Lucha por la igualdad de género en el Día Internacional de la Mujer, y cada día

Lucha por la igualdad de género en el Día Internacional de la Mujer, y cada día

Ernestina Enriquez Fierro leads a group of marchers during an International Women’s Day march organised by mothers of disappeared daughters from the border city of Ciudad Juarez in Mexico City, on 8 March 2013. On 8 March 2017, women all over the world will be marching against misogyny, racism, bigotry, intolerance and gender-based violence – and in support of environmental justice, equal pay, decent work and human rights for all.

(AP/Dario Lopez-Mills)

Hay un sentido de urgencia añadido al Día Internacional de la Mujer de este año. El 8 de marzo, millones de mujeres en todo el mundo saldrán a las calles, abandonarán su trabajo, o manifestarán de cualquier otra manera su resistencia colectiva al resurgimiento del patriarcado y el aumento de la misoginia, el racismo, el fanatismo y la intolerancia.

El llamamiento responde a otras recientes protestas y manifestaciones encabezadas por mujeres. En Islandia y en Francia miles de mujeres organizaron paros laborales para exigir igual salario por un trabajo de igual valor. En Polonia, cerca de seis millones de mujeres se manifestaron y lograron que se revirtiese la propuesta de ley antiabortista. En América Latina, las mujeres unen sus voces no solo para reclamar que se ponga fin a la violencia de género, sino también para protestar por el asesinato de activistas defensoras del medio ambiente y de los derechos indígenas, como Berta Cáceres, asesinada en Honduras hace apenas un año. En Rusia, las mujeres resisten a los intentos de despenalizar la violencia doméstica.

Y en enero de este año, mujeres, hombres y niños en más de 600 ciudades del mundo entero se alzaron reclamando igualdad, derechos reproductivos, paz, justicia y libertad. Esta última movilización en masa pudo ser una respuesta directa resultado de las elecciones en EEUU, pero reivindica una serie de cuestiones que ya estaban presentes mucho antes del 19 de enero de 2017.

El camino que ha desembocado en Trump ha sido facilitado por el incremento del poder corporativo, a través del desmantelamiento sistemático de las libertades civiles, salvaguardias políticas y económicas –incluyendo el derecho de los trabajadores a organizarse colectivamente a través de sindicatos–.

El actual modelo económico mundial requiere mano de obra barata, mercados desregulados y la ruptura del contrato democrático entre Gobiernos y ciudadanos. Está creando deliberadamente divisiones en cuestión de género, raza, origen étnico, migración y clase.

En ningún lugar resulta tan patente como en la explotación del trabajo remunerado y sin remunerar de las mujeres. La mujer, especialmente mujeres de color y migrantes, están sobrerrepresentadas en trabajos no organizados, mal pagados, informales e inseguros. Las mujeres que trabajan en las cadenas mundiales de suministro fabrican la ropa que llevamos puesta, ponen la comida y las flores en nuestras mesas y cuidan de nuestros familiares dependientes. Lo hacen a cambio de salarios de miseria, durante largas jornadas de trabajo y en condiciones que en ocasiones implican no estar seguras de volver a casa con vida. No disponen de seguridad alguna con vistas al futuro: el 40% de las mujeres con un empleo remunerado no consiguen efectuar aportaciones a sistemas de protección social, incluyendo pensiones, cobertura para protección de la maternidad, enfermedades laborales y seguros de accidentes.

Economía antiobrera y antimujeres

Ansiosos por atraer inversión extranjera directa, los Gobiernos están estableciendo zonas económicas especiales, donde las multinacionales pueden operar sin acatar las leyes y regulaciones nacionales, incluyendo la legislación laboral, y donde una mano de obra mayoritariamente femenina se ve obligada a soportar condiciones de trabajo de explotación e inseguridad.

Se recurre a la violencia y al miedo para controlar el trabajo de las mujeres y reprimir su activismo, obligándolas a aceptar puestos de trabajo peligrosos y de mala calidad antes que no tener trabajo alguno.

Fuera de estas zonas, la mayoría de las mujeres que trabajan en el mundo entero se ganan la vida a duras penas en la economía informal. Su trabajo contribuye considerablemente al PIB, al contrario que las operaciones de las multinacionales eludiendo impuestos. Pero muy a menudo, las trabajadoras de la economía informal son tratadas como una molestia pública –evacuadas de las calles y sufriendo violencia física por parte de las autoridades–.

Además de subsidiar la economía mundial por medio de una mano de obra barata e infravalorada, las mujeres también contribuyen a través de su trabajo no remunerado.

Con un impacto similar a los programas de ajuste estructural de los años 1970 y 1980, las medidas de austeridad y privatización de los servicios públicos en cuidados están, una vez más, cargando sobre las mujeres la mayor parte de la responsabilidad en la aportación de cuidados.

Las medidas que necesitamos que nuestros Gobiernos asuman están claras: regular el poder corporativo, introducir pisos de salario mínimo vital y financiar sistemas de protección social universal y sensible al género. Garantizar la libertad sindical y la negociación colectiva. Proteger la libertad de reunión y de expresión. Invertir en cuidados, como un bien público y una responsabilidad colectiva –pero también como una forma de salvar la brecha de género y de estimular el crecimiento económico y la productividad–. Eliminar la violencia de género en el mundo del trabajo.

Es algo que requiere sencillamente voluntad política y coraje moral.

Las mujeres a la vanguardia del cambio

Las movilizaciones que tendrán lugar el día de hoy son un eco del movimiento a favor de los derechos civiles, las protestas contra la guerra de Vietnam, el levantamiento contra el colonialismo, y las revoluciones más recientes en Oriente Medio y el norte de África. Aunque muchas veces son ignoradas en los libros de historias, las mujeres también estuvieron en primera línea de esos movimientos.

Este año, el 8 de marzo rememora una vez más que los orígenes del Día Internacional de la Mujer, reconocido internacionalmente por las Naciones Unidas en 1977, están firmemente enraizados en el activismo sindical y la lucha de las mujeres reclamando justicia económica y social. Quizá no se haya cerrado el círculo pero las luchas de hoy son más que parecidas a aquellas de hace ya un siglo. En 1909, trabajadoras de la confección fueron detenidas en EEUU durante una huelga de 13 semanas de duración reclamando mejores salarios y condiciones de trabajo. En 1977, trabajadoras migrantes pararon la producción en los laboratorios fotográficos Grunwick en Londres durante una revuelta contra condiciones de trabajo humillantes y racistas. En febrero de este año, en Bangladesh, trabajadores y trabajadoras de la confección y representantes sindicales fueron arrestados por hacer huelga reclamando un salario mínimo vital.

Mientras que el discurso racista y misógino de Trump provoca una indignación más que justificada, también deberíamos prestar atención a los esfuerzos de su administración por desmantelar los fundamentos de la democracia. Asestando sendos golpes, Trump está amordazando la libertad de prensa, imponiendo órdenes del Ejecutivo que eluden el escrutinio del Congreso, atacando la independencia del poder judicial y aseverando la primacía del Estado-nación por encima de la legalidad internacional. Sus acciones podrían parecer caóticas, pero están pensadas para crear aún más espacio y poder para la élite gobernante a la que afirma criticar. Y no está solo: sus acciones preceden o han sido emuladas por otros Gobiernos y partidos políticos en todo el mundo.

Cuando los Gobiernos fallan a la población, el papel de la sociedad civil resulta aún más importante. Ha llegado la hora de reforzar alianzas entre distintos movimientos y secciones, que engloben a mujeres, feministas, antiracistas, colectivos LGBTI, personas con discapacidades, migrantes, ecologistas, sindicalistas, y todos aquellos dispuestos a defender nuestros valores humanitarios compartidos.

Citando a Gloria Steinem: “La historia de la lucha de las mujeres por la igualdad no pertenece a una única feminista ni a una única organización, sino a los esfuerzos colectivos de todos aquellos que se preocupan por los derechos humanos”. Únanse a nosotras en nuestra lucha por un mundo más justo para las generaciones venideras.