Lima, la ciudad de los muros que separa a ricos de pobres

Lima, la ciudad de los muros que separa a ricos de pobres

Barbed wire atop the wall ensures the inhabitants of the shantytowns cannot cross over to the wealthier neighbourhoods of Lima, in Peru.

(Jérémy Joly)
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“Nunca había estado aquí. No hay nada”. Jonathan Flores, de 26 años, parece casi sorprendido al encontrarse en lo alto de las colinas de Casuarinas. Sus padres se mudaron aquí hace 13 años. Se trata de una “comunidad cerrada” colgada de la ladera de una colina en el corazón de Lima, en el distrito de Santiago de Surco.

En las alturas de Casuarinas se observa un enorme muro de 13 kilómetros de largo y tres metros de altura. ¿Su finalidad? Evitar el acceso de los habitantes de los barrios pobres que viven del otro lado.

Veinte años después de la caída del simbólico muro de Berlín, todavía subsisten en el mundo numerosos muros. Algunos se utilizan para marcar la frontera entre dos países, otros para separar comunidades. Ya sean temporales o permanentes, los muros suelen mostrar la voluntad de aquellos que los construyen de protegerse contra lo que perciben como una “amenaza”, tal como lo demuestran los altos muros recientemente levantados en Europa para cerrar el paso de los refugiados.

El muro de Lima es único en su género en la medida en que está destinado a separar a los habitantes de un país basándose en un criterio esencialmente económico.

 

“Los residentes pagan por su seguridad”

Casuarinas es uno de los barrios más elegantes y codiciados de Lima. Allí tienen su residencia un expresidente del país, los directivos de las grandes cadenas de supermercados, el jefe de la Lotería Nacional...

“Aquí, los residentes pagan principalmente por su seguridad, tienen miedo de que les roben, de ser secuestrados... Es el motivo por el que se controla la entrada y por el que han aceptado pagar la construcción de este muro. Tampoco desean que les invadan su terreno”, asegura Jonathan, al volante de su todoterreno.

Cuando los habitantes de Casuarinas hablan de miedo, se refieren principalmente a Pamplona Alta, el barrio al otro lado del muro, que pertenece al distrito de San Juan de Miraflores.

Allí comparten el espacio varios barrios pobres, barrios que han ido surgiendo a raíz de las migraciones internas de este país andino. La gente se establece allí, construyen su vivienda y tratan de vivir el “sueño limeño”. Los más afortunados laboran al otro lado del muro como trabajadores del hogar, cuidadores de niños o de personas mayores, o jardineros.

En las calles de este “pueblo joven” (término utilizado para designar de forma políticamente correcta los barrios pobres en Perú), los niños corren y juegan a la sombra del muro que se eleva por encima de las pequeñas viviendas.

María, de 45 años, comenta a Equal Times: “Vi cómo levantaban el muro, cómo se extendía. Ahora forma parte de la vida cotidiana. No me parece normal, pero no podemos hacer nada, solo sufrirlo”.

“Aquí también existe la inseguridad”, afirma en respuesta al argumento de la seguridad. “Viene gente de otros distritos para robarnos”.

Si esta situación puede sorprender desde el exterior, es algo muy común en la mayoría de los barrios de Lima. Existen en la ciudad otras “comunidades cerradas” que fragmentan la capital peruana mediante rejas, barreras, vallas...

Jörg Plöger, geógrafo de la universidad London School of Economics and Political Science estudió el fenómeno en 2005. A su juicio, Lima es la “ciudad de las jaulas”.

Entrevistado por Equal Times, explica: “En aquella época ya existían más de 3.000 barreras de todo tipo que fragmentaban el espacio público. Los residentes de un determinado barrio privatizan el espacio, se lo apropian. Encontramos este fenómeno en la mayor parte de las zonas de Lima, independientemente de su clase social. Siempre hay alguien más pobre que uno al que queremos mantener a distancia. La única diferencia es la altura de las rejas y la presencia o no de guardias de seguridad privados”.

Desde ese entonces, la situación no ha cambiado en la capital peruana. Incluso tiende a empeorar.

De acuerdo con un estudio realizado en 2010 por la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC), el 95% de estas rejas es ilegal.

Sin embargo, las municipalidades no actúan, por falta de poder o por miedo al descontento de sus electores. Lo que lleva a que sean los vecinos quienes, incomodados por esta situación, sean los que tomen medidas legales para proteger su derecho a la libertad de circulación, o su acceso a parques públicos y zonas de juego.

No obstante, solamente entre 2012 y 2014, el Tribunal Constitucional desestimó el recurso del 40% de los casos, por motivos de seguridad.

 

El contraste con Sao Paulo

Este miedo tiene razón de ser. Perú es el país latinoamericano que presenta las tasas de criminalidad más altas. Sin embargo, este argumento por sí solo no puede explicar este deseo de aislarse.

En comparación, Brasil es el país que presenta el mayor índice de homicidios en el mundo, y el estado de Sao Paulo es el más afectado del país. Sin embargo, ahora existe una voluntad pública de promover la inclusión a través de la implantación de iniciativas locales.

Ana Claudia Rossbach, miembro de Cities Alliance y antigua integrante del Ministerio de las Ciudades de Brasil proporciona más detalles: “En Sao Paulo existe una verdadera segregación entre ricos y pobres. Durante las grandes migraciones de las décadas de los años 1970-1980, los habitantes ponían de relieve la seguridad para refugiarse en comunidades cerradas. Nuestra voluntad política [Ndlr: bajo el Gobierno de Dilma Rousseff] era acabar con esta situación para promover ciudades más integradas y acabar con las favelas”.

Uno de los problemas de Lima es la ausencia de políticas públicas, pero también de educación de la población con respecto al concepto de espacio público.

En todo caso, este es el punto de vista de Pablo Vega Centeno, sociólogo urbano en la Universidad Católica del Perú. “No existen políticas públicas de ordenación del territorio o del espacio público en el Perú. Lima no puede considerarse una metrópoli. Es un mosaico de pequeñas urbanizaciones que comparten muy pocos aspectos”, señala.

“Existen más espacios públicos en los centros comerciales que en las calles. Los ciudadanos no han aprendido a vivir en comunidad, fuera de casa o en el barrio”, sentencia el sociólogo.

 

This article has been translated from French.