Con la llegada del invierno, ¿qué va a ser de los refugiados que regresan a Afganistán?

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Con 2,7 millones de personas fuera de sus fronteras, Afganistán es hoy el segundo emisor de refugiados del mundo, después de Siria.

No obstante, este año han regresado al país centenares de miles de refugiados afganos que huyeron del conflicto y la violencia imperantes en busca de algo de paz y estabilidad en el extranjero.

Aunque la UE ha liderado recientemente un acuerdo –descrito por Amnistía Internacional como “sórdido” e “inmoral”– que, en esencia, otorgará a Afganistán miles de millones de dólares en ayuda a cambio de la repatriación de solicitantes afganos de asilo, una abrumadora mayoría vuelve desde Pakistán, país en el que 1,5 millones de afganos llevaban décadas viviendo como refugiados registrados, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), 230.000 refugiados, a los que se unen 182.669 migrantes indocumentados, regresaron a Afganistán, desde Pakistán, entre el 1 de enero y el 8 de octubre de 2016. Se esperan muchos más a lo largo de los próximos meses.

Estos refugiados afganos llegaron a Pakistán en varias oleadas migratorias, huyendo de la invasión soviética en la década de los ochenta, de la sangrienta guerra civil de los noventa y, después, del brutal régimen talibán que aún perdura en parte de Afganistán.

Ahora, estos refugiados, más el millón de afganos indocumentados que se calcula viven en Pakistán, están regresando a su país en cifras sin precedentes.

En una demostración de mano dura contra el terrorismo, tras el espantoso atentado en una escuela gestionada por el Ejército en diciembre de 2014 —atribuido a insurgentes procedentes de Afganistán—, las autoridades pakistaníes anunciaron que todos los refugiados afganos tendrían que abandonar Pakistán antes de finales de este año, aunque este plazo se acaba de ampliar hasta el 31 de marzo de 2017.

Según The Economist, el Gobierno ha ordenado cancelar las cuentas bancarias de los refugiados y desactivar sus líneas de teléfono móviles. No obstante, el Gobierno de Afganistán, en lugar de hacer un llamamiento para que se permita la permanencia de los refugiados en Pakistán, ha puesto en marcha una campaña para atraerlos de vuelta a casa para siempre.

Con el lema Kphal Watan-Gul Watan (“Nuestra tierra, nuestra tierra querida”), el Gobierno de Afganistán espera que los repatriados contribuyan a la reconstrucción del país tras décadas de guerra.

ACNUR acaba de añadir un incentivo para facilitar el regreso a su país de los refugiados de Pakistán, y ha incrementado de 200 USD a 380 USD la ayuda que ofrece a cada retornado registrado, una cantidad superior al salario mensual medio en Afganistán.

 

El invierno acecha

La situación es muy preocupante. Según la Evaluación Inicial Rápida de las Necesidades llevada a cabo por las Naciones Unidas, la repentina y abrumadora afluencia de personas ha desbordado peligrosamente los recursos locales y los servicios básicos de Afganistán. La vivienda escasea y se calcula que 126.000 niños sufren de malnutrición.

A esto se añade que el violento conflicto sigue vivo en Afganistán. Desde 2009 cerca de 23.000 civiles han sido asesinados por los insurgentes y en los primeros seis meses de 2016 se apreció un incremento del 4% de civiles muertos o heridos en comparación con el mismo periodo de 2015.

También preocupa enormemente qué pasará con estos refugiados repatriados cuando llegue el invierno. Las temperaturas en Afganistán pueden llegar a caer hasta los diez grados bajo cero, en contraste con el clima más benigno de Pakistán. La mayoría de los retornados no están equipados para el frío invierno y las ONG están librando una carrera contrarreloj para conseguir refugio, mantas y ropa de abrigo para la gente necesitada.

Gul Rahman tiene cincuenta años y se mudó siendo adolescente a la ciudad de Peshawar, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, al norte de Pakistán. Aunque su padre y su madre están enterrados allí, Rahman acaba de regresar con su propia familia a su ciudad natal, al este de Afganistán.

“Me siento aliviado y feliz de estar de nuevo en mi país. Nunca había tenido esta sensación [como refugiado] en Pakistán, sobre todo durante los últimos meses en los que la policía comenzó a humillarnos y saquearnos a diario”, cuenta a Equal Times.

Sin embargo, Rahman y su familia necesitan ayuda con urgencia, al igual que sus cientos de vecinos recién repatriados, alojados en las tiendas de campaña del campamento al aire libre situado en la provincia de Lagman, al este de Afganistán.

“Algunos recibimos el dinero [de ACNUR], pero muchos otros no, porque no estaban inscritos como refugiados. Ahora vivimos aquí, sin agua potable limpia, ni otros recursos básicos”, afirma.

También es duro regresar a un país que muchos de estos refugiados abandonaron siendo niños o que nunca antes habían pisado. Algunos han perdido las tierras de sus antepasados en favor de familias que decidieron quedarse, mientras, otros, se esfuerzan por reintegrarse después de tantos años fuera del país.

A Malik Sedique, un afgano repatriado, entrado en años, originario de la provincia oriental de Logar —muchas de cuyas zonas están sometidas aún al régimen talibán— le preocupa el futuro de sus hijos:

“Tres de mis hijos y mis dos hijas tuvieron que abandonar bruscamente sus estudios en Pakistán por la situación actual. Ahora no sé muy bien en qué escuela matricularlos”, señala.

En Pakistán, los niños aprenden en inglés y en urdu, mientras que, en Afganistán, la educación se imparte sobre todo en pastún y darí (el dialecto afgano del persa).

 

Demasiado poco, demasiado tarde

El Presidente de Afganistán, Mohamed Ashraf Ghani, ha prometido una calurosa acogida y la adecuada integración de todos los refugiados afganos repatriados. A comienzos de octubre, inauguró el primer municipio exclusivo para familias repatriadas, en el norte de la provincia de Parwan.

Pero para Tila Mohammad, otro afgano recién repatriado con una familia de nueve integrantes, es demasiado poco y demasiado tarde.

Ha optado por montar una tienda de campaña para su familia a las afueras de la capital, Kabul, donde trabaja en el mercado local, en lugar de esperar la ayuda gubernamental, bloqueada por la burocracia y la corrupción.

“Nadie ha venido a ayudarnos. Mire mis manos; están llenas de cicatrices y barro. He estado levantando muros de linde en esta zona desierta, por las tardes, tras volver a casa del trabajo”, explica a Equal Times.

Por suerte para Mohamed, algunos de sus vecinos le han echado una mano. Mawlawi Tajuddin, un anciano de la zona de Pul-i-Charki de Kabul, movilizó a su comunidad para ayudar a repartir entre los refugiados repatriados, como Mohammed, artículos de primera necesidad, como tiendas de campaña, ropa y utensilios.

“También hemos alojado a algunas familias en nuestras propias casas. Los miembros de la comunidad les están proporcionando, con gran generosidad, alimentos, agua y todo lo que necesitan”, declara a Equal Times.

Hafeez Ahmad Miakhail, portavoz del Ministerio de Refugiados y de Repatriación de Afganistán, asegura a Equal Times que se está haciendo todo lo posible para ayudar a las familias repatriadas antes de que llegue el invierno.

“Se les han asignado tierras en su lugar de origen, y los ministerios y organismos de ayuda correspondientes están colaborando en la elaboración de un plan integral para su reintegración. Por ejemplo, en Kabul contamos con cuatro municipios donde se instalarán los refugiados, pero la asignación de las tierras es un proceso largo y lento y nosotros pretendemos garantizar su transparencia”.

También podría llegar una ayuda de 152 millones de USD gracias al llamamiento de urgencia que acaban de lanzar las Naciones Unidas para atender las necesidades de los refugiados afganos repatriados y de las 263.300 personas desplazadas dentro del país, que se vieron obligadas a abandonar sus hogares huyendo de la violencia que reinante.

Stephen O’Brien, Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de las Naciones Unidas, visitó Afganistán el 7 de septiembre para instar a la comunidad internacional a intensificar su apoyo. “Se debe poner fin a este patrón cíclico de conflicto persistente, para evitar otra generación perdida de niños entre guerra y sufrimiento”, señaló.