"Trumpcare": los estadounidenses se movilizan para salvar su atención sanitaria

News

Mark Milano, de 60 años, sobrevivió a la epidemia de sida que diezmó la comunidad homosexual de Nueva York en la década de los ochenta. Diagnosticado seropositivo en 1982, en los primeros años de la propagación del virus, este neoyorquino ha visto, a lo largo de los años, cómo la enfermedad se ha llevado a numerosos compañeros de viaje.

Gracias a los progresos de la medicina y a su firme voluntad, Mark ha sobrevivido hasta hoy con una relativa buena salud. Sin embargo, en 2007, desarrolló un cáncer de ano con tres metástasis: una en cada pulmón y otra en un riñón.

Actualmente, Mark se siente mucho mayor de lo que es. Dice que lo que le ha salvado de la depresión y la soledad es su activismo, en particular con la asociación Act Up. Centrándose en los demás, “utilizó la tragedia a su favor”, dice a Equal Times.

Sin embargo, le preocupan las consecuencias para la salud tras las últimas elecciones presidenciales en EEUU.

“Como persona que padece al mismo tiempo sida y cáncer, sé lo importante que es el Affordable Care Act (NDLR: ACA, u Obamacare, un sistema de seguro de enfermedad universal introducido por el Gobierno de Obama) para quienes viven con enfermedades graves y afecciones preexistentes”.

Suprimir el Obamacare es la prioridad número uno de la nueva administración dirigida por Donald Trump.

El presidente desea privatizar el acceso a la atención médica, sin más detalles por el momento. Los republicanos reconocen que después de años de oponerse férreamente al Obamacare, no disponen de plan de recambio. Se trata en primer lugar de eliminar urgentemente el sistema introducido por el antiguo presidente para, sobre todo, cumplir una promesa electoral.

La decisión obstaculizaría el acceso al tratamiento de millones de personas con dificultades financieras o en situación de subempleo.

Según las cifras oficiales, 20 millones de estadounidenses han obtenido acceso a la atención médica gracias al Obamacare.

La gran mayoría podría perder su seguro este año y las primas de las mutuas de seguros aumentarían mucho para las personas que todavía tuvieran seguro, si los republicanos del Congreso ejecutan su amenaza, según el informe de una comisión bipartita del Capitolio, la Congressional Budget Office.

Según este informe, el número de personas no aseguradas en Estados Unidos podría de hecho aumentar en 18 millones solamente en 2017. Y las proyecciones a largo plazo son aún más pesimistas. Más de 32 millones de estadounidenses podrían perder el acceso a la atención médica de aquí a 2026.

Estados Unidos ya cuenta con el sistema de salud más caro del mundo y el menos eficaz comparado con otros países industrializados.

En 2014, el coste por habitante ascendía a 8.500 dólares estadounidenses, es decir, unos 3.000 dólares estadounidenses más que en Noruega, donde el nivel de la atención es infinitamente mejor en todos los aspectos.

Incluso senadores que pertenecen a la nueva mayoría, como Susan Collins, de Maine, expresan su gran inquietud en cuanto a la voluntad del nuevo Gobierno de suprimir el Obamacare a toda prisa, y sobre todo, sin proponer una alternativa seria. Es una decisión que, según un comunicado personal de Collins, empujaría a “una espiral de muerte”.

 

La resistencia se organiza

Para limitar al máximo un empeoramiento de la situación, han comenzado a crearse numerosos grupos de ciudadanos en todos los rincones del país. Su objetivo es presionar a los diputados del Congreso, que podrán bloquear o validar las medidas propuestas por el Gobierno de Trump.

Es el caso del grupo de presión neoyorquino Rise & Resist, creado recientemente “para ayudar y proteger a los individuos y las comunidades cuyas vidas y libertades corren peligro tras las elecciones de 2016”, y al que pertenece Mark Milano.

Su plan de resistencia es un calco del movimiento de derechas Tea Party, cuyos métodos los activistas a los que entrevistamos admiran en el mismo grado que detestan la ideología.

Este plan se articula en particular a través de manifestaciones frente a las oficinas y las residencias de los senadores y de acciones directas, como la "cough-in" (tos colectiva) realizada el 15 de enero en el restaurante de Jean-Georges, situado en el Trump International Hotel and Tower de Nueva York. Lugar que se seleccionó por su ubicación simbólica, por el precio de sus menús y porque el nuevo presidente de los Estados Unidos lo frecuenta.

“La comunidad homosexual y los seropositivos no son el blanco directo del Gobierno, pero indirectamente se verán afectados”, comenta Jeremiah Johnson, activista de Act Up, miembro de Rise & Resist y participante en la acción del Jean-Georges.

“Los seropositivos forman parte de la categoría de personas que corren riesgos. A menudo son pobres, en particular los consumidores de drogas por vía intravenosa”.

Es una paradoja: con el aumento de las drogas duras entre la comunidad blanca y obrera de la parte rural, el núcleo del electorado de Trump se verá particularmente afectado por las nuevas medidas.

En este sentido, Jeremiah Johnson se muestra preocupado por la influencia política del nuevo vicepresidente, Mike Pence, antiguo gobernador de Indiana, sobre Donald Trump.

Mike Pence ha cometido muchos errores en el estado de Indiana, del cual era gobernador hasta las elecciones. Jeremiah Johnson recuerda que una inquietante y repentina epidemia de sida devastó en 2015 Scott County, un condado rural de Indiana fronterizo con Kentucky, tras el consumo de drogas por vía intravenosa con jeringuillas sucias.

El gobernador Pence, en lugar de promover soluciones de urgencia y con sentido común, como un programa de distribución de jeringuillas para los consumidores de drogas del condado, “prefirió aconsejar la oración en primer lugar”.

“Antes de que se pusiera en marcha un programa de distribución de jeringuillas en Scott County, 190 personas fueron contaminadas en total por el virus del sida”, dice indignado Johnson.

“Trump y su equipo han demostrado que están preocupados únicamente por su carrera, que odian a las minorías de negros, homosexuales, mestizos... y a los pobres. Preparan sin descanso leyes que ponen nuestras vidas en peligro”, señala Isha Rasho, miembro de Rise & Resist.

“Sus recortes en los gastos de salud prueban que, a sus ojos, nuestros derechos no tienen ningún valor”.

“Mi hermana y su familia casi perdieron su casa cuando las facturas de tratamientos relacionados con las discapacidades de su hijo se apilaron en su escritorio”, explica Terry Roethlein, tesorero y portavoz del Center for the Study of Social Difference (centro de estudios sobre las diferencias sociales), que pertenece a Columbia University.

Roethlein añade que “el bienestar de la clase obrera y los pobres de los Estados Unidos va a ser atacado sin duda si Donald Trump, Tom Price [el futuro ministro de Sanidad] y Paul Ryan [el portavoz de la Cámara] ejecutan su plan”.

“El afán de los republicanos por abolir el ACA es simplemente cruel y desalmado. Trump no tiene ningún plan para ayudar a las personas en mi situación”, se lamenta Mark Milano.

Trumpcare me pone enfermo, porque ¡Trumpcare ni siquiera existe!”.

 

This article has been translated from French.