Una crisis de basuras en Líbano inspira iniciativa ecológica

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En septiembre de 2016, montañas de bolsas blancas se acumulan de nuevo las calles de la capital libanesa a la espera de ser llevadas a vertederos.

Esto se debe a que la zona de almacenamiento temporal de Bourj Hammoud ha estado cerrada durante una veintena de días, lo que entraña otro riesgo sanitario y medioambiental para los habitantes de Beirut.

Cuando se circula a proximidad de zonas con montañas de basura pestilente, los taxistas perfuman el interior de sus vehículos.

En julio de 2015, se sumó una crisis relacionada con la basura al ambiente taciturno que reina en las calles del país. El motivo es el cierre del vertedero más grande del país en Naamé, en el sur de la capital, abierto temporalmente a principios de la década de los noventa. Las manifestaciones a las que asistieron decenas de miles de personas, organizadas principalmente por el colectivo “Ustedes apestan”, fueron el centro de atención de los medios.

El Gobierno anunció un plan en marzo y se puso en marcha la evacuación de los desperdicios, después de que la población viviera rodeada de basura y ratas durante nueve meses. El Gobierno proponía volver a abrir el vertedero de Naamé y crear otros dos vertederos: uno en Bourj Hammoud y el otro en “Costa Brava”, al sur de la capital, cerca del aeropuerto.

El plan establecía igualmente medidas para la gestión de desperdicios. Actualmente, la situación sigue siendo confusa y la incineración ilegal de basura perjudica cada día, poco a poco, la salud de los libaneses.

Ante esta situación, algunos ciudadanos se lanzan al reciclaje sin esperar la ayuda del Estado.

Como cada semana, Varant Kurkjian recoge basura de decenas de familias en Antelias, en el norte de Beirut, para reciclarla. Desde agosto de 2015, este joven de 28 años se ha puesto manos a la obra, con la ayuda de su hermano y dos voluntarios, y ha creado Ganatch, una asociación que va a buscar basura a los hogares libaneses.

“Al principio conseguimos convencer a 20 hogares. Actualmente, recogemos cerca de 400 kilos de desechos de más de 120 familias cada semana. Hace poco comenzamos una ronda en el barrio de Gemmayzé/Mar Mikhaël en Beirut, donde hay una verdadera demanda, pero nos harán falta más voluntarios...”.

Varant sube y baja las escaleras enérgicamente y lleva bolsas llenas de papel, cartón y plástico más o menos bien cerradas. Con sus guantes azules y su camiseta con el lema Ganatch (que significa “verde” en armenio), nos cuesta imaginar que durante el día trabaja para el Banco Mundial.

Una vez se reúnen las bolsas, un camión de la asociación L’Écoute (que crea empleo para las personas discapacitadas) o de la empresa Recycle Beirut va a recogerlas. “Esperamos verdaderamente inspirar a otras personas a hacer lo mismo, pero es ir contra la mentalidad en el Líbano. La gente piensa más en irse del país que en generar cambios”, dice Varant.

Los voluntarios de Ganatch esperan poder encontrar pronto patrocinadores para comprar su propia camioneta en lugar de utilizar sus vehículos personales, pero se niegan categóricamente a que se les asocie a un partido político, por miedo a la distorsión.

Su esperanza, a largo plazo, es transformar Ganatch en una verdadera empresa social que pueda convertirse en un modelo para otras iniciativas ecologistas que han surgido desde el comienzo de la crisis de la basura.

“Al principio, la gente se sentía mal por nosotros cuando nos veía con las bolsas de basura en las manos. Además, a veces es difícil encontrar voluntarios porque se preguntan lo que la gente dirá de ellos...”, reconoce Varant.

Al principio fue difícil explicar cómo funciona el reciclaje, pero ahora las familias conquistadas emplean las prácticas correctas. “Bueno, ¡todavía no están listas para el compost!”, explica entre risas Varant.

Dentro de poco, los jóvenes de Ganatch empezarán a organizar actividades con las escuelas para enseñar a los más jóvenes a reciclar, a falta de no poder reciclar una clase política disfuncional.

 

This article has been translated from French.