban más de una década obteniendo una mayor repercusión por la represión que sufrían que por el contenido de sus publicaciones.

El pasado marzo, el encarcelamiento del bloguero Nguyen Huu Vinh, conocido como Anh Ba Sam, provocó protestas en la capital vietnamita, un hecho sin precedentes que demuestra cómo la sociedad va perdiendo el miedo.

“Todavía es pronto, pero hay señales de activismo más fuerte en Vietnam, lo que nos sugiere que personas de todas las regiones y de cualquier clase y condición comparten preocupaciones sociales que van más allá de las aspiraciones materialistas. La gente toma riesgos para difundir sus opiniones”, opinaba recientemente el periodista Tu Hong Le en un artículo en The Diplomat.

El auge de la red llevó a Pham Chi Dung, un antiguo cuadro del Partido, y un grupo de activistas a fundar en 2014 la Asociación de Periodistas Independientes y el periódico online Viet Nam Thoi Bao, que cuenta con 70.000 lectores diarios (aunque muchos de ellos son vietnamitas emigrantes).

Dung, de un optimismo inagotable pese a haber pasado sufrido condenas de cárcel y varios arrestos domiciliarios, ve con ilusión los nuevos tiempos y afirma que “el Gobierno tendrá que adaptarse al paso de la sociedad civil”.

El periodista está convencido de que la presión social y la necesidad de Vietnam de acercarse a EEUU y a Occidente para contrarrestar el peso de Pekín irán abriendo las puertas del régimen.

“Aunque no lo parezca, Vietnam se abre poco a poco. Hace unos años no hubiéramos podido formar la asociación”. El problema que señalan Dung y otros activistas como Khoi es la velocidad a la que llegará el cambio.

This article has been translated from Spanish.