Los últimos campamentos de las FARC

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[Nota del editor: esta pieza fue escrita y publicada en septiembre de 2016, a unos días del plebiscito. En la consulta, y frente a todo pronóstico –las encuestas de las últimas semanas sólo vieron como ganador el “sí”–, el pueblo colombiano ha dicho “no” (50,2% frente a un 49,7%) al acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y las FARC.]

Tras la firma de la paz entre el Gobierno colombiano y las FARC el 26 de setiembre en Cartagena de Indias (Colombia), y la (previsible) refrendación del acuerdo por el pueblo colombiano en el plebiscito de este domingo 2 de octubre, la guerrilla abandonará sus campamentos para iniciar la desmovilización y el desarme.

La tregua pactada en los últimos meses ha dado un respiro a los 35 integrantes de la unidad central del Bloque Magdalena Medio, en la selva antioqueña del centro de Colombia, unidad que, no hace mucho, llevaba una vida ambulante a la huida de los bombardeos.

La rutina se desarrolla plácidamente, si bien mantienen hábitos propios de una estructura militar: los vestigios de la guerrilla más antigua de Latinoamérica y de un conflicto de más de medio siglo que causó alrededor de 220.000 muertes (un 81% civiles) y cerca de 6 millones de desplazados forzados (como resultado de acciones de grupos paramilitares, guerrillas, fuerza pública y grupos armados no identificados).

El reportero gráfico y periodista Aitor Sáez penetra en la jungla para conocer las expectativas y temores de los soldados rasos de las FARC ante su futuro en la vida civil y en el nuevo partido político en el que se reconvertirán las FARC (cuyo nombre aún no ha trascendido) a partir de mayo.

El domingo, los colombianos darán su “sí” o “no” al complejo acuerdo de paz (que ya ha recibido la bendición de la comunidad internacional, además del Gobierno colombiano y FARC). El “sí” permitirá el inicio de esa transición.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

Adrián (alias), de 19 años, entró en las FARC hace tres años. Como tantos de sus compañeros, ingresó siendo menor de edad y su vida estuvo marcada por el conflicto. En su caso, nació cicatrizado por esa violencia. La mancha negra en su rostro la provocaron varias patadas de paramilitares a su madre durante el embarazo.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

Los guerrilleros se reparten las tareas diarias de forma rotativa y sin distinción de género. Entre otras, limpiar el corral de los cerdos, plantar cultivos, buscar leña o, como esta integrante, barrer las infinitas hojas de la jungla colombiana.

Los integrantes consideran ese campamento un auténtico hogar y a sus compañeros, familia. Muchos visten sin uniforme, antes imprescindible para evitar ser detectados por el Ejército desde el aire.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

Carlos, el único médico del campamento, limpia su fusil junto a otros compañeros. A pesar de la tregua y cercanía del plebiscito, los guerrilleros cargan siempre sus AK47, R15 y M16, aunque por orden de la cúpula desde La Habana, ya no pasean armados por las veredas próximas habitadas con población civil.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

Pese a que las FARC se han mostrado reticentes al plebiscito, los combatientes preparan carteles y pancartas en apoyo a la paz. “Por distintos caminos, firmes en convicción, la paz es nuestra ilusión” o “Tu sueño se está cumpliendo”, escriben, entre otros llamados, con spray y plantillas de letras.

Las últimas encuestas dan una ventaja de más de 20 puntos al “sí”, pero existe nerviosismo a que se produzca un “Brexit criollo” –un vuelco en los resultados finales debido a la elevada abstención prevista–.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

Las cicatrices de César Augusto Sandino (alias de un guerrillero de 56 años) corresponden a disparos en diferentes enfrentamientos con paramilitares. Precisamente la reorganización de grupos paramilitares (inicialmente formaciones de extrema derecha nacidas para combatir a los guerrilleros de las FARC) en clanes ligados al narcotráfico es una de las preocupaciones de las FARC tras la firma de la paz.

Algunos expertos, por su parte, apuntan a la posibilidad de que un reducto de guerrilleros disidentes termine sumándose a las redes del narcotráfico.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

Antes de la formación de filas y recuento diario, los guerrilleros toman su baño en el riachuelo con cubiletes y pastillas de jabón, con los que también aprovechan para limpiar su ropa. Hombres y mujeres comparten el improvisado aseo de madera en ropa interior. De ese mismo afluente cargan bidones cuando la bomba de agua se estropea.

 

Photo: Aitor Sáez, 09/2016

El día termina con la “hora cultural” en la que los guerrilleros asisten al informativo nocturno de Caracol TV en el único televisor del campamento. Un hábito que sólo muda los “domingos guerrilleros”, el día de la semana en el que se desarrollan actividades con música y bailes. Celebraciones impensables hace un año, pues hubiesen provocado un bombardeo certero del Ejército.

This article has been translated from Spanish.