Las adopciones ilegales de la guerra del Líbano

Las adopciones ilegales de la guerra del Líbano

On this photo, taken on 10 February 2016, a young Syrian girl asks motorists for money in Beirut. Today, with the refugee crisis, like during the Lebanese civil war, the most vulnerable children in Lebanon are exposed to the risk of trafficking for adoption.

(AP/Hassan Ammar)
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Una fisura esencial impedía a Christiane avanzar en la vida, sin que supera realmente cuál era la causa. Hasta un día en que, con unas cuantas copas de más durante una fiesta, su mejor amiga le reveló que había sido adoptada. “Toda tu vida se derrumba en tres segundos. Te das cuenta de que todo lo que constituían sus cimientos son una mentira. Tu identidad, todo…”, balbucea esta treintañera en un café de Beirut, la capital libanesa, donde decidió reinstalarse hace tres años para buscar a su familia biológica.

Christiane forma parte de los cerca de 10.000 niños adoptados ilegalmente durante el conflicto que desgarró el Líbano entre 1975 y 1990. Por aquel entonces, se comerciaba con todo: armas, droga, desechos tóxicos, rehenes más o menos prestigiosos… y niños.

Para Zeina Allouche, co-fundadora de la ONG Badael Alternatives, que brinda apoyo a los adultos adoptados que buscan descubrir sus orígenes, una cosa es segura: “No se trataba de adopciones, sino de tráfico, de trata de personas. Los niños se vendían a precios que podían ascender a unos 10.000 EUR (10.546 USD)”.

Badael se esfuerza para que se adopte una ley que proteja el derecho de estos niños robados a conocer sus orígenes.

“Hemos recogido ya los testimonios de 3.000 personas adoptadas. Pero nuestro proyecto de ley dista aún mucho de poder ser sometido al Parlamento. En tanto perdure el sistema confesional, con los mismos hombres en el poder, nada cambiará”, se lamenta.

Porque el 26 de agosto de 1991, al finalizar el conflicto, una ley de amnistía general blanqueó a todos los criminales y señores de la guerra, que posteriormente se convertirían en diputados o ministros, con lo que serán poco propensos a reabrir casos del pasado.

“He buscado mucho a mi madre, pero creo que ni siquiera el nombre que figura en el acta de consentimiento para la adopción era el suyo. La policía se contenta con decir que me dejó abandonada frente a un convento y se dio a la fuga. Estoy desesperada. Intenté escribir un libro sobre mi vida, ¡pero no conozco el final!”, confiesa Christiane.

 

Tráfico de adopciones

Mientras la guerra destroza el Líbano, padres adoptivos abren sus brazos a esos niños en Francia, Suiza, Estados Unidos o los Países Bajos.

No todos maquillaron la realidad de la adopción: a muchos los impulsaban las mejores intenciones e ignoraban totalmente el destino de las madres biológicas. Pero para los adoptados que, una vez adultos, deciden buscar sus orígenes en el Líbano, se erige el mismo muro de tabús y de secretos de guerra.

Daniel Drennan relata, atónito, la reacción de las monjas del hospicio donde fue acogido, cuando volvió buscando información. “Me amenazaron con quemar los archivos. Una enfermera me explicó que un puñado de personas no podían poner en peligro su reputación o su linaje”.

En Líbano, un hijo no reconocido por su padre se considera huérfano y es inscrito en una institución religiosa. Durante la guerra, todos los niños nacidos fuera del matrimonio y sus madres se convirtieron en presas de un tráfico orquestado por una red de monjas, enfermeras y médicos en el seno de distintos hospicios y hospitales.

Marie Andonian tardó 37 años en encontrar a su hija. El orfanato donde la habían recluido, por falta de dinero, la hizo adoptar una mañana de otoño de 1979, sin pedir su autorización. “Fui a visitar a mi hija una vez, dos veces, tres veces. Luego ya no estaba allí. Cuando pregunté por ella, me dijeron que la olvidase, porque se la habían llevado a Francia y que estaría mejor allí”. Marie nunca la olvidó, y terminó por encontrar a su hija en Francia. Pero en su entorno, ninguna otra madre biológica intentó buscar a sus hijos.

En su casa, situada en lo alto del Monte Líbano, Marie justifica esta negación. “Cuando ocurrieron los hechos había combates, drogas… en aquel entonces los jóvenes no se casaban y dejaban a sus bebés a las puertas de las iglesias o los hospitales. Las madres que se casaron más tarde no tenían ningún interés en reconocer a esos hijos ilegítimos. Pero, entre tanto, ¿quién sufre? Los hijos”.

Según el Convenio de la Haya de 1993 relativo a la protección del niño y a la cooperación en materia de adopción internacional, ratificado por 85 Estados entre los que no figura el Líbano, las adopciones deben tener lugar “en consideración al interés superior del niño”, asegurándose de que “las personas, instituciones y autoridades cuyo consentimiento se requiera para la adopción han sido convenientemente asesoradas y debidamente informadas de las consecuencias de su consentimiento” y que “ los consentimientos no se han obtenido mediante pago o compensación de clase alguna”.

Como consentimiento, la madre de Dida Guigan simplemente firmó un papel, sin tener conciencia de que era un acta de renuncia a su hija. Eso fue en 1984.

Joven y grácil cantante de jazz suiza, Dida pasó 12 años de su vida buscando a su madre biológica. Todas las pistas estaban borrosas: su acta de nacimiento había sido falsificada, estipulando que sus padres adoptivos eran en realidad sus padres biológicos. Su búsqueda daría fruto, pero casi a costa de perder la razón. Sus hermanos y hermanas, que también habían sido adoptados, no consiguieron afrontar la situación. “Cuando uno es un niño adoptado, puede reaccionar de distintas maneras. Puede implicarse en la búsqueda de sus raíces biológicas. O entrar en la negación. En ocasiones, de no contar con el acompañamiento adecuado, uno se hunde…. Para mis tres hermanos y hermanas, el desenlace sería la prisión, la droga y el psiquiátrico”.

Tras haber participado en la fundación de Badael Alternatives en el Líbano, fundaría la asociación Born in Lebanon en Suiza, para apoyar en la búsqueda de identidad de adultos adoptados procedentes del Líbano y sensibilizar a los políticos sobre la urgencia de cooperación en la materia.

Actualmente, la Convención de la Haye no es suficiente para combatir el fenómeno de la adopción ilegal en el mundo, como precisa Hervé Boéchat, autor de un informe sobre “las zonas grises de la adopción internacional”: “Resulta paradójico que, pese a estar teóricamente reguladas por la convención de la Haya, dos terceras partes de las adopciones en realidad no estén cubiertas por dicho tratado”.

En el Líbano, hoy son los niños sirios quienes corren el riesgo de ser víctimas de adopciones ilegales. Representan la mitad de los 1,2 millones de refugiados sirios presentes en el país, de los que 71% de los hogares viven por debajo del umbral de la pobreza.

Para Zeina Allouche no cabe duda: “El modelo de la guerra del Líbano se repite con la crisis de los refugiados sirios. Se han desmantelado redes de tráfico de niños, de las que prefiero no hablar, por razones de seguridad”, atestigua.

 

This article has been translated from French.